1.- SERPIENTES,
DRAGONES Y DEMONIOS
La imagen de los dragones como
seres de fábulas y leyendas debió configurarse en la mente del
hombre en los tiempos más antiguos. El encuentro con grandes
esqueletos de animales prehistóricos estimularían su
imaginación a la hora de explicar lo que tenían ante sus ojos.
La palabra
dragón viene de la lengua griega ("drako") y significa
"serpiente". Aparece en casi todas las culturas, unas veces como
protector y otras como ser destructivo y dañino. Del primer ejemplo
podríamos citar las civilizaciones orientales de China y Japón. Allí
es considerado como la supremacía del mundo espiritual sobre el
material, del conocimiento sobre la fuerza, del triunfo del bien
sobre el mal. Por su carácter benévolo se asoció al poder imperial y
es celebrado en su encuentro con los hombres.
En el
Próximo Oriente eran tenidos en la antigüedad por animales
peligrosos a los que había
que combatir y destruir. Así aparece
en la mitología que se expandió desde las regiones del Tigris y el
Eúfrates hasta Occidente a través de la Biblia, cuyos pueblos protagonistas
compartieron el mismo espacio geográfico.
En Europa
las leyendas sobre dragones tienen sus propias raíces locales. En
Grecia, Perseo portando una lanza y montando a caballo lucha contra
la fiera. En Roma los dragones-serpientes no tenían siempre
connotaciones negativas. Los germanos tenían a Nidhug, que era
entendido como fuerza del mundo de los muertos. Sigfrido,
según leemos en el Poema de los Nibelungos, vencerá a una de esas
criaturas, lo mismo que el héroe anglosajón Beowulf. Los vikingos
ponían en la proa de sus barcos mascarones con tallas de dragón, con
la idea de que asustaran a los monstruos marinos. Para los romanos
era símbolo de poder y sabiduría.
Laoconte con sus
hijos siendo devorado por las serpientes. La gorgona Medusa. Adán y
Eva con la serpiente en el Paraíso.
El
cristianismo trajo consigo la idea hebrea del dragón tal y como se
describe en el Apocalipsis, configurado a imagen y semejanza de sus
crueles y vengativos homónimos de Mesopotamia. La idea de
serpiente-dragón asociada al demonio y a las fuerzas del mal
la encontramos en el episodio del Paraíso Terrenal, cuando Satanás
adoptando forma ofídica ofrece a Eva la manzana del pecado. A partir
de ese momento, la serpiente se asociará al demonio y aparecerá
humillada a los pies de la Virgen María, pisada por Jesús en el
Nuevo Testamento y vinculada a la apostasía, el pecado y el
Infierno. También
aparecerá en vidas de santos, como en la de San Adrián de Malpica,
que acabó milagrosamente con una plaga de serpientes, Santa
Margarita o en la de San Jorge, esta vez con forma de dragón.
Inmaculada Concepción
de Tiepolo. A sus pies, una serpiente con aspecto de dragón.
2.- LOS DRAGONES EN LA
ICONOGRAFÍA CRISTIANA:
San Jorge,
Santa Margarita y Santa Marta
La leyenda de San
Jorge se inicia con la obra de Jacobo de la Vorágine, arzobispo de
Génova. A mediados del siglo XIII escribe “Legenda Sanctorum”
(Lecturas sobre santos) que pasará a ser conocida como “Legenda
aurea” (Leyenda dorada). Recoge una compilación de la vida de
180 mártires y santos, teniendo como fuente los evangelios. Sin
intencionalidad documental ni histórica, su objetivo era más bien
moralizante y didáctico. Pretendía cristianizar a través de la vida
modélica de los hijos preclaros de la Iglesia. Gran parte de la
iconografía con la que se representaron los santos a partir de ese
momento estuvo basada en los relatos que de ellos se hacían en su
libro.
Sigfrido luchando
contra el dragón. San Jorge dando muerte al dragón liberando a la
doncella.
Dragón vencido por
San Jorge conducido por la doncella.
En este episodio se
mezcla la tradición del milagro de Santa Marta y el monstruo
Tarasca.
