EL IMPROBABLE ANTASMA DE BERTA WILHELMI

El sanatorio de la Alfaguara (Alfacar-Granada)

 

 

Artículo: Milagros Soler Cervantes

 

 

 

En la Sierra de la Alfaguara, próxima al pueblo de Alfacar en la provincia de Granada, hace tiempo que sus habitantes vienen denunciando la aparición de sombras y fenómenos extraños en los alrededores del Hospital de Tuberculosos que se construyera gracias a la iniciativa entusiasta de Berta Wilhelmi. Hoy nos hacemos eco de la noticia aparecida en el periódico local de mas tirada de la Provincia.

 

 

Sanatorio antituberculosos de la Alfaguara (Alfacar - Granada)

Fuente: Junta de Andalucía.

 

Llama la atención que en la ciudad de Granada se conozca más el nombre de Berta Wilhelmi asociado a la leyenda de la presunta aparición de su fantasma que por la gran obra filantrópica que desarrolló a lo largo de su vida. Mujer adelantada a su época, se preocupó de los problemas sociales que afectaban a sus conciudadanos. Nació en el año 1858 en Heilbronn (Alemania) y llegará a los doce años de edad a Granada, cuando su familia decide trasladarse a España para abrir en esa ciudad una empresa papelera como la que se había incendiado en su pueblo natal.

 

Era hija de Fernando Wilhelmi y Carolina Henrich, tuvo un hermano mayor llamado Fernando, fruto del primer matrimonio de su padre con Emma Schaeuffelen, que llegará a ser Cónsul de Alemania en Granada. La familia, de creencias religiosas en la fe protestante, se oponía sistemáticamente a toda iniciativa que partiera de la iglesia católica. Berta manifestó abiertamente su laicismo a lo largo de su vida. En una ciudad de arraigado catolicismo decimonónico, estas dos circunstancias pudieron contribuir a elegirla como el ilustre espectro que merodea por las estancias del sanatorio, dado que además, ella fue la fundadora y principal artífice del mísmo.

 

Se conoce poco su infancia, aunque sabemos que recibió una exquisita educación, acorde con la adinerada clase social a la que pertenecía y dentro de tendencias filantrópicas y liberales de las que sus miembros participaban. Gustaba de la naturaleza y era partidaria del aprendizaje intuitivo y racional. Destacó su interés por distintas disciplinas del conocimiento, entre ellas la apicultura, la botánica y la astronomía.

 

ESCUELA NACIONAL DÑA. BERTA WILHELMI EN PINOS GENIL (GRANADA). Año 1913

Fuente: Junta de Andalucía.

 

Se casó muy joven con el noble granadino Fernando Dávila Zea, de la familia de Ponce de León, veinte años mayor que ella y del que se separará pasando el tiempo para contraer segundas nupcias con el encargado de la fábrica de su padre, Eduardo Domínguez. Fue muy notable su participación en la Institución Libre de Enseñanza y con intelectuales alemanes y españoles. También se integrará en la lucha feminista y dirigió, con poco acierto, la fábrica de su padre de la que fue principal heredera cuando éste falleció. En 1912 creó con su propio pecunio una escuela mixta en Pinos Genil (Granada) y una biblioteca popular con el apoyo del Ayuntamiento. Además se implica en la lucha contra el analfabetismo, la pobreza  y la tuberculosis que sufrían los ciudadanos más desfavorecidos de Granada.

 

Fundó las primeras colonias infantiles en Granada y varios centros sanitarios antituberculosos como el conocido con el nombre de Las Acacias, una pequeña casita localizada en El Puche. Después,  teniendo como presidenta de honor a la reina Victoria Eugenia y contando con la colaboración de los doctores Alejandro Otero y José Blasco, fundó el Patronato Antituberculoso de la Alfaguara. Culminó su proyecto con la construcción del Sanatorio de la Alfaguara, en el pueblo granadino de Alfacar, en plena Sierra de Huetor, en el que invirtió todos sus ahorros.

 

Su empeño en poner todos los medios a su alcance para erradicar esta enfermedad pudo tener mucho que ver con sus teorías higienistas en la salud pública así como en su reconocida humanidad filantrópica. Sensibilizada especialmente con esta enfermedad  prácticamente incurable en la época, intentó procurar para los enfermos un tratamiento adecuado, una mejora en su calidad de vida y una muerte  digna cuando se produjera el desenlace final. Incomprendida pero querida y admirada por las gentes de Granada, cuando se produjo su fallecimiento la prensa local divulgó el suceso con emocionadas palabras de exaltación y agradecimiento.

