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LEONES Y GACELAS

Disertación sobre el poder y los sindicatos

 

Milagros Soler  Cervantes

 

 

Granada, 1 de Mayo de 2005

 

Todo empezó, como ocurre casi siempre, al salir de clase.

– ¿Tomamos un algo en la cafetería?

La pregunta se la dirigí a Paco Casanova, profesor de Paleolítico en el Departamento de Prehistoria. Así lo llamaban sus alumnos cuando llegué a la Facultad por su éxito entre el público femenino.

 

Bajamos la escalera charlando sobre las incidencias surgidas en la última excavación romana en el Albaycín granadino. El tema derivó hacia la capacidad de adaptación e integración de diferentes etnias en culturas que les son ajenas y de ahí, pasamos a comentar el llamado Experimento Virunga.

 

Yo mantenía que las teorías del conocimiento etnocentristas, antropocéntricas y sociocéntricas eran un gran error para la percepción absoluta de la experimentación antropológica. Me fundamentaba, entre otras, en las investigaciones de Jean-Claude Armen (alias Auger) sobre los niños ferinos.


Él, por supuesto, todo lo contrario. Eso lo hacía sistemáticamente. Se oponía siempre a toda tesis que yo propusiera, aunque segundos antes la hubiera defendido a capa y espada. Se trataba de llevarme la contraria a ultranza: antes el ridículo que coincidir con mis opiniones. Después del feroz pulso dialéctico, en el que habíamos acabado siendo el centro de atención de nuestros colegas, cuando ya lo tenía contra las cuerdas, soltó su frase-puntilla preferida:

–Si te crees lo que estás diciendo, vete una temporada con los masai y a la vuelta me traes las pruebas.

Ellos se rieron. Ellas, nosotras, empezamos a buscar una respuesta.

 

 

 

 

Si aquella conversación en la cafetería no hubiera tenido lugar, seguramente tampoco habría prestado atención a los folletos que aquella mañana encontré sobre la mesa de mi despacho. La Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía invitaba a los profesores del Departamento a presentar un proyecto que integrara a la Universidad en el Experimento Virunga.

 

Como una autómata, sin pensarlo dos veces, me senté delante del teclado del ordenador y empecé a darle forma a lo que podría ser mi billete para irme con los masai y a al vuelta traerme las pruebas. En dos semanas tuve la respuesta: Una subvención de cinco millones de pesetas y dos de los Land Rover del Departamento.

 

Proyecto Virunga, con V de venganza. Todo iba sobre ruedas, excepto que... Paco Casanova era el único profesor en el Departamento capaz de dirigir la dichosa expedición. Yo, de Jefa. Él, ¿de Director? La situación podría resultar explosiva: Yo, dinamita. Él, fumando. Pero lo necesitaba. Se lo planteé, indicándole lo interesante que podría resultar para su especialidad académica el viaje a África. Después de varios whiskis aceptó. Después de varias tilas, cerré el trato. Y nos fuimos a Kenya.

 

 

Monte Kilimanjaro

 

 

En Kili nos integramos en el equipo multidisciplinar del doctor Manfred Schülten, concretamente en el grupo denominado Njaru o demonio del frío en swahili, cuyo nombre unido al de la localidad, sirvió para designar a la gran montaña que presidía nuestro campamento: el Kilimanjaru.

 

Fueron muchas las miradas njaru que me dedicó Casanova durante esos días, al verse implicado en una investigación etológica que nada tenía que ver con el estudio de la industria lítica sobre el Paleolítico africano que él había creído venir a realizar a Kenya. Todas las noches lo veíamos meterse en su tienda, jurando y perjurando en swahili, que al día siguiente, sin falta, regresaba a España. Mi corazón, al contemplarlo en ese estado de desconcierto, saltaba con la alegría de las danzas masai.

 

El estudio de Schülten exploraba las posibilidades de contrarrestar el daño que grupos cazadores norteamericanos y safaris masivos europeos estaban produciendo en Virunga. Los búfalos, por ejemplo, así como otros enemigos naturales de los leones, habían desaparecido prácticamente. Sin embargo, estos félidos habían aumentado peligrosamente su número, en detrimento de la población de cebras y gacelas, que estaban prácticamente en fase de extinción.