De
San Jorge de
Capadocia (Turquía) apenas existen otros datos que aquellos que se
refieren a su nacimiento en Lidia (circa 270) y a su
muerte en Nicodemia hacia el año 303. Según su leyenda, conocida a
partir del siglo IV, fue hijo del oficial romano Geroncio y de
su esposa Policromía. Recibió una esmerada educación y desde muy
joven se unió al ejército, siguiendo los caminos de su padre. Antes
de cumplir los treinta años ya fue nombrado tribuno, siendo
destinado a cumplir servicio en la guardia personal del emperador
Diocleciano. Cuando el emperador decretó la persecución a los
cristianos, a Jorge se le ordenó participar en la represión, a lo
que se negó declarando abiertamente su condición de cristiano.
Detenido, fue interrogado bajo tortura, juzgado y condenado a ser
decapitado ente las murallas de Nicomea. Su cuerpo fue transportado
a Lidia, donde recibió sepultura.
Vorágine cuenta
como el santo se encontró con una doncella
que iba a ser devorada por un dragón, al que había sido entregada
como tributo. San Jorge
consigue matarlo con su lanza y le pide a la doncella que se lleve
al monstruo atado a la ciudad. Nos resulta fácil establecer
paralelismos entre este relato y el de Perseo liberando a Andrómeda
de Medusa. En ambas leyendas observamos distintos matices, que
convierten a la primera en una tradición con fundamentos más
realistas en relación con la segunda, que adquiere connotaciones de
relato caballeresco.
La
historia de Santa Margarita tiene
raíces de origen griego. También aparece en la “Leyenda dorada”, seguramente inspirada o influenciada
por el mito de Pelagia (Medusa). Cuenta que el gobernador Olibrio
se enamoró de ella atraído por su belleza, pero esta se negó a
sucumbir a sus requerimientos. Encerrada en un calabozo, un demonio
en forma de dragón la devoró. Con el crucifijo que llevaba siempre
consigo, la santa rasgó desde dentro el vientre del diablo logrando
liberarse. Enlazamos aquí con otro mito: Jonás liberado del estomago
de la ballena. Finalmente, y tras sufrir varios tipos de torturas,
Margarita fue, como San Jorge, decapitada.
Santa Margarita
saliendo del vientre de la serpiente, tras liberarse con la cruz.
Al igual que en
el caso Santa Margarita con Pelagia y Jonás, la epopeya de San
Jorge tiene sus precedentes en Sabacio, dios de lo frigios que se
representa a caballo venciendo a una serpiente. Desde Asia Menor
hasta Japón existen leyendas similares. Es en Japón precisamente
donde encontramos la historia de Susano-oh, dios del trueno. El
dragón Yamata-no-Orochi construyó su morada frente a la fuente que
abastecía de agua a una ciudad. Los habitantes del poblado. para
acceder al manantial, tenían que pagar tributo con un sacrificio
humano. Cuando le llegó el turno a la princesa Khushinada esta fue
salvada por el héroe .
Santa
Marta
era hermana de Lázaro y María de Betania, esta última identificada
con María Magdalena. Según cuentan los evangelios, los tres
eran grandes amigos de Jesús. A su muerte viajaron a Francia (48 d.d.C). Estando Marta en Tarascón
(Provenza), un dragón con el nombre de
"Tarasca" sembraba el miedo entre sus habitantes. La santa, con agua
bendita, una antorcha y repitiendo las palabras de Cristo logro
derrotarlo. Dominó a la bestia con sus oraciones y la llevó hasta la
ciudad atándola con el cinturón de su vestido. Según su propia leyenda,
la doncella fue enterrada en la colegiata de Tarascón. Como ya
sabemos, el nombre de
María Magdalena tiene también gran resonancia en la tradición
cristiana giennense. Una de las primeras iglesias que se
construyeron en la ciudad, próxima a la mezquita, lleva su nombre.
Está vinculada a la leyenda del Santo Grial y la Mesa de
Salomón, que para muchos investigadores, fue transportada
hasta la ciudad de Jaén desde Francia. Por supuesto, también al
famoso Lagarto de Jaén en la Malena (Magdalena). Una vez más
se entrecruzan dragones, doncellas y santos caballeros que acuden al
rescate.
Tarasca antigua de
Granada, con las siete cabezas de los pecados capitales. Tarasca de
Granada en el año 2008
Postal antigua de
Tarascón (Provenza) mostrando la procesión de Santa Marta
conduciendo a la Tarasca.
3.- SAN
MIGUEL Y LA METAMORFOSIS DEL DRAGÓN
"Hubo
un gran
combate en los cielos. Miguel y sus ángeles lucharon contra el
Dragón. También el Dragón y sus ángeles
combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya lugar en el Cielo
para ellos. Y fue arrojado el Dragón, la Serpiente antigua, el llamado
Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la
tierra y sus ángeles con él."
