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FENICIOS Y PÚNICOS: PRIMERAS COLONIAS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

 

 

 

LOS FENICIOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

 

Resumen  realizado por Milagros Soler Cervantes

sobre la publicación I Fenici de Mª Eugenia Aubet

 publicado en Edt.Bompiani. Milán,1.988

 

INTRODUCCIÓN

 

PROSA - ÍNDICE

La colonización fenicia y cartaginesa por el Mediterráneo alcanzó su punto de máxima expansión en la península ibérica. La importancia de los restos arqueológicos encontrados parece demostrar  que Andalucía constituyó uno de los objetivos más importantes en sus colonizaciones, seguramente por su ubicación estratégica como punto de control marítimo en las aspiraciones de Cartago durante el siglo V antes de Cristo.

 

Necrópolis como la de Villaricos o fundaciones como Gades (Cádiz) dan buena prueba de esto. La arqueología de mediados del siglo XX sacó a la luz restos importantes asociados a los fenicios orientales y pertenecientes al periodo llamado orientalizante. Yacimientos como el de Sexi (Almuñecar, Granada), Guadalhorce o Mezquitilla, entre otros, restaron protagonismo a la preponderancia de las investigaciones sobre las fundaciones gaditanas e ibicencas.

 

Nave fenicia      

Barcos fenicios como los que navegaban por el Mediterráneo.

 

 

GADIR

 

Estrabon y Veleyo Patérculo sitúan la fundación de Gadir hacia el año 1100 a.d.C., fecha que como nos señala María Eugenia Aubet, puede estar condicionada por el hecho de que el mundo helénico asociaba esta fundación con Hércules y la guerra de Troya. Desde Gadir, la influencia fenicia se proyectó por el norte de África hasta lugares como Mogador (Lixus) en Marruecos o las Islas Pitiusas (Baleares).

 

La demanda de metales como el oro y la plata en el Próximo Oriente provocó el desembarco en las costas andaluzas de un importante contingente de navíos que atraídos por la riqueza de los yacimientos, terminaron adquiriendo carácter permanente. Surge así la necesidad de ejercer el control sobre esos territorios. Huelva (Río Tinto) y Sevilla (Aznalcóllar) protagonizaran explotaciones masivas en las que participaba en su extracción y de forma determinante la población indígena. Desde Gadir se embarcaban los metales preciosos en lingotes hacia Siria, Cerdeña y todos los centros comerciales importantes del Mediterráneo.

 

  Interior de una mina fenicia

 Tesoro tartésico de Aliseda (Cáceres) y mina explotada por los fenicios.

 

 

En Aznalcóllar y Río Tinto, a juzgar por la cantidad de restos de escorias encontrados, podemos deducir que la explotación fue duradera y exhaustiva. Diodoro (v. 34 - 3/4) nos dice que la plata tartésica era adquirida a los nativos a cambio de objetos de poco valor. Nos cuentan las fuentes clásicas, que era tal la abundancia de plata en Tartessos y tal la avidez de Siria por obtenerla, que las naves fenicias hacían sus anclas con este metal para aprovechar al máximo la carga del barco.  Este mercado floreciente de metales permitió a la ciudad de Tiro, capital del territorio fenicio, emprender la fundación de nuevas colonias en África, Sicilia, Cerdeña y también en Hispania.

 

Asentamientos fenicios en la Península Ibérica, segíun la catedrática Maria Eugenia Aubet  Ubicación del templo de Melkart en la isla de Sancti Petri (Cádiz)    Isla de Sancti Petri (Cádiz) Posible ubicación de Tartessos

 

 

La influencia de los príncipes tirios en el sur peninsular se detecta en la cultura material de la  nobleza local. En los siglos VIII-VI se adquieren nuevos rituales funerarios, se divulga por todo el territorio el uso del hierro así como el de la cerámica elaborada con torno. Las tumbas ofrecen  ricos ajuares con ofrendas de marfil, vajillas de oro,  objetos de cobre y plata. Nos cuenta María Eugenia Aubet que en poblados como La Joya (Huelva), Carmona y Setefilla (Sevilla) o en La Aliseda (Cáceres) se ha podido detectar  la práctica del don; es decir, el regalo de un ítem de prestigio a los jefes tribales, a cambio del derecho al comercio, el permiso de explotación de los recursos naturales o el de paso hacia los territorios donde existían puntos de interés comercial.

 

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 Tesoro tartésico de El Carambolo (Camas, Sevilla). Forma en la que eran utilizadas las joyas de oro.

