TEATRO ÉPICO-RELIGIOSO
EN LA ALPUJARRA:
FIESTAS DE MOROS Y
CRISTIANOS
Juan Manuel JEREZ HERNÁNDEZ
Escuela Universitaria de Enfermería
«Virgen de las Nieves». Granada
Publicado en Demófilo,
Revista de cultura tradicional de Andalucía, núm. 18 (1996)
En La
Alpujarra se celebran en la actualidad 14 funciones de Moros y
Cristianos, todas dentro de las fiestas patronales. El principal
protagonista es el santo patrón de la localidad, que es solicitado
primero y luego conquistado por los moros en la primera parte de la
función, hasta que es rescatado por los cristianos en la segunda
parte.
Los personajes principales de cada bando son rey,
general, embajador y espía. Las tropas, están integradas por jóvenes
y niños, pero con importante participación de personas mayores. Aquí
es donde está apareciendo el sexo femenino, compuesto por niñas y
adolescentes. La indumentaria se caracteriza por la ausencia de
riqueza, libertad en la decoración y algunos importantes
anacronismos. En los texto siempre figura la queja de los moros por
su expulsión de España, bravatas de ambos bandos y curiosos
anacronismos históricos. Pero lo fundamental es la exaltación de la
religión católica y la conversión de los moros producida por propio
convencimiento, con ayuda de fuerzas sobrenaturales.
APROXIMACIÓN AL CONOCIMIENTO DE LA
ALPUJARRA
Entre la
vertiente meridional de Sierra Nevada y el Mar Mediterráneo, en
cuyas orillan caen, casi a pico, las sierras de Lújar, Contraviesa y
Gádor, se extiende La Alpujarra o Las Alpujarras,
una zona de acusada personalidad geográfica, que formó parte del
antiguo Reino de Granada y fue fraccionada con la división
provincial, entre las de Granada y Almena, ocupando el sureste de la
primera y el suroeste de la segunda.
Si bien hoy existe bastante controversia sobre la extensión real
de la comarca, sobre todo en sus límites orientales, considerándola
en toda su amplitud, La Alpujarra consta de 60 municipios,
integrados por unas 120 localidades y un importante número de
cortijadas, hoy poco habitadas.
Se estructura en tres grandes franjas horizontales. La ladera
sur de Sierra Nevada o Alpujarra Alta, un valle intermedio o
Alpujarra Media y la franja costera, o Alpujarra Baja, con pueblos
en las montañas de la Contraviesa o en el valle de río Adra y otros
en la costa o cerca de ella. Se trata, pues, de una abigarrada
región montañosa, de paisaje accidentado y salpicado de contrastes,
como resultado de su secuencia climática.
Hay en su breve extensión pueblos situados por encima de los
1.000 metros Capileira, Trevélez, Bayárcal ; otros de altitud media
como Ugíjar, Cádiar y Orgiva y algunos cerca del mar o en sus
orillas, como Berja, Adra y Albuñol. Los pueblos de altura media y
baja, situados en el centro de subcomarcas o zonas de mayor
homogeneidad, son los mas grandes y desarrollados, centralizándose
en ellos la actividad comercial y de servicios. Los de mayor altura,
situados en la laderas de las montañas y generalmente orientados al
sur, son mas pequeños, menos poblados, carentes de servicios y de
escaso comercio.
Es una comarca netamente agrícola, con una economía cerrada y
autárquica de tipo familiar y estricto consumo, con predominio de la
pequeña propiedad como complemento del subsidio de desempleo y,
sobre todo, de los jornales trabajados en la zona más oriental,
también denominada Poniente almeriense, donde el cultivo en
invernaderos ha venido a evitar la pobreza y definitiva decadencia
de una zona de duras condiciones de vida y, hasta hace poco, de gran
número de emigrantes dispersos por América los mas antiguos, por
Cataluña y Centroeuropa los posteriores y hacia el Poniente
almeriense los últimos.
La historia alpujarreña está en consonancia con la originalidad
de su marco físico, el cual ha actuado como refugio para resistir a
los que intentaban penetrar en su interior, habiendo sido escenario
de rebeliones y hechos singulares que han contribuido decisivamente
a conformar el carácter y personalidad de sus gentes.