Nuevo Testamento, Apocalipsis (12,7-9)
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Distintas advocaciones
de San Miguel. Venciendo al dragón con atuendo de soldado romano y
vestido a la forma bizantina.
San Miguel
es en la mitología cristiana el Capitán de los Ángeles de Dios. Es
el Virrey del Cielo, según terminología empleada en distintos
códices de la Iglesia.
En el Antiguo Testamento es citado en el Libro de Daniel como jefe
de la milicia celestial, custodio del orden tanto en el cielo como
en la tierra. En el Nuevo Testamento lo vemos en el Apocalipsis como
triunfador sobre el dragón y las fuerzas del mal.
La palabra "arcángel" significa "jefe de los ángeles". Su
importancia en la religión islámica y cristiana es indiscutible,
como lo es la influencia que ambas tuvieron en su llegada al Viejo
Continente.
Vencedor
de Satanás y Lucifer, San Miguel es protector de las sinagogas
judías, de las iglesias coptas, ortodoxas y cristianas. Su nombre se
traduce por "¿Quien como Dios?" y en la iconografía ortodoxa se le representa
llevando una lanza o una espada en una mano y en la otra una esfera con una cruz
que simboliza el orbe celeste que él gobierna en nombre de Dios.
Curiosamente se le representa
vestido de soldado romano, cuando no hay razón que lo justifique por
su intemporalidad como arcángel, mientras que sí resultaría adecuada
en la de San Jorge. Uniforme
y dragón serían elementos comunes a los dos santos, siendo adecuado
en un caso (San Jorge) pero no en otro (San Miguel), pudiendo
interpretarse como una asimilación de la idea que se quería
significar en el mártir capadocio.
Cuando
la iglesia se consolida definitivamente como religión hegemónica en
Occidente, la simbología busca otras formas de concretarse, para
resultar más efectiva y didáctica, tanto a sus acólitos como a los
"infieles". Es entonces cuando la figura del dragón empieza a ser
sustituida por la del demonio. Ya no es "el Mal" en abstracto,
heredero de mitologías clásicas, sino el enemigo de todos aquellos
que están fuera de la cristiandad. El demonio adopta forma
antropomórfica para facilitar la asociación aleccionadora entre el santo
cristiano que lo
extermina y el impío que sucumbe ante la fuerza de la nueva fe.
Cambia la antigua lanza por la espada, la balanza para medir con
justicia las acciones de los hombres por unas cadenas relacionadas
con la liberación de las almas
que están en pecado.
Todo ello para
justificar su actitud soldadesca en que podrían verse identificados
los ejércitos papales.
Cuando el auge de las enseñanzas del
Corán avanzaban sobre el mundo entonces conocido, otra figura con
iconografía muy semejante a la de San Miguel se abrirá paso en el
culto de Occidente; nos referimos a la del apóstol Santiago
Matamoros.
4.- LA TRANSFORMACIÓN DE SAN MIGUEL DURANTE LA EDAD MEDIA EN
JAÉN
El recorrido que hemos iniciado
emulando fabulas del mundo antiguo llega al Medievo
completamente trasformada en cuanto al contenido del mito, pero
manteniendo muchas de sus raíces iconográficas. En la Alta Edad Media
San Jorge
es el protector de guerreros y caballeros cruzados. Guiado por su
fe, de la que obtiene su fortaleza, lucha contra monstruos liberando
pueblos y doncellas ganándolos para la cristiandad. Por su parte,
San Miguel también se enfrentará contra
el dragón, que progresivamente se irá identificando con el
demonio. Santiago, a lomos de un
caballo blanco, cabalga triunfante sobre sus enemigos sarracenos. Ya
no se trata de una idea de pureza de espíritu para liberar pueblos y
hombres, como en el caso de San Jorge; ni tampoco de una idea
simbólica del mal representada por el demonio, como ocurre con San
Miguel. Santiago se enfrenta, espada en mano, a los seguidores de la
religión islámica. Santiago Matamoros es la figura emergente,
derivada de todos los mitos que le precedieron, surgida desde la
necesidad de combatir a sangre y fuego a las hordas musulmanas.
Ejemplo de esta explícita y dramática imaginería es el cuadro
expuesto en la Catedral de la Asunción de la Virgen en Jaén.
