
Muchas veces pensamos que una
aventura empieza cuando sentimos que algo está cambiando a más velocidad
de lo acostumbrado. Sin embargo, en la mayoría de los casos, se ha
podido ir fraguando silenciosamente mucho tiempo antes. Las
circunstancias nos sitúan en ese punto y, sin darnos cuenta, nos vemos
envueltos en una serie de acontecimientos que no terminamos de
comprender como nos han sobrevenido. Algo así me sucedió
esta Navidad pasada.
Alejandro acababa de marcharse de viaje. Tenía que resolver no se qué
problema surgido en uno de sus proyectos de arquitectura que se estaban
realizando en Ucrania. Eso, y las lesiones que me produjeron un
accidente de karting, hicieron que no fuera suficiente lo que hasta
entonces me había servido de refugio. Es decir, los libros, los viajes,
los amigos…
Buscando información en Internet para un trabajo de Arqueología, llegué
a un Sitio que me sorprendió por su aspecto: confortable, profesional,
accesible, cordial…
Ya había participado en otros Foros sobre Filosofía, Historia y
Literatura en los que compartíamos información y participaba en debates.
Sabía que yo no tenía mucho que hacer allí, pero me sentí bien y decidí
permanecer en él durante algún tiempo.
Se intercambiaba de todo: libros, cine, teléfonos móviles, ordenadores…y
sentimientos.
Cuando de lo que se trata es de participar en un debate sobre la
agricultura neolítica en el Tigris, es muy posible que después de un
cruce de referencias bibliográficas con tu interlocutor, acabes teniendo
una relación personalizada –que no personal- con tu contertulio.
Incluso puede producirse un encuentro casual en alguna conferencia, en
algún Congreso, donde se trate ese tema que os vincula.
Cuando lo que se pretende es vivir
una ficción interpersonal y vertiginosa con el Ego distorsionado, el
comportamiento es diferente. La mentira adquiere la velocidad comparable
a la que se pretende en un circuito de carreras con meta en el Yo Mismo.
Aparecen personajes que nada tienen que ver con lo que en realidad son:
Resulta que él es una lesbiana indecisa; la feminista, un
castigador; el celador, un abogado del estado; el soltero, un casado;
el casado, un soltero; el obrero un empresario; el empresario un
sindicalista; el administrativo tímido, un motero irreverente… Y así,
por los foros de los foros. Amén.
Tampoco es motivo de sorpresa descubrir que todo eso es un resultado
carnavalesco y lícito, brindado por las características del Medio.
Primera norma del internauta: NADA ES LO QUE PARECE. OCÚLTATE Y
DESCONFÍA... amigo.
En unos casos por necesidad, en otros por complacencia del ego o
divertimento y en bastantes, por seguridad o cobardía, aceptamos los
antifaces para poder ser incluidos en el juego.
Resulta fácil comparar esta situación con la imagen que nos ofrece una
muñeca rusa.
La primera apariencia que nos brinda una matriuska es la más
atractiva de sí misma. Suponemos, y a veces damos por hecho, que las
otras que contiene serán similares, que no iguales, a la que las
encierra a todas.
Con la impaciencia de un niño, vamos abriendo las muñecas, con la idea
de conocer las imágenes que encierra en su interior.
(Día a día, delante de mi ordenador, intentaba averiguar la identidad
humana e intelectual de las personas que se ocultaban bajo sus
respectivos nicks del Sitio al que había llegado).
Cuando el juguete es de calidad, la disminución de su tamaño se ve
compensada por el preciosismo con el que el artesano ha elaborado los
detalles de las miniaturas en su interior, cuidando no decepcionar las
expectativas del observador.
Cuando el icono es apenas un objeto para turistas, a medida que vamos
descubriendo su contenido, sucede lo contrario. Vemos copias degradadas
de la primera figura. Incluso a veces, la que ocupa el corazón del
conjunto –tal vez simbólicamente- queda reducida a un trozo mal tallado
de madera con pinturas grotescas.
La desilusión de los primeros momentos desaparece cuando, descendiendo
de la fantasía de Internet a nuestra realidad cotidiana, le damos al
ítem-persona su verdadero rango de juguete. Lo colocamos entonces en
un lugar olvidado de nuestra ludoteca para que el tiempo nos permita
desvincularnos progresivamente del recuerdo que su desencanto nos
produjo.
Sin embargo, cuando el alma del artesano ha quedado impregnada en su
creación, el arte humaniza la figura y deseamos tenerla próxima a
nosotros. Se transforma en un objeto precioso de valor inestimable con
el que establecemos un vínculo de admiración y cariño que incorporamos a
lo imprescindible de nuestra esfera personal.
Puede suceder que, como resultado de nuestro desencanto, para compensar
la una frustración que nuestra vanidad no nos permite aceptar, nos
empeñemos en ver una talla excepcional donde solo existe una vulgarísima
y malograda copia, a la que nos aferramos con desesperada dependencia.
Podemos llegar a obsesionarnos en descubrir en ella cualidades y
aspectos inexistentes, pretendiendo incluso culparnos, degradándonos con
ello, si no conseguimos engañarnos del todo al no ser capaces de
reconocer sus muy ausentes meritos.
Mejor resultaría desistir de tal empeño y olvidarnos definitivamente de
la imperfecta, falaz, insensorial y muy mentirosa muñeca rusa.
En mi experiencia en Internet he
intuido y pocas veces, conocido, muchas muñecas rusas. Encerradas en sus
ficciones, prisioneras de la reiteración de su imagen, sin tener
conciencia de las limitaciones que sus almas clónicas les imponen,
vivían su falacia virtual.
A veces, la crueldad emotiva de nuestros interlocutores, consecuencia
de su propio desarraigo, se proyecta en nosotros, difuminándose en la
nebulosa del anonimato con la complicidad de la Comunidad. Queda así exenta de responsabilidad moral por obra y gracia del
Medio. Sería comparable con esa capa de pintura que pretende ocultar
inútilmente la imperfección de un golpe de cincel desacertado.
En definitiva, se trata de un juego de identidades cerrado sobre sí
mismo, accesible y comprensible para un grupo de coleccionistas que, en
su arrogancia, apenas dejan espacio a los no iniciados. Peor para el
incauto que confíe en la honradez profesional de todos los artesanos,
porque puede verse como un pardillito acorralado, objeto de
entretenimiento del gato.
Puede que incluso, cuando nuestras pequeñas amigas de madera cobren vida
por la noche como hacen todos los juguetes, se despierten preguntándose
cual de todas ellas es la que contiene la verdadera identidad y cuales
son los límites de la libertad que esa identidad alcanza.
De las que he contemplado (sensuales, ingenuas, religiosas, crueles,
burlonas, desaprensivas…), la mayoría me parecieron caricaturas
idiotizantes. Muy pocas me parecieron talladas a imagen y semejanza de
la psicología de su creador. Apenas unas cuantas han superado el hecho
de la decepción.
Esas son las que me gusta contemplar cuando necesito volver a establecer
una nueva conexión y poder navegar, confiada, entre la ficción y
la realidad, animada por el arte del buen hacer de los artífices de
sueños.
¡Ah! Se me olvidaba comentaros. Alejandro me trajo de Ucrania una matriuska preciosa. Por supuesto, la he llamado “Nick-novska”.
P*
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