 

Al pueblo que tanto ayudó con sus iniciativas sociales se le hacía difícil aceptar que Berta, habiendo vivido al margen de la santa iglesia católica, pudiera tener su sitio en el cielo. Tampoco concebían a una mujer de su entidad, condenada a los infiernos. La mitología popular decidió no renunciar ni a la presencia de la ilustre dama ni a la pérdida del espíritu de su benefactora. Y crearon su leyenda.

 

 

  

 

LA LEYENDA DEL FANTASMA DE BERTA WILHELMI Y EL SANATORIO DE LA ALFAGUARA. 

 

Cuando de trata de crear mitos de fantasmas y apariciones espectrales no hay mejores elementos de consolidación que la combinación de la superstición religiosa con la imaginación popular. En el caso de Berta Wilhelmi, tanto en el seno de su familia como en el de su propia biografía, había circunstancias que la convertían en la candidata ideal para convertirse en un espíritu inmortalizado por las creencias marginales del pueblo. A la hora de recordar su historia personal, el punto de partida es el incendio de la fábrica que su padre tenía en Alemania, hecho que motivó su traslado a España siendo entonces una niña de nueve años. Luego, como en toda leyenda que se precie, el relato continúa envuelto entre la niebla que conforman la ignorancia, los hechos imprecisos y las verdades a medias.

 

La ceremonia de la confusión comienza con la descripción de los personajes que intervienen en el drama. Para algunos autores, todo comienza cuando Berta cae en una fuerte depresión al morir su hermano Luis a causa de la tuberculosis; depresión de la que no llegará a recuperarse. Así lo escribe la alfacareña María Belén Puertas Única en Remembranzas de la Alfaguara. Otros afirman que fue su hija la que falleció por esta enfermedad, desencadenado todos los acontecimientos que convergieron en la tragedia. Tal es el caso del periodista Iker Jiménez en su documental televisivo El Hospital del Silencio (http://www.mitele.es/programas-tv/cuarto-milenio/temporada-3/programa-86/) en su programa Cuarto Milenio, número 86 de la Tercera Temporada(14.10.2007).

 

Por su parte, Pilar Ballarín Domingo, de la Universidad de Granada, en su artículo Feminismo, educación y filantropía en la Granada de entre siglos dice que Berta Wilhelmi tuvo un hermano (hermanastro, en realidad) llamado Fernando (no menciona a ninguno llamado Luis), que llegó a ser Cónsul de Alemania en Granada, por lo que no murió de tisis siendo niño. Sin embargo, María Dolores Mirón, también de la Universidad de Granada, escribe:

 

Berta Wilhelmi nació en Heilbronn, en el seno de una acaudalada familia alemana. Hija de D. Fernando Wilhelmi y Dña.Carolina Heinrich, la familia poseía una fábrica de papel en Heilbronn y, al incendiarse ésta, Fernando, que era ingeniero e hijo de un primer matrimonio de D. Fernando, fue a Granada a montar dos fábricas de papel: una en el pueblo de Dúdar y otra en la capital, en el Paseo de la Bomba; y posteriormente una nueva fábrica, denominada «El Blanqueo» en el término de Pinos Genil. Berta permaneció en Alemania con su hermano Luis, al que estaba muy unida. Al morir éste de tuberculosis, Berta, que contaba doce años, se fue a vivir a Granada. Instalada toda la familia en Pinos Genil, en el mismo edificio de la fábrica, D. Fernando llegaría a ser, a finales de siglo, Cónsul de Alemania en Granada.

 

Añadimos a estos datos que su hijo, el comandante de aviación Luís Dávila Ponce de León y Wilhelms falleció en accidente aéreo, el día 18 de abril de 1925 según consta en los distintos archivos históricos eclesiásticos y oficiales del ejército del aire. Su hija, Berta Dávila Ponce de León Wilhems, hermana del comandante, asistió a su madre Doña Berta hasta que ésta exhalara su último suspiro.