 

En el contexto de una economía floreciente en el Mediterráneo, las colonias fenicias andaluzas eran de trascendental importancia. Tanto por su riqueza en metales como en otros productos del mar (salazones) y de la tierra (agricultura y ganadería), mantuvieron el interés por su posesión colonial hasta época romana. El asentamiento fortificado de  Gadir (GDR) parece que se situó la isla de Erytheia, la menor del pequeño archipiélago que domina el estuario del Guadalete, dominado el centro de la bahía. Actualmente, parte de ella está sumergida.

 

 Reconstrucción del perfil de la costa de Gadir en tiempos de los fenicios.

Fuente: Geoarqueología dialéctica en la Bahía de Cádiz. de Oswaldo Arteaga.

 

Los restos arqueológicos (basamentos, capiteles, restos de muralla, etc.) hablan de su importancia monumental. La Isla de León (San Fernando en la actualidad) recibió varios nombres, tales como Gades, Gadeira o Gederioi. La necrópolis pudo estar ubicada en la que para Plinio era la isla mayor, es decir, Cotinusa. Se halló un templo consagrado a Melkart, protector de la ciudad de Tiro (Herakleión). Este dios fenicio será luego asimilado por los griegos con el nombre de Heracles (Hércules). Este templo adquirió un gran protagonismo en el territorio, ya que ejerció un papel tutelar tanto jurídico como bancario y religioso. Mantendrá su actividad hasta el Imperio Romano practicando ritos orientales y teniendo el acceso vedado a las mujeres.

 

El oráculo del templo de Melkart fue consultado por Aníbal, Fabio Máximo, Polibio y César. Los emperadores Trajano y Adriano, nacidos en esa región, incorporaron el culto de Hércules-Melkart a la religión del estado romano. Gadir fue punto de encuentro y referencia en el comercio del mundo antiguo del Mediterráneo; sobre todo, cuando Tiro perdió su influencia en occidente y las relaciones con Sidón adquirieron relevancia. En el año 206 antes de Cristo los romanos tomaron posesión para su Imperio de esta floreciente ciudad ibérica. 

 

Sarcófago antropomorfo femenino hallado en Cádiz.Siglo V a.d.C.Sarcófafo antropomorfo masculino hallado en Cádiz. Siglo V a.d.C.

 Sarcófagos antropomorfos de Cádiz.

 

Sarcofago antropomorfo femenino hallado en Cádiz

 Detalle del sepulcro antropomorfo femenino.

 

 


 

COLONIAS FENICIAS EN ANDALUCÍA ORIENTAL

Transcripción literal del artículo de Mª Eugenia Aubet

PROSA - ÍNDICE

 

Los 170 Km. que van del Guadalhorce (Málaga) hasta Adra (Almería) están saturados de pequeñas ciudades fenicias junto a los deltas fluviales, dispersas y muy adaptadas al entorno. Entre 750 y 550 a. C. se detecta un denso poblamiento que acaso empezase a comienzos del s. VIII en el Morro de Mezquitilla (Málaga). Todas se emplazan en un promontorio litoral poco elevado, en la boca de un río (Toscanos, Morro, Chorreras), en una península dominante (Almuñécar) o en un islote de la desembocadura (Cerro del Villar), posiciones que procuran una doble ventaja: buena condición portuaria y fácil explotación del suelo aluvial, muy fértil.

 

La abundancia de restos permite deducir que la mayor parte de las colonias surgió entre 750-720. Se construyeron grandes edificios en posición elevada dominando una urbanización homogénea y organizada. A fines del s. VIII ya se aprecia un crecimiento demográfico, acaso por la llegada de un segundo flujo colonizador tirio o gaditano, que generan barrios metalúrgicos y alfareros en Mezquitilla y Toscanos.


Hacia el 700 aparecen fortificaciones y entre el 700 y el 600 se aprecia gran prosperidad comercial, base del aspecto orientalizante de la arqueología indígena andaluza. En Toscanos se alza un enorme edificio de tres naves y dos pisos, almacén mercantil, que regula la vida del río Vélez con el comercio de grano, aceite y vino, que permite deducir la existencia de una red administrativa fenicia bastante densa. El aspecto del dispositivo de Toscanos recuerda los de Al Mina del Orontes o Hazor.

 

 Bronce de Carriazo. Cultura orientalizante tartesica.