 

León africano

 

 

El científico alemán había desarrollado las teorías de Jeen Claude Armen y del Doctor Jean Itard sobre la integración interzooantropica. Es decir, la adopción por parte de algunas comunidades de animales de individuos de especies diferentes y que consideraban potencialmente más débiles.

 

Servían como referencia y partida de la hipótesis el caso de algunos niños feridos como el de la pequeña de diez años del poblado de Sogny (s. XVIII) o el niño salvaje de Aveyron ( año 1800), criados por animales en la campiña francesa. Otros ejemplos muy referenciados fueron los del niño gacela hallado en el Sahara español durante los años setenta, cuyo caso fue publicado en el Dayli Miror (1 de febrero de 1971), o el de las hermanas  Amala y Kamala amamantadas por lobos en la India.

 

 

 

LOBA CAPITOLINA

 Una loba amamantó a Rómulo y Remo, fundadores de Roma.

 

   

 

 

Las niñas Amala y Kamala fueron criadas por una loba en Midnapore (India, 1920). que las defendió con fiereza cuando los hombres intentaron arrebatárselas. Tuvieron que matar al animal para conseguirlo. Fueron entregadas al misionero J.A.L. Sing que se encargó de su educación. Ambas murieron a los pocos años.

 

 

 

 

  

 

Estos y otros muchos ejemplos hicieron pensar a Schülten en la posibilidad de criar juntos a leones y gacelas.  Con estos fundamentos teóricos propuso a los distintos gobiernos que formaban el Parque la puesta en práctica de sus ideas. Se trataba de facilitar la comida necesaria a los leones para que estos perdieran progresivamente y desde cachorros, su instinto de cazadores. No se haría lo mismo con las gacelas, que tendrían que buscarse el alimento por sí mismas, ya que no ponían en peligro la existencia de otros animales.

 

Dentro de un régimen de semi libertad, cachorros de leones y gacelas convivían juntos. Al principio la integración parecía un hecho. Cuando una sequía produjo ciertas restricciones en las raciones del alimento para los leones, los suministradores del parque empezaron a observar la desaparición de algunas gacelas. Las primeras que se extinguieron fueron las menos integradas en el grupo de los leones. Luego, progresivamente, los grados de afinidad de estas decidían la selección.

 

 Leones y gacelas, en aparente convivnecia.

 

El desastre fue total. Los leones no habían perdido su instinto de cazadores y recurrieron a él ante la falta de medios de subsistencia a los que estaban acostumbrados. Las gacelas, confiadas, sí perdieron su capacidad defensiva, lo que facilitaba su captura por parte de los felinos depredadores. Este hecho nos dejó desolados. La posibilidad de convivencia entre contrarios, entre oponentes naturales, había resultado un fracaso. Eso influyó, no sé bien por qué mecanismos de asociación, en nuestra visión sobre la llamada cultura de Occidente.

 

 

 

 

 

En las tertulias que se producían al terminar nuestras jornadas de trabajo, las comparaciones eran inevitables. Cazadores de las grandes potencias, con cuantioso poder adquisitivo, habían puesto en peligro el equilibrio natural de la fauna del parque. Pensé en nuestras administraciones-león. Pensé en nuestras asociaciones de ciudadanos-cebra. Pensé en nuestros sindicatos-gacela.

 

Si en un momento dado, el Parque actuó como una gran infraestructura de Poder, encargada de la redistribución de los alimentos, ante la falta de recursos naturales, no supo gestionar equitativamente la riqueza. Para mantener el equilibrio de la población a su cuidado, debería haber brindando mayor protección a las gacelas.

 

Pero el Parque-Poder tiende que favorecer a los que facilitan su existencia, a las especies más vistosas, a las que asumen mayor protagonismo, a las que presuntamente atraen la riqueza: Leones, safaris… ¡Dólares!


Está claro, pues, que los leones-políticos ganaron ante el Poder la batalla a las gacelas-sindicatos. Por esa afinidad de fuerza que mantienen entre sí los que se insertan en los círculos de gestión y control del entorno, a pesar de que los leones siempre han estado dotados de mayor capacidad de defensa, invariablemente resultan las incautas cérvidas las grandes víctimas de la justicia social que ejerce el Parque-Poder.