 

 

 

 NOTA  DE LA BASÍLICA DE LAS ANGUSTIAS

 

El día 18 de abril de 1925, al elevarse en un aeroplano Bristol en el aeródromo de Granada, sufrió una pérdida de velocidad que produjo la caída del aparato y la muerte del Comandante Dávila y del Soldado Juan Giménez que le acompañaba. En Real Orden de 29 de julio de 1925 se dispone que: "Para honrar la memoria del Comandante de Ingenieros Don Luis Dávila Ponce de León y Wilhelms, que construyó, organizó y mandó el aeródromo de Armilla en Granada, y murió en accidente de aviación ocurrido en el mismo, en lo sucesivo se denominará dicho aeródromo "Dávila", de Granada."

 

ENLACE CON LA PÁGINA WEB OFICIAL DEL EJÉRCITO DEL AIRE.

 

 (http://www.ejercitodelaire.mde.es/ea/pag?idDoc=78AA5B808C2D9717C125787D0025BFAA).

 

 

 

 

Por lo que hemos sabido hasta ahora, nadie en el entorno inmediato de la ilustre dama murió de tuberculosis, por lo que difícilmente los creyentes en fantasmas puede justificar su presencia  como resultado de un alma torturada por las consecuencias de esta enfermedad. Sin embargo, se enfatizan los hechos luctuosos de su biografía, tejiendo con ellos una maraña de acontecimientos cruzados que nada tienen que ver con la realidad. De alguna manera Granada quiso inmortalizar, a su manera, a una mujer singular que se preocupó por la educación y la salud de niños y mayores. El alcalde de la ciudad acudiría a rendir su pésame a la familia en nombre de Corporación Municipal, cuando se produjo el óbito, el día 19 de julio de 1934. Berta Wilhelmi fue enterrada en el cementerio católico de la capital, en una modesta sepultura, siendo destinados los gastos de lo que hubieran costado sus honras fúnebres a obras sociales, según dejara escrito en expreso deseo de sus últimas voluntades.

 

Buen ejemplo de este sentimiento, extendido a todas las capas de la población, son las palabras con las que el periódico El Defensor de Granada se refiere a ella:

 

 

Doña Berta Wilhelmi, la dama ejemplar, profundamente caritativa, que tantas pruebas de amor al desvalido ha dado durante toda una vida dedicada a hacer el bien, la que dedicó todas sus actividades, capital y esfuerzo a mirar por la salud del pobre y a luchar contra la terrible plaga que siega tantas vidas ha rendido su tributo a la muerte...

 

...ilustre por su nacimiento y por sus hechos, era conocidísima y apreciada por todos. Sus admirables cualidades, su espíritu emprendedor, que nunca desmayó en la lucha, la hicieron consagrarse por completo a una noble obra que fundó, vivía y vive por ella...

 

 

 

Los casos que cuentan que decidió terminar su vida, por las razones que se quiera, en el sanatorio que años atrás había fundado, dejan de manifiesto el desconocimiento de la filosofía vitalista que caracterizaba a Doña Berta. La muerte de un hermano a edad tan temprana no parece haberle afectado en la paralización de sus proyectos, antes bien, de darla por cierta, hubiera servido de incentivo para continuar su obra hasta el último de sus días. Si desde esta perspectiva, descartamos el suicidio, mucho más improbable nos parece que decidiera llevarlo a cabo por ahorcamiento. Los rumores locales que han trascendido sobre el tema de su autolisis refieren que se ahorcó en una de las habitaciones del hospital  y que fue hallada por los empleados de ese centro sanitario.

 

Berta Wilhelmi, mujer de reconocido prestigio por sus inquietudes intelectuales, tanto en el mundo de la ciencia como en el de la docencia, tendría sin duda acceso al conocimiento de fórmulas más estéticas y discretas para poner fin a su existencia. Siempre hubo en su entorno médicos amigos que le hubieran informado sobre el tema. Si hubiera optado por elegir el momento de su desaparición practicando algún tipo de eutanasia, no le hubieran faltado recursos para llevarla a efecto de forma menos espectacular. En su sentido de la estética y de su filantropía parece absolutamente incompatible la idea de dejar a sus familiares el recuerdo y la herencia de un suicidio. Eso, aún teniendo en cuenta el haber tenido que pasar por el trance del accidente mortal de su hijo, el comandanta Luís Dávila.  