 

Durante el siglo VII se detectan productos orientales, chipriotas, greco-orientales, de Pitecusa y Etruria, seguramente pagados con productos agrarios. Aparecen vasos áticos, rodios y corintios, algunos fabricados en la Grecia occidental (Ischia-Pitecusa). Las necrópolis (Almuñécar, Mezquitilla, Toscanos) están cerca de la ciudad y a menudo al otro lado del río. Predomina la incineración con ritual oriental: junto a la urna cineraria hay varias ánforas de barniz rojo, acaso lustrales o de libación, una lámpara, un plato con alimento y joyas, anillos, marfiles, etc. A veces, tras el cierre de la tumba se ponía sobre ella cerámica rota intencionadamente que podría formar parte de algún tipo de ritual funerario.


En algunos casos las cenizas del muerto se guardan en lujosas urnas egipcias de alabastro o mármol, datados en los siglos XVI a VIII por los nombres faraónicos. La mayor parte corresponden a la Dinastía XXII (Osorcón II, Taquelot II, Sheshonq III, años 874-773). Vasos de alabastro de esta clase, inicialmente destinados a vino de precio, aparecen en menor número en residencias regias de Asiria o Samaria, como parte de botines de guerra o presentes intercambiados entre casas reales. No sabemos cómo tales piezas llegaron a la Península en el s. VII. Se especula con el hecho de que procedieran del saqueo de tumbas o de regalos faraónicos a los tirios; en todo caso, denotan la presencia de personajes importantes en al región.

 

Terracotas de la diosa Tanit (Santuario de Culleram, Ibiza).

 

Deducciones similares se obtienen en Trayamar, a orillas del Algarrobo, cuyas grandes tumbas subterráneas con cámara y corredor de acceso en sillar muestran su uso para familias o clanes enteros. En la segunda mitad del s. VII fueron abiertas y reutilizadas para nuevas incineraciones y, a fines del siglo, inhumaciones. Los ajuares funerarios son similares a los anteriores, pero varía la magnitud de los monumentos, típicamente oriental, y su utilización por una o dos generaciones de colonos fenicios. Trayamar implica la existencia en la costa malagueña de grupos familiares de fenicios de elevado rango y arraigados en Occidente.

 

Hacia comienzos del s. VI se aprecia una crisis o reorganización: en Toscanos se abandona el gran almacén, se rehacen las casas y se detiene el intercambio con el resto del Mediterráneo. Hacia el 550 culmina la crisis con el abandono general de la zona, momentáneo o definitivo, según puntos: la colina de Toscanos, por ejemplo, sólo será ocupada nuevamente en tiempos del Imperio. La caída de Tiro en manos de Nabucodonosor (586-573) puede ser una explicación y otra la caída de Tartessos. En igual fecha irrumpe el comercio focense en el área de Huelva.

 

 

CASCO GRIEGO ENCONTRADO EN LA RÍA DE HUELVA.

Fenicios y griegos se disputaban las riquezas de Tartessos.

 

 La crisis fenicia en Hispania fue más visible que en Cerdeña y Sicilia, que la padecen en la segunda mitad del siglo VI. En Gadir se aprecia la desaparición del negocio de la plata y la decadencia de la cultura tartésica, principal beneficiaria de la presencia fenicia. No hay noticias literarias ni epigráficas sobre las pequeñas colonias de Málaga, Granada y Almería. La Numismática y fuentes tardías nos dan los nombres fenicios de Malaka, Sexi (Almuñécar) y Abdera (Adra).


Tras la crisis fueron reocupados casi todos estos lugares antaño fenicios. Se aprecia una reestructuración del territorio y los poblados, que renacen en zonas cercanas (Toscanos) o se repueblan al poco (zona del Guadalhorce). Se advierte el tránsito generalizado al periodo púnico (siglos VI-III a. C.), en el que la población de lengua semítica muestra la fuerte influencia de Cartago: grandes necrópolis de inhumación en fosa o en hipogeo excavado en la roca muestran el cambio de rito y el crecimiento de la población en áreas antes periféricas, como en Villaricos (Baria), que empieza a explotar las cercanas minas de plata de Herrerías, quizá ya bajo control cartaginés. Malaka se convierte en la ciudad portuaria más importante en tanto que Toscanos reduce su importancia (necrópolis de Jardín). El periodo púnico muestra que a los puertos fenicios se añaden verdaderas ciudades como en Gadir, Malaka o Ebusus en que aparece el culto a Tanit u otros dioses de Cartago que sustituyen a Melqart o Astarté, más orientales.

 

 

 

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