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LA MUÑECA RUSA

Sobre la permanencia  dependiente en lugares que no son ajenos

 

Milagros Soler  Cervantes

 

 

 

Tal y como aparecio publicada en "Funcionadministrativa.com"

 

Muchas veces pensamos que una aventura empieza cuando sentimos que algo está cambiando a más velocidad de lo acostumbrado. Sin embargo, en la mayoría de los casos, se ha podido ir fraguando silenciosamente mucho tiempo antes. Las circunstancias nos sitúan en ese punto y, sin darnos cuenta, nos vemos envueltos en una serie de acontecimientos que no terminamos de comprender como nos han sobrevenido. Algo así me sucedió esta Navidad pasada.
 
 

 

 

Alejandro acababa de marcharse de viaje. Tenía que resolver no se qué problema surgido en uno de sus proyectos de arquitectura que se estaban realizando en Ucrania. Eso, y las lesiones que me produjeron un accidente de karting, hicieron que no fuera suficiente lo que hasta entonces me había servido de refugio. Es decir, los libros, los viajes, los amigos…


Buscando información en Internet para un trabajo de Arqueología, llegué a un Sitio que me sorprendió por su aspecto: confortable, profesional, accesible, cordial…

Ya había participado en otros Foros sobre Filosofía, Historia y Literatura en los que compartíamos información y participaba en debates. Sabía que yo no tenía mucho que hacer allí, pero me sentí bien y decidí permanecer en él durante algún tiempo. Se intercambiaba de todo: libros, cine, teléfonos móviles, ordenadores…y sentimientos.

Cuando de lo que se trata es de participar en un debate sobre la agricultura neolítica en el Tigris, es muy posible que después de un cruce de referencias bibliográficas con tu interlocutor, acabes teniendo una relación personalizada –que no personal- con tu contertulio. Incluso puede producirse un encuentro casual en alguna conferencia, en algún Congreso, donde se trate ese tema que os vincula.

 


 

Cuando lo que se pretende es vivir una ficción interpersonal y vertiginosa con el Ego distorsionado, el comportamiento es diferente. La mentira adquiere la velocidad comparable a la que se pretende en un circuito de carreras con meta en el Yo Mismo.

Aparecen personajes que nada tienen que ver con lo que en realidad son: Resulta que él es una lesbiana indecisa; la feminista, un castigador; el celador, un abogado del estado; el soltero, un casado; el casado, un soltero; el obrero un empresario; el empresario un sindicalista; el administrativo tímido, un motero irreverente… Y así, por los foros de los foros. Amén.

Tampoco es motivo de sorpresa descubrir que todo eso es un resultado carnavalesco y lícito, brindado por las características del Medio. Primera norma del internauta: NADA ES LO QUE PARECE. OCÚLTATE Y DESCONFÍA... amigo.

En unos casos por necesidad, en otros por complacencia del ego o divertimento y en bastantes, por seguridad o cobardía, aceptamos los antifaces para poder ser incluidos en el juego. Resulta fácil comparar esta situación con la imagen que nos ofrece una muñeca rusa.

La primera apariencia que nos brinda una matriuska es la más atractiva de sí misma. Suponemos, y a veces damos por hecho, que las otras que contiene serán similares, que no iguales, a la que las encierra a todas. Con la impaciencia de un niño, vamos abriendo las muñecas, con la idea de conocer las imágenes que encierra en su interior.

(Día a día, delante de mi ordenador, intentaba averiguar la identidad humana e intelectual de las personas que se ocultaban bajo sus respectivos nicks del Sitio al que había llegado).

Cuando el juguete es de calidad, la disminución de su tamaño se ve compensada por el preciosismo con el que el artesano ha elaborado los detalles de las miniaturas en su interior, cuidando no decepcionar las expectativas del observador.

Cuando el icono es apenas un objeto para turistas, a medida que vamos descubriendo su contenido, sucede lo contrario. Vemos copias degradadas de la primera figura. Incluso a veces, la que ocupa el corazón del conjunto –tal vez simbólicamente- queda reducida a un trozo mal tallado de madera con pinturas grotescas.

La desilusión de los primeros momentos desaparece cuando, descendiendo de la fantasía de Internet a nuestra realidad cotidiana, le damos al ítem-persona su verdadero rango de juguete. Lo colocamos entonces en un lugar olvidado de nuestra ludoteca para que el tiempo nos permita desvincularnos progresivamente del recuerdo que su desencanto nos produjo.

Sin embargo, cuando el alma del artesano ha quedado impregnada en su creación, el arte humaniza la figura y deseamos tenerla próxima a nosotros. Se transforma en un objeto precioso de valor inestimable con el que establecemos un vínculo de admiración y cariño que incorporamos a lo imprescindible de nuestra esfera personal.

Puede suceder que, como resultado de nuestro desencanto, para compensar la una frustración que nuestra vanidad no nos permite aceptar, nos empeñemos en ver una talla excepcional donde solo existe una vulgarísima y malograda copia, a la que nos aferramos con desesperada dependencia. Podemos llegar a obsesionarnos en descubrir en ella cualidades y aspectos inexistentes, pretendiendo incluso culparnos, degradándonos con ello, si no conseguimos engañarnos del todo al no ser capaces de reconocer sus muy ausentes meritos.

Mejor resultaría desistir de tal empeño y olvidarnos definitivamente de la imperfecta, falaz, insensorial y muy mentirosa muñeca rusa.

 

 

En mi experiencia en Internet he intuido y pocas veces, conocido, muchas muñecas rusas. Encerradas en sus ficciones, prisioneras de la reiteración de su imagen, sin tener conciencia de las limitaciones que sus almas clónicas les imponen, vivían su falacia virtual.

A veces, la crueldad emotiva de nuestros interlocutores, consecuencia de su propio desarraigo, se proyecta en nosotros, difuminándose en la nebulosa del anonimato con la complicidad de la Comunidad. Queda así exenta de responsabilidad moral por obra y gracia del Medio. Sería comparable con esa capa de pintura que pretende ocultar inútilmente la imperfección de un golpe de cincel desacertado.

En definitiva, se trata de un juego de identidades cerrado sobre sí mismo, accesible y comprensible para un grupo de coleccionistas que, en su arrogancia, apenas dejan espacio a los no iniciados. Peor para el incauto que confíe en la honradez profesional de todos los artesanos, porque puede verse como un pardillito acorralado, objeto de entretenimiento del gato.

Puede que incluso, cuando nuestras pequeñas amigas de madera cobren vida por la noche como hacen todos los juguetes, se despierten preguntándose cual de todas ellas es la que contiene la verdadera identidad y cuales son los límites de la libertad que esa identidad alcanza.

De las que he contemplado (sensuales, ingenuas, religiosas, crueles, burlonas, desaprensivas…), la mayoría me parecieron caricaturas idiotizantes. Muy pocas me parecieron talladas a imagen y semejanza de la psicología de su creador. Apenas unas cuantas han superado el hecho de la decepción.

Esas son las que me gusta contemplar cuando necesito volver a establecer una nueva conexión y poder navegar, confiada, entre la ficción y la realidad, animada por el arte del buen hacer de los artífices de sueños.

¡Ah! Se me olvidaba comentaros. Alejandro me trajo de Ucrania una matriuska preciosa. Por supuesto, la he llamado “Nick-novska”.


P*

 

 

 

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