 

Lo más probable es que la realidad se ajuste más a las versiones oficiales en las que se dice que Doña Berta murió como consecuencia de un derrame cerebral, si bien esto no queda documentado en ningún certificado de defunción. Lo cierto es que el misterio se empeño en rodear su final, incentivado por la necesidad popular de crear a su alrededor un alo de leyenda. Incluso en lo que se refiere a sus fotografías, se ha llegado a plantear la duda de si es ella realmente la que aparece en las imágenes o lo es su sucesora y amiga, la también súbdita alemana, Helene Bickman Alterhoff.

 

Desde entonces, son muchos los testigos que dicen haber v Nadie supo o pudo continuar su obra. Una de los últimos ecos de la leyenda se recogió por el periódico local El Ideal de Granada. Aquí dejamos recogida la noticia.

 

El Sanatorio estuvo funcionando hasta la Guerra Civil y la postguerra a cargo de su amiga Helene Bickman Alterhoff.-- Esa es otra historia que contaré. En la actualidad existe una calle cerca de la Avda. América con el nombre de Doña Berta, un colegio y una asociación también llevan su nombre.

 

La prensa del momento recogió la noticia de la inauguración del sanatorio, que fue recibida con entusiasmo por todos las fuerzas sociales de la época. Sus instalaciones no tardaron en ser ocupadas. El hospital tenía dos plantas dotadas de instalaciones que eran consideradas como de las más modernas de su tiempo. Contaba con agua corriente y calefacción, consultas de cirugía general y otorrinolaringología,  cocina, almacenes, cuartos de baño, servicio de lavandería, galerías solarium y de ocio. Finalmente se puso la instalación eléctrica. De las veinticuatro habitaciones, doce estaban destinadas a los hombres y doce a las mujeres.  El mobiliario fue financiado por la reina Victoria Eugenia. Prácticamente la totalidad de los pacientes recibían asistencia gratuita, si bien algunas contrataban media pensión ya que por tres pesetas disfrutaban de una dieta adecuada con abundancia de frutas, leche y carnes.

 

Fue inaugurado en el año 1923 y tres años después se amplió con un pabellón infantil con dieciséis camas para niños y niñas al que se le puso el nombre de su hijo, fallecido en accidente de aviación en el aeródromo de Armilla: Pabellón Luís Dávila Wilhelmi. 

 

Durante la guerra civil.... Sin embargo, por causas no muy bien explicadas, el hospital tuvo que cerrarse y trasladar a sus enfermos.

 

 

El Sanatorio estuvo funcionando hasta la Guerra Civil y la postguerra a cargo de su amiga Helene Bickman Alterhoff.-- Esa es otra historia que contaré. En la actualidad existe una calle cerca de la Avda. América con el nombre de Doña Berta, un colegio y una asociación también llevan su nombre.

 

 

 

 

 

Agustín Marañes, de 80 años, asegura que la mujer de blanco tiene que ser la última directora del sanatorio, Doña Elena Bickmann

 

 

 

 

Un hombre que vivió en el sanatorio reconoce a los fantasmas

JUAN ENRIQUE GÓMEZ/GRANADA | 2007-07-16 00:00:00

 

Agustín Marañes Morilla, tiene 80 años. Vive en Algeciras, y no ha podido evitar que las noticias sobre apariciones y fenómenos paranormales en el antiguo sanatorio antituberculoso de la Alfaguara, le hayan provocado una explosión de recuerdos. Agustín fue una de las personas internas en el sanatorio cuando aún funcionaba como tal. Tenía 17 años. Su padre le llevó a la Alfaguara para curarse de una pleuritis. Allí vivió durante varios meses. Conoció personalmente a las personas cuyas almas o energías vitales, se aparecen entre las ruinas que aún quedan del viejo centro sanitario.

«Es indiscutible, si se aparece una mujer de blanco, es la que fue la última directora del sanatorio, doña Elena Bickmann, una mujer encantadora, que siempre me trató con cariño, a mí y a todos los que estaban allí», dice Agustín, que no niega que también pueda aparecerse el alma de la fundadora, Berta Wihelmi, «pero al saber que los expertos hablan de una mujer, un niño, unos perros y un sacerdote, mi mente se ha trasladado a aquel tiempo. Todo coincide con la época en la que estuve allí», dice Agustín, que recuerda que había un sacerdote, muy alto, vestido de negro, tal y como se ha señalado por parte del profesor Rafael Reyes y otras personas que han sentido presencias extrañas en el paraje del sanatorio, y los perros.

