Pedro Garciarias
Haikus creados durante los años 1998 - 1999
Desde el año 1998 Pedro Garciarias viene realizando una serie de escritos poéticos que, expresados a través de haikus según la Escuela Shinkeikoo, complementa y sincronizan con su obra pictórica.
En su primera etapa ( desde el año 1998 al 2000) se planteó la divulgación a través de series con ejemplares limitados que venían designados por un solo número (Nº 1) y su fecha de edición (Haiku nº 1 año 1998, Haiku nº 1 año 1999). Durante ese tiempo se publicaron un total de cinco ejemplares, de los que cuatro están fechados en el año 1999 y otro en el año 1998.
A partir del año 2001, las composiciones empezarán a tener una denominación numérica puntual para cada ejemplar, iniciándose esta nueva serie en el Haiku nº 5 del año 2001. En la transcripción que realizamos aquí de esta primera etapa seguiremos el orden cronológico de creación del autor, dándose la particularidad de que el fechado en 1998 fue escrito con posterioridad a los cuatro correspondientes al año 1999. No existe ningún ejemplar correspondiente al año 2000. Para mayor facilidad a la hora de referir o citar los haikus de 1999 les hemos añadido un número romano entre paréntesis bajo el criterio de su fecha de creación.
ÍNDICE DE HAIKUS 1998 - 1999
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HAIKU Nº 1 (I) - Año 1999
Él tenía un mar violeta y oro a las cinco y media de todas las tardes, desde el muelle de Regla hasta el faro del Morro, imaginaba que, con la mano, podía cambiar el aire y la orientación del paisaje con la rapidez de un mago. Cruzaba la bahía, algunos domingos, con sus padres, en un cascarón de madera con media techumbre de malla y le parecía que el agua, de un momento a otro, saltaría dentro. Eran olas altas y oscuras, de mar profundo y sedimentos negros. El aire, a pesar del mar, olía a caña dulce.
RECUERDOS DE UN NIÑO DE LA HABANA VIEJA, 1957
camino en solitario, noche profunda sin luna, ¡y ni una estrella!
seda sobre mi tejado la Vía Láctea se extiende todavía no hay luna.
silencio, me quedo en bruma, canta el laúd.
al irse la estrella, las crías del estornino gritan, me despiertan.
camino toda la noche, el corazón oscuro, bajo la luna creciente.
Ahora te deshojas, pequeño tilo, duerme tus hojas.
la primera luna de abril en mi camisa blanca ¡que no se escape!
se eleva en rosa, velada en bruma, ¡luna de agosto!
luna llena de agosto, la taza blanca, rebosa radiante.
luna de amarillo indio vuelves berenjena la cúpula azul del cielo.
pequeñas nubes de agosto, la última luna se esconde tras su abanico.
verdinegro ojo, espejo de aguas, luna de otoño.
HAIKU Nº 1 (II) - Año 1999
Nunca había visto una luz tan blanca a la orilla del mar como la de aquel verano en Almería. Muchas veces, a lo largo del año, pensaba en la luz de agosto y siempre la recordaba amarilla. Fue el último verano con aquella intensidad de luz. Después he vuelto al mar, siempre que puedo regreso a él, es el camino de la infancia, el refugio de la niñez. Hoy, la playa es otra, y aunque la hora es la misma, la irradiación es ciertamente amarilla, con algún fulgor plateado y reflejos verdes en el agua, de esos que toman el bronce cuando envejece a la intemperie. Pero nunca más el blanco deslumbrador de aquella luz de agosto cuando Jesús salía del agua, chorreando y tiritando a la vez, y su madre lo envolvía en aquella toalla grande que se henchía como la vela de un barco. Me vino a la memoria aquella escena de la "lluvía de primavera", conocida en Japón como harusame. PLAYA DE BALANEGRA, AGOSTO DE 1996
ruge el abismo, se avienen las olas, líquidos cristales.
silba al oído el mar de Poniente, ¡salitre fragante!
mudo se queda, azul citrón, mar de la espuma.
música del agua, la orilla estalla: el niño de bronce corre.
cien olas blancas, lágrimas azules, estela de un barco.
sal en los labios, tornasol de escamas: relucen los pargos.
como verde aceituna se desliza una burbuja, es turquesa la trama.
enarbola espumas, enloquecida el agua, la cola de la carpa.
dos pies desnudos aquietan la espuma, duermen las aguas.
junto a la orilla, las crías de gaviota, tiemblan entre las algas.
bajo un cielo ultramar se desgajan nubes: dibujo una estrella.
torbellino vertical de agua, llega septiembre, de azul y plata.