Santiago Matamoros en la
capilla que lleva su nombre en la Catedral de Jaén.
Detalle del cuadro
anterior. Puede verse lo explícito de la cabeza del moro decapitado
por el Santo.
La
identificación con algunas señas de identidad de los mitos
medievales trascenderá a sus monarcas. Podemos ver como muchos reyes
cristianos adoptan en sus representaciones aspectos que los asemejan
a santos y héroes. Esto es lo que sucede con la imagen de Fernando III el
Santo en la fachada de la catedral de Jaén. Conquistador de la
histórica Yayyan, logró anexionar a Castilla el reino de León,
comprando los derechos de herencia a sus hermanas Doña Dulce y Doña
Sancha. Fortalecido con esta unión territorial pudo concentrar sus
esfuerzos en conquistar gran parte de Andalucía a los árabes. El
reino de Aragón, su gran rival en la Península Ibérica, contemplaba
con recelo este crecimiento de poder castellano, quedando esto
de manifiesto en continuos enfrentamientos diplomáticos y en las
guerras surgidas con Pedro I de Castilla, último rey de la casa de
Borgoña a la que también pertenecía el rey Fernando III.
Castilla tenía como patrón
protector a Santiago Apóstol. Su iconografía recuerda a la de San Jorge,
pero ya completamente desprovista de su imagen caballeresca de
rescatador de doncellas y hacedor de milagros. Es mucho más
real, haciendo proselitismo de la idea de un apostolado armado
espada en mano. Aragón, por su parte y seguramente bajo el
influjo de otras influencias europeas, se puso bajo la
advocación de San Jorge, como hicieran Francia o Inglaterra.
Jaén, durante muchos siglos
bajo dominación musulmana, necesitaba tras la conquista
cristiana una figura que identificara a su población con la idea
de que había un enemigo "infiel" al que derrotar. San
Jorge podría haber servido, pues como ser mortal y soldado de
Roma, tenía una imagen de guerrero con mucha más fuerza que la
de un arcángel (San Miguel), ser "celeste", en definitiva. Pero
San Jorge era el patrón del reino de Aragón, enemigo en armas de
Castilla. Adoptar un símbolo del rival (San Jorge), era
a todas luces inconcebible.
El momento histórico por el
que atravesaba Jaén durante el reinado de la casa de Borgoña no
podía permitirse estampas que crearan confusión en este sentido.
La imagen del apóstol Santiago importada por Fernando III desde
su reino de castilla hubiera podido servir, pero no tenía la
identidad suficiente para entronizarse en esas tierras y hubiera
podido crear el ánimo de cierta "extranjería" entre los
lugareños.
San Miguel, sin embargo no
resultaba una figura ajena, ya que era un santo también aceptado
en el Corán, como ya hemos visto antes. A la población eso le
resultaría, sin duda, mucho más fácil de aceptar y asimilar. Por otra
parte, reunía las condiciones necesarias: bastaba con sustituir
a la serpiente-dragón por infieles o almas del purgatorio. San Miguel, derrotando
enemigos sarracenos y protegiendo a las almas cristianas,
combatiente y heredero de las más nobles tradiciones del mundo
militar romano, aceptado por moros (mozárabes) y
cristianaos, se erigió como icono-fetiche de una ciudad y un
reino que buscaba una nueva identidad, acorde con su presente,
pero sin desvincularse drásticamente de su pasado.
Semejanza entre una imagen bizantina de San Miguel
bizantino y la escultura de Fernando III el Santo
presidiendo la fachada principal de la catedral de
Jaén. Ambos llevan en sus manos la espada, el orbe
terrestre y van ataviados con ropajes militares.
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La primera identidad que
tuvo el Arcángel en la iglesia cristiana primitiva y que todavía
se conserva en las representaciones de la religión ortodoxa ha
estado siempre presente en el inconsciente colectivo de los
habitantes de Jaén. No negamos la posibilidad del hecho
casual en la comparación del San Miguel ortodoxo con a escultura
de San Fernando en la portada de la catedral de Jaén. Pero el
hecho está ahí, prestándose a su interpretación.
Sería importante saber qué
consideración tenía San Miguel durante el periodo de dominación
musulmana, porque de haber sido tenido por sus habitantes como
ser principal desde sus creencias mahometanas, su vinculación
con Jaén y el Santo Reino estarían un poco mas cerca de poder
ser explicadas.
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