Las imágenes en las que Rafael Reyes asegura haber captado a animales, dos perros, recuerdan a Agustín Marañes, a uno al que llamaban 'Esparramáo' porque el perrito había nacido con una atrofia en los cuartos traseros y se movía muy bien, pero arrastrando toda la parte de atrás de su cuerpo. «Y el otro era 'Caricarcusa', no se de dónde sacamos ese nombre, parecía un perro labrador, aunque quizá en una imagen de fenómenos paranormales se le pueda confundir con un Dobermán por la cara fina», dice Agustín, que recuerda que la vida en el sanatorio era agradable.

Insiste en que la mujer de blanco era Elena Bickmann y cuenta que «siempre vestía de negro, y se pasaba el día con la bata blanca puesta encima. Ella tenía una triste historia que es la que ha podido provocar que no descanse en paz». Agustín cuenta que esta mujer era alemana, amiga de la fundadora del centro, Berta Wihelmi. Al comenzar la Guerra Civil Española, volvió a Alemania, y al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, decidió volverse a España y reabrir el sanatorio, que había quedado abandonado por la contienda española. Pero al intentar salir de Alemania con su hijo, de unos 12 años, le impidieron que el chaval cruzase la frontera. «Le querían para la guerra, por lo que no pudo marcharse con él. Allí, en la frontera, quedó con su hijo que se verían en La Alfaguara, pero creo que nunca se llegó a producir el reencuentro». Agustín no sabe si el chico murió. No estuvo en las listas de muertos ni de desaparecidos, pero nunca volvió. Sobre Elena Bickmann siempre pesó el recuerdo de su hijo, y ahora, décadas después, no es posible descartar que la imagen de un niño en las apariciones del sanatorio, pueda deberse a aquel muchacho, hijo de doña Elena.

Agustín, cuando años después se caso, estuvo de viaje de novios en Granada. «Intenté ver a doña Elena, porque ella fue como una madre para mí. Me dijeron que vivía retirada en una de las primeras casitas de Sierra Nevada, ya en la carretera. Pero no la vi». Esta mujer, según el doctor granadino Fernando Girón, del Departamento de Historia de la Medicina de la Universidad de Granada y autor de un libro sobre el médico Alejandro Otero, en el que se refleja parte de la historia del sanatorio, comenta que Elena murió aquejada de un cáncer, después de que el sanatorio se cerrase de forma definitiva.

Apariciones


Para el investigador granadino, Rafael Reyes, es posible que Elena Bickmann sea una de las apariciones del sanatorio de la Alfaguara, pero mantiene que las psicofonías y las imágenes captadas por su cámara, hacen referencia expresa a la fundadora, a Berta Wihelmi. «Una de las noches que pasamos allí, y tras realizar las fotos en las que aparece una mujer vestida como enfermera, le llego a preguntar su nombre. Y la respuesta es muy clara. Dice 'Berta' con una voz en la se aprecia que no puede pronunciar bien la erre, pero dice Berta».

Para Rafael Reyes, no se puede ver este caso como la aparición de un único espectro. Son varias las presencias, y cambian según los momentos en los que ha acudido al sanatorio. Esta misma semana Rafael Reyes conversaba con Agustín Marañes. Ambos se sorprendían al comprobar datos aportados por Rafael y que Agustín podía recordar de su paso por el sanatorio. El cura de negro, ojos de niños y los perros.

Adentrarse en las ruinas del sanatorio de la Alfaguara provoca ahora una extraña sensación. El lugar está completamente abandonado. Aún queda en pie la nave principal, junto al gran porche del sanatorio. Las ventanas derruidas han sido tapadas con 'somiers', posiblemente los mismos que utilizaron los enfermos. Las vigas de madera están caídas entre los escombros. Los marcos de ventanales han desaparecido. La vegetación ha cubierto lo que un día fue una explanada con magníficas vistas hacia el bosque y Sierra Nevada al fondo. Un rato en silencio, entre los cascotes, provoca sensaciones enfrentadas, paz y miedo. Desde el pinar llega una pequeña brisa que te eriza el vello.

