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 Pobre, mujer y negra: Ella Fitzgerald

  Tal y como apareció publicada en MATUTINO.COM (Año 2005)

 

  Pobre, mujer y negra: Ella Fitzgerald
First Lady Of Song

                                            Artículo: Milagros Soler Cervantes
 

 

Nació el 25 de Abril de 1917 en Newport News (Virginia), estado esclavista del sur de Estados Unidos. Fue educada por su madre y su padrastro, protagonizando una infancia de pobreza en cuyo escenario la droga y la prostitución estuvieron siempre presentes.

La familia se trasladará a Yonkers donde, tras la muerte de su madre, huirá definitivamente del acoso y los abusos sexuales de su padrastro. Buscará refugio en Harlem, donde se ganaba la vida cantando y bailando por las
calles acompañada de su primo, encargado de recoger en un sombrero el dinero que en él depositaban los transeúntes.

Admiraba profundamente a las Broswell Sisters. Según ella misma declarará más tarde, fueron sus únicas profesoras de música, ya que las imitaba cantando junto a la radio cuando sonaban sus melodías. Su inquietud artística le llevó a intentar el éxito en los escenarios como bailarina.
 

Un día –declarará la cantante–, hice una apuesta con dos amigas: como a las tres nos atraía el escenario, sorteamos a ver quien se presentaba a un concurso para principiantes. Yo gané. Quería presentarme como bailarina pero, en el último momento casi me obligaron a cantar, de modo que canté. Así comencé a ganar todos los concursos.

Yo quería ser bailarina, no cantante –insistirá Ella–. Salí al escenario y al ver a toda la gente tuve un ataque de nervios. Entonces traté de cantar.

 

Ante su propio asombro, comenzó a cantar Judy y The Object of my Affection. Había nacido un mito.

El Apollo Theatre de Harlem en Nueva York, a partir de ese año de 1934 y gracias al concurso semanal Amateur Night Show en el que Ella Fitzgerald había participado, se convirtió en uno de los centros de producción de más prestigio entre los artistas negros del momento.

Aquella misma noche el saxofonista Benny Carter quedó impresionado por la voz de aquella muchacha de apenas dieciséis años. La recomendará a Benny Goodman como vocalista de su orquesta y finalmente a Fletcher Henderson, pero será el jorobado Chick Webb el que la contratará definitivamente para cantar en su banda, por un salario de apenas 25 dólares. Nos sigue contando Fitzgerald:

Al principio, Chick tenía un hombre como cantante y no quería una mujer. Entonces me dijo: Mañana tocamos en Yale, tomate un autobús hasta ahí y si les gustas, te quedas en la banda.

Al que tenía que convencer con su voz era a Moe Gale, el manager del grupo. Chick le había advertido a este:


No la mires. Sólo escucha su voz

Chick sería desde entonces su mas rendido admirador y padre espiritual de su carrera artística. Cuando Webb murió, la diva afro-americana decidió quedarse con aquella big-band, que pasaría a llamarse Ella Fitzgerald and her Famous Orchestra.

Durante ese periodo abarcó todos los estilos. Se inició como cantante de swing para continuar con bebop y destacando como nadie lo había hecho hasta entonces en el scat, improvisación vocal sin letra, en el que llegó a alcanzar las máximas cotas de perfección.

Merecen especial mención las interpretaciones que hará del tema Lady be good y el éxito alcanzado con A-tisket, A-tasket. Esta última canción fue creada por Feldman en 1938 para ella, basándose en una idea original de la Fitzgerald. En 1942, agotada por el esfuerzo que suponía cantar y dirigir la orquesta diariamente, decidió deshacer el conjunto. Se adaptó a todo tipo de canciones, a las que imprimía su genial y particularísimo sello: blues, bossanova, calipso, gospel, soul, himnos navideños, temas de la actualidad, pop...

En los años cincuenta se incorporaría a la Jazz at the philarmonic de Norman Granz, derivando sus interpretaciones hacia la balada. Compartió escenario con estrellas como Duke Ellington, Benny Goodman, Count Basie, Abbot y Costello, Louis Armstrong y Sinatra, entre otros.

En la década de los cuarenta se casa por primera vez con un trabajador portuario. Su matrimonio durará apenas tres años (1941-1943); en la década de los cincuenta volverá a contraer matrimonio con el músico bajista de jazz, Ray Brown, con el que, a pesar de que su separación se produciría apenas cuatro años después, tuvo a su hijo Ray Brow Jr., que seguirá el camino musical de sus padres en el mundo del jazz.

Abarcando todo tipo de registros, sin plantearse ninguna restricción musical, Ella Fitzgerald se hizo acreedora de un palmarés pocas veces igualado. Más de doscientos cincuenta discos, trece premios Grammy, incluso un título como Doctora Honoris Causa concedido por la muy sureña Universidad de California.

Cuando iniciaba un scat la audición resultaba sencillamente mágica. Las notas parecían imbricarse en al aire, formando parte del alma invisible de las cosas. Alguien dijo de su voz que fue creada para copiar los instrumentos musicales, a lo que ella respondió:

 

Solamente traté de hacer lo que escuché que hacían las trompetas de la banda.

 

Tonny Bennet dirá, refiriéndose a Ella:

 

Esa es mi idea de lo que es ser una gran cantante. No hay nadie mejor.

Haciendo gala de la famosa pésima salud de hierro que se atribuye a las mujeres, inició su declive físico en los años setenta, cuando comenzó a tener serios problemas en la vista.

 

En 1985 sufrió un edema pulmonar durante una de sus actuaciones. Se verá sometida, a causa de la diabetes, a una intervención quirúrgica en la que le serán amputadas ambas piernas. Sufrió ataques cardiacos y murió finalmente el 15 de Junio 1996, a los 78 años de edad, dejando tras de sí un legado de valor incuestionable.
 

Duke Ellington dará testimonio musical de la personalidad de esta mujer incomparable en su obra Portrait of Ella Fitzgerald. Con su muerte, el mundo jazzístico quedó paralizado. La Música entonó un aria irrepetible.

La niña que soñó ser bailarina y triunfó como cantante, la mujer sin piernas que caminó por todas las sendas del pentagrama, la visionaria casi ciega... pobre, mujer y negra: No hay epitafio posible. Si acaso, un scat como Réquiem.

                               
Solo un saxo de fondo. Y su voz.

 


                                             Eternamente Ella.


 

 

 

                                                               

 

Diseño Web y selección musical: José Antonio Fernández Quintero

 

 

 Una canción dedicada a una especial colaboradora y un rendido agradecimiento por lo que hace y como lo hace que es única. Un beso y adivíname quienes son...

 

(For You,       Milagros)

 

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