Si bien han sido varios los asentamientos humanos y las diversas
culturas que se han sucedido en la comarca, la historia cobra todo
su protagonismo bajo el dominio musulmán. De esta época procede la
unidad territorial que configura a La Alpujarra como comarca
históricamente consolidada. Tras la conquista de Granada, La
Alpujarra pasa a ser el refugio del último rey árabe, Boabdil, quien
instala su corte en Cobda de Andarax, hasta que es expulsado del
territorio español. La Alpujarra queda, entonces, en manos
cristianas, pero con una gran población de musulmanes, convertidos
al cristianismo por la fuerza, denominados
moriscos, los cuales, en realidad siempre fueron
considerados como enemigos internos y se les sometió a una
discriminación y una opresión creciente en todos los aspectos de la
vida social, lo que provocó su rebelión a finales de 1568 en gran
parte del Reino de Granada, pero con mayor incidencia en La
Alpujarra, donde pretendieron instaurar un nuevo reino árabe.
Al cabo de una larga guerra a sangre y fuego, caracterizada
desde el principio por la crueldad y el deseo de eliminar a todos
los indígenas del reino de Granada, los ejércitos de Felipe II
acabaron con los rebeldes, que fueron expulsados del territorio
español, produciéndose una despoblación casi total de La Alpujarra,
que hubo de ser enteramente repoblada por cristianos viejos. Pero
hasta bien entrado el siglo XVIII, esa zona estuvo expuesta a los
desembarcos y ataques de los piratas musulmanes, muchos de los
cuales eran
moriscos que habían sido expulsados anteriormente de toda
España.
Su convulsa historia y tan densa orografía, que han significado
una serie de barreras protectoras dificultando el acceso de
influencias foráneas, han propiciado la lenta incubación y el
aislamiento de la cultura alpujarreña durante siglos, lo que ha
permitido la supervivencia de tradiciones folklóricas en la pureza
de su concepción original.
LAS FIESTAS DE MOROS Y CRISTIANOS
Entre las
manifestaciones folklóricas de esta comarca, destacan como festejos
singulares, funciones dramáticas, representando las luchas del
cristianismo contra la Media Luna o los «enemigos de la Fe»,
denominadas fiestas de Moros y Cristianos, que si bien
varían en cuanto a contenido del texto, número de personajes, manera
y lugar de representación, etc., el estudio comparativo que hemos
realizado revela unas claras temáticas comunes y la misma estructura
básica. Son las únicas funciones de teatro popular que se celebran
en esta comarca, a excepción de una representación de la Pasión de
Cristo que tiene lugar en Albuñol cada Semana Santa.
Tenemos fundamentos para pensar que antaño estas
representaciones tenían lugar en la mayoría de las localidades
alpujarreñas; hoy se celebran solamente en catorce de ellas (ver
cuadro 1), algunas de las cuales han sido
rescatadas, con toda su pureza, después de años de ausencia (Jorairatar,
Cherín). Mientras que en algunos pueblos, como Bubión y Mecina Tedel,
se han dejado de celebrar después de haber sido recuperadas, en
otros (Turón, Cojáyar, Juvíles y Murtas) se celebran
intermitentemente, con riesgo de desaparecer.
No se conoce con exactitud el origen de esta fiesta, si bien,
como afirma Roland Baumann, la fiesta de Válor está documentada
desde 1694 (1). Hay datos para considerar que
en el siglo XIX estas fiestas tuvieran gran esplendor, probablemente
por la influencia en el desarrollo de las múltiples guerras y la
consiguiente mentalidad belicista que imperaba en aquel tiempo, como
lo atestiguan las ropas de los principales personajes cristianos de
la mayoría de los pueblos y los toques de tambor que acompañan a la
fiestas de Laroles que, según sus protagonistas, provienen de himnos
de los generales liberales del pasado siglo Riego y Torrijos (Jerez,
1992: 86).
DISTRIBUCIÓN
GEOGRÁFICA
La localidades en que se celebran actualmente se sitúan en la
parte central de la comarca, precisamente la zona que mejor conserva
las características más genuinamente alpujarreñas: siete están
ubicadas en la ladera sur de Sierra Nevada, cinco en la Contraviesa
y dos en el valle del río Adra. De la zona occidental se recuerdan
fiestas, ya perdidas, en dos localidades, y otras dos en la
oriental.