 

http://sp.ideal.es/alfaguara/noticia.php?id_noticias=369

 

 

 

http://sp.ideal.es/alfaguara/noticia.php?id_noticias=368

 

 

 

IDEAL DIGITAL. 10/07/07

 

Los fantasmas se aparecen en el sanatorio

Expertos en parapsicología graban psicofonías en las que se oye a una enfermera que pide que no les molesten más y que se llama Berta, igual que la religiosa fundadora del hospital El profesor Rafael Reyes tomó imágenes en las que aparecen la enfermera, un niño y sombras extrañas

SE llama Berta, murió hace décadas. Es uno de los fantasmas que aparecen entre las ruinas del viejo sanatorio antituberculoso ubicado en un recóndito paraje de la sierra de La Alfaguara. La presencia etérea, de la que los vecinos de Alfacar y algunos montañeros han hablado desde hace años, se ha dado a conocer. Unas psicofonías grabadas por expertos en parapsicología y fenómenos paranormales, revelan que la figurar que aparece entre las ruinas, dice por sí misma que se llama Berta.

Lo asegura un joven granadino, Rafael Reyes Casal, profesor de Secundaria, que junto a compañeros de investigaciones paranormales, grabaron varias psicofonías a los largo de los últimos meses. «Es una de las grabaciones, realizada por la noche entre los restos del sanatorio, notamos la presencia de alguien. Le pregunté cómo se llama. Su respuesta quedó grabada en la cinta. Dijo 'Berta', y curiosamente es el mismo nombre de la fundadora del sanatorio antituberculoso, Berta Wihelmi», dice el investigador, que con esta respuesta daba un importante giro a la investigación que desde hace años se sigue en los círculos parapsicológicos sobre uno de los lugares en los que las leyendas populares señalan mayor actividad de lo que denominan almas en pena.

Rafael Reyes se interesó en investigar el sanatorio antituberculoso tras conocer los comentarios de los habituales de la Alfaguara y vecinos de Alfacar. En el año 1923, con el impulso de Berta Wihelmi, se construyó e inauguró un centro hospitalario y de reposo para tuberculosos. El sanatorio se mantuvo hasta la Guerra Civil. Desgraciadamente el frente se estableció en esa zona de la Alfaguara, entre pinares a mil metros de altitud. El sanatorio se abandonó y quedó semidestruido. El tiempo terminó de convertirlo en ruinas. Desde poco después de la guerra se empezó a hablar de apariciones, algunas de ellas documentadas por expertos como Rafael Casares y Juan Arcas, que lo incluyeron en el libro '13 historias de fantasmas, casas encantadas y poltergeist', pero hasta el momento nadie había podido determinar la posible identidad de las apariciones y menos aún fotografiarlas y filmarlas en video.
Rafael Reyes, tras investigar durante dos años, realizó unas fotografías en las ruinas del porche, con una amiga, Yazmina Mimun, en primer plano y con la intención de que los fantasmas apareciesen al percibir la presencia humana. «Sabía que aparecerían. Había notado claramente su presencia», dice Rafael, que asegura que en el margen izquierdo de la imagen aparece la figura de una enfermera vestida como lo hacían a principio de siglo, y en la parte derecha, el rostro de otra mujer. «Hay más fotos que se han hecho a lo largo de los últimos meses, una de ellas con el rostro de un niño, la imagen de un perro y una figura de negro», dice.

Las voces

Las primeras percepciones fueron las voces. Una voz de hombre, una figura de negro que posiblemente podría tratarse de un cura, ya que el sanatorio, durante un tiempo, fue regentado por jesuitas. Habló la primera vez que acudimos al sanatorio. «Mientras veíamos que la grabadora podría tener problemas con las pilas, oímos una voz de hombre que decía 'tranquilo, que sí va a salir'. Allí no había nadie».

Más tarde, con la continuación de las investigaciones, una decena de psicofonías han registrado frases, una de ellas, en latín, y la más importante, comprobada recientemente por sistemas de análisis de espectro de audio, en la que la voz de la enfermera dice claramente: «No me molestes más», y otras palabras imperativas: «Vete» y «No entres dentro». El investigador preguntó, en esa ocasión en la que parecía que la mujer estaba con más intención de hacerse presente, si tenía miedo. La respuesta fue: «Tu sabes que no tengo miedo».

La investigación se da a conocer ahora porque la tarea de analizar las voces está ya muy avanzada. «Está claro que no son voces humanas, la intensidad e inflexión de la voz, más gutural, se muestra claramente como no humana en el análisis del espectro de onda».