 

 

 

 

De todo esto podemos deducir que el poder instituido jamás permitirá que se instale en su seno ningún elemento que tenga capacidad de destruirlo. Nadie deja entrar en su casa a alguien con la fuerza y la intención de poder echarlo de ella en un momento dado.

 

De su fuerza sabían los leones, cuando permitieron a las gacelas que se confiaran, que se les aproximaran. Tenían muy claro que para ellos no constituían ningún peligro. De su fuerza saben las Administraciones Públicas cuando permiten que algunos sindicatos se acerquen a ellas.

 

El Poder, las Instituciones, jamás dejarán que participen en la toma de decisiones grupos sociales con capacidad de restarles privilegios. Eso tendrían que conquistarlo los sindicatos con la fuerza que les da el grupo. Si acaso, permitirá la entrada en sus círculos de algunos cérvidos con la idea de engañar, con esa falsa imagen de convivencia, las expectativas del resto de la población. Pero teniéndolos siempre absolutamente controlados.

 

Conscientes de que el criterio de selección para elegir las piezas de caza de los leones pasa por el grado de afinidad y de no interferencia en sus territorios de privilegios, algunos sindicatos-gacela renuncian vergonzosamente a su condición como especie, haciéndose invisibles ante los ojos de sus enemigos naturales, con una absoluta falta de criterios reivindicativos, limitándose a negociar al alza las propuestas que la Administración, desde el Poder, plantea. Se domestican y someten a la comodidad alimentaria de las subvenciones estatales. No obstante, conviene decir que no todas gacelas pasan por esta metamorfosis; aquellas que se manifiestan críticas, son las primeras en ser sacrificadas.

 

 

 

¿Qué sindicato puede declararse independiente del poder cuando están siendo financiados por el Ejecutivo? Los trabajadores fingen creerse y hasta ver coherente este hecho bajo el argumento de la ayuda social, pero lo que en realidad les mantiene en ellos el el miedo al vacío. Les han negado la capacidad de organizarse, tanto material como psicológicamente. El mensaje oficial es que fuera de los sindicatos sometidos sólo queda la nada...o la revolución. Y esas palabras siempre dan miedo.

 

Algunos sindicatos, con perfil de grandes corporaciones, han creado su propia red de negocios  vinculada a los mercados. Con mentalidad de empresarios ¿bajo qué tipo de filosofía social van a defender a los trabajadores, sin caer en flagrante contradicción? Están perversamente insertos en el meollo de la explotación, viviendo el espejismo de formar parte de la élite que toma las decisiones. Dicho de otra manera: se han integrado en el grupo antagónico por naturaleza.

 

Los sindicatos-gacela, con una actitud vergonzante, están perdiendo su instinto de conservación, quedándose desprovistos de su única fuerza: el poder del grupo. Han perdido la capacidad de reconocer a sus depredadores naturales. Actúan como una leal oposición de la Administración, sin ser conscientes de que forman parte de ese corpus. Son la sombra controladora y controlada de los desmanes institucionales, constituyen esa doble administración necesaria para contener y someter al ciudadano.

 

No es bueno, a la vista de lo que parece demostrado por el Experimento Virunga, mezclar leones con gacelas. Eso, contemplado, desde el punto de vista de las especies más débiles, claro.

 

 

 

 

Por lo que respecta a Paco y a mí, las vivencias a la sombra del Kilimanjaro nos cambiaron totalmente. Francisco trabaja actualmente en la Asociación Dian Fossey. Yo he iniciado una investigación sobre la jerarquización de las clases cazadoras en la sociedad masai. Hemos alquilado –como hiciera la baronesa Isak Dinesen– una granja en África. Trataremos de resistir, como ella hizo, los embates del Sistema. Nosotros vamos a quedarnos. Vamos a intentar hacer posible la teoría del profesor Schülten. Intentaremos, por todos los medios la experiencia personal de conseguir que convivan pacíficamente, por lo menos, un león y una gacela.

 

Escena de la película "Memorias de África"

Nairobi, 22 de Mayo de 2005

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