HAIKU Nº 1 - Año 1998
Ella apareció en el estudio con un ramo de rosas pálidas, tres gladiolos de color granate y dos zinnias anaranjadas. Mientras lo dejaba sobre mi mesa, se deslizaron sus manos blancas bajo el abanico verde de hojas.
ERA EL 5 DE AGOSTO DE 1996, SOBRE LAS DOS Y MEDIA DE LA TARDE.
se despliega el ramo llameante bajo el abanico verde dos manos blancas.
temprana aurora arroja violetas sobre el farol.
parpadean junto a la tapia sombras lilas, los agapantos.
se hunde en mi vaso el plenilunio, crece el verano... ¡la casa en flor!
de pié, la azucena roja embriaga.
retuerce el agua la incandescencia del clavel caído.
aguas negras, cuchillo naranja, luna creciente.
tras la rosa, en el ojo amarillento del remolino flotan los sépalos.
la rosa helada, en el último otoño, tiembla.
mar arbolada, pequeño guijarro envuelto en la ola.
atraviesa las olas la aguada gris de una gaviota.
mar talismán piedra turquesa colgada en mi cuello.
se agitan los pliegues del celofán amarillo, ¡ah, alas de mariposa!
HAIKU Nº 1 (III) - Año 1999
Aquel mediodía un tábano tornasolado dibujaba su propia sombra, posado en la esquina de un libro que estaba abierto al sol. Las flores de parra se abrían lentamente y los pétalos ya secos del ciruelo rodaban por el viejo suelo de pizarra, a lo lejos ladraba un perro. El aire era de agua. Las flores blancas del mandarino estallaban de olor. Era primavera y cantaba un pájaro: solté el azadón.
ALPUJARRA DE LA SIERRA, ABRIL DE 1999
todo, súbitamente, se hizo flor.
se anuncia el fruto: el cerezo de abril esparce pétalos secos.
llega abril con las primeras rosas, ¡es viejo el vino!
con lilas blancas azotaba Kintaro las venas del agua.
sonrosadas lilas dejaron caer al alba todo su rocío.
despunta el sol y rasga la inerme hoja de un crisantemo blanco.
encendido hibisco de profundo rojo flotas en mi abanico.
en un plato de barro, la densa marea de las rosas, navega.
se levanta el blanco pétalo de un loto. ¡zas!, ya se abrió.
la dalia antigua lucha junto a la acequia, besa el agua.
leo al sol, la sombra del tábano se hace dibujo.
sobre los claveles rojos cayeron sin rubor dos cerezas amarillas.
HAIKU Nº 1 (IV) - Año 1999
Un trepador granate y rosa envolvía una columna blanca con cenefas verdes, junto a él, la barandilla de hierro negro se recortaba sobre el muro encalado, cegador, al sol. La parra de septiembre, violeta y verde, se había hecho dueña de la pérgola. Pasado el calor de agosto, los recuerdos del verano se agolpaban en la memoria adentrándose en la afección; me parecía ver de nuevo aquel ramo de peonías que, junto a los lápices, parecía dibujarse solo. Aquella tarde, una extraña soledad se extendió por la terraza que mira al huerto, la casa estaba vacía y una compañía invisible la envolvió. ALPUJARRA DE LA SIERRA, FINALES DE SEPTIEMBRE DE 1999
donde había pámpanos ahora caen flores, ¡es dulce el vino!
rojos de sol, se balancean al aire dos abanicos.
se trenza el agua, su risa llega hasta mi almohada.
¡un villancico profano! cantan, exhaustos de amor, los amantes.
la pulpa perfumada del melocotón maduro cubre su espalda.
lo interno, lo eterno, cimbrea la rosa, se quiebra el agua.
colibrí multicolor, venas del aire, corazón alado.
morado mar del iris, ¡te atrapa con sus flechas el sol arquero!
grises estorninos descienden en bandadas sobre el cerezo rojo, ¡qué banquete!
oro en azul, amarillo rayo, arden las rosas.
confundió el sol con el calor de mi lámpara, una abeja ciega.
¡Ay, limonero aún dos brotes!, ¡y es casi otoño!
Música:"Kimigayo"
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