Rafael Reyes cree que los campos de energía que se mueven en el viejo sanatorio son la representación de personas que vivieron y murieron allí, que no han podido abandonar el mundo de los vivos porque les ha quedado algo por hacer. «Se manifiestan ante personas que pueden tener una sensibilidad especial para percibir energías y formas», dice Rafael Reyes, pero lo cierto es que cualquier persona que llega al viejo sanatorio, entre los pinares de la Alfaguara, ruinoso y con dos enormes cipreses que flanquean las entrada, siente algo extraño, aprecia un silencio especial, una abrumadora tranquilidad.

Apariciones
 

Los vecinos de Alfacar siempre han sabido que las apariciones del sanatorio se corresponden con personas que vivieron allí. Saben que Berta Wilhelmi tenía la imagen de una mujer muy apegada a su hospital, al cuidado de los enfermos. También saben que allí murieron muchas personas a causa de la enfermedad, entre ellos niños.

En las imágenes tomadas por Rafael Reyes, se aprecian caras de niños entre la maleza y las ruinas, además de la imagen de un perro, posiblemente un Doberman.

El investigador asegura que hay dos entidades enfrentadas, la mujer, que no quiere presencia de personas, y el hombre, posiblemente el sacerdote, a quien no le molesta que allí vaya gente.

Desde hace años, el sanatorio de la Alfaguara es un punto de encuentro para senderistas, ya que se encuentra en una de las rutas más utilizadas de la Alfaguara.
 

jegomez@ideal.es

Ver la noticia en su contexto original

 

 

Los investigadores sabían que algunas personas habían contemplado la aparición espectral de una enfermera que vagaba por las estancias de la construcción, acompañada por lo que los testigos identificaron con un gran perro negro. Los dos principales investigadores, Juanjo y Antonio Guzmán, pasaron muchas noches en vela con el objetivo de toparse con la presencia fantasmal. Una noche, junto a otra persona, comenzaron a escuchar unos pasos en la lejanía, cuyo sonido venía acompañado por una voz susurrante. Acto seguido, los tres vieron la imagen de una mujer de pelo blanco, con unas ropas del mismo color y una cara muy demacrada. Lo sorprendente es que la figura se desplazaba lentamente, pero a varios palmos del suelo. Antes de que ninguno de los presentes pudiese reaccionar, la mujer se volatilizó en el aire. Días después, los hermanos Guzmán, tras una intensa investigación en archivos y bibliotecas, dieron con una vieja fotografía en blanco y negro de Bertha Wihelmi. Cuando la contemplaron por vez primera, ambos se miraron con cara de asombro y cierto temor. Era el mismo rostro que habían contemplado en el interior del sanatorio encantado. ¿Aun vaga entre sus derruidos muros la figura espectral de Bertha Wihelmi? Eso, al menos, es lo que nos confirmaron quienes han tenido el valor de adentrarse en el corazón de la Sierra de Alfaguara, en pos de unos fenómenos que continúan produciéndose y para los cuales todavía no existe una explicación racional.

 

La verdad es que hay un poco de confusión con algunos datos, la foto de abajo no se sabe ciertamente si es de Bertha o de Elena Bickmann, otra mujer que trabajaba en el sanatorio. Las últimas noticias, dadas por un anciano que fué paciente en ese hospital, dicen que es Elena y que es ella tambien la que se aparece en ese lugar. Incluso viendo las fotos dice reconocer a los perros que había en ese sanatorio hace setenta años.

 

Pero la muerte de su hermano seguía atormentándola por lo que inicia en Granada una lucha propia contra la enfermedad, inaugurando, en 1923, el sanatorio de la Alfaguara y, en 1924, un preventorio para niños y niñas con todas las características de una escuela al aire libre

Como el centro era de índole benéfico, las camas eran gratis pero, algunas, con media pensión, debían abonar 3 pesetas en concepto de dieta, precio que no era elevado si se tiene en cuenta que el centro contaba con el mejor equipo posible de su época
Tras la muerte de la famosa Berta, toma el mando del sanatorio su amiga, Helene Bickman Alterhoff, la cual mantiene en funcionamiento el hospital hasta principio de la postguerra, momento en el cual el hospital es abandonado de forma casi automática

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A la inauguración de este centro, acuden todo tipo de autoridades, ya que el centro es considerado de gran importancia debido a la alta cantidad de enfermos que había. En su inauguración el centro cuenta con dos plantas y un total de veinticuatro camas, doce para hombres y doce para mujeres

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