FIESTA
DE MOROS Y CRISTIANOS EN VÁLOR
Lo más frecuente es que se celebren
en la plaza principal del pueblo.
FIESTA
DE MOROS Y CRISTIANOS EN
BAYÁRCAL
Las tropas
están integradas por jóvenes y niños, con ropas para cuya confección
bastan unos viejos almohadones, una camisa blanca y suficiente
imaginación para la decoración. |
De las
localidades en que se celebran, 4 son anejos o barriadas, una
entidad local menor y ocho cabeceras de municipio. Hay dos
municipios, Nevada y Ugíjar, que celebran función en dos de sus
localidades: Laroles (cabecera) y Picena (entidad local menor) en el
primero y Jorairatar y Cherín, ambas barriadas, en el segundo. La
localidad de mayor censo es Albondón, con unos 1.500 habitantes; el
resto tienen todas menos de 1.000, incluso existe una localidad sin
ninguno de ellos, Benínar, pueblo que quedó sepultado por las aguas
del pantano de su nombre, a cuyas orillas, acuden cada año, para
celebrar las fiestas patronales, sus antiguos habitantes, dispersos
hoy en otros municipios.
Esta circunstancia coincide con el resto de Andalucía, donde es
excepcional que se celebren estas funciones en núcleos superiores a
cinco mil habitantes, con la modestia como característica (Rodríguez
Becerra, 1985: 149), a diferencia de Levante, donde son grandes
localidades las que celebran estas fiestas, abundantes en lujo y
suntuosidad.
MOTIVO
Todas las funciones tienen lugar dentro de las fiestas
patronales que, aunque por si solas no llenan todo el tiempo
festivo, constituyen el acto principal y eje de toda la fiesta,
siendo motivo de atracción para propios y visitantes, generalmente
oriundos del pueblo emigrados, que retornan temporalmente para las
fiestas, y vecinos de algunos pueblos colindantes.
El protagonista principal es siempre el patrono de la localidad,
que es solicitado por los moros, primero sin éxito y luego
conquistado a la fuerza, hasta que es rescatado por los cristianos.
Las fiestas actuales se dedican a diez santos (masculinos), dos
vírgenes, un Cristo y la Santa Cruz. San Antonio de Padua y San
Sebastián están presentes en dos funciones (véase
cuadro 1).
BREVE
DESCRIPCIÓN DE LA FIESTA
El drama va siempre vinculado a
la procesión. El castillo de tablas y la imagen, que forman parte
del escenario, son los blancos de la invasión sarracena. La embajada
mora pide la entrega de ambos, lo que niegan los cristianos,
resolviéndose el pleito en la primera batalla que ganan los moros,
logrando sus objetivos, con lo que finaliza la primera parte de la
función. La misma tarde, o al día siguiente, los mismos
acontecimientos se repiten, pero con los papeles invertidos. Los
cristianos reconquistan el pueblo y sus símbolos: el castillo y la
imagen del santo. La función termina con la conversión de los moros
y oraciones comunes al patrón, quedando así resuelta la lucha entre
las dos razas.
Cuadro 1
Localidades alpujarreñas que celebran fiestas de Moros y
Cristianos
Localidad |
Municipio |
Provincia |
Fecha |
Motivo |
Albondón |
Albondón |
Granada |
25 de agosto |
San Luis Rey de
Francia |
La
Alquería |
Adra |
Almería |
Vlt. fin sello |
Virgen
agosto Angustias |
Bayárcal |
Bayarcal |
Almería |
3, 4 diciembre |
S. Fco. Javier |
Benínar
(pantano) |
Berja |
Almería |
16 agosto |
San Roque |
Cojáyar |
Murtas |
Granada |
13 junio |
San Antonio |
Cherín |
Ugíjar |
Granada |
24 agosto |
San Bartolomé |
Jorairatar |
Ugíjar |
Granada |
3° fin sello
agosto |
Arcángel San
Gabriel |
Juviles |
Juviles |
Granada |
2° fin sem.
agosto |
San Sebastián |
Laroles |
Nevada |
Granada |
Fin semana |
San Sebastián |
Murtas |
Murtas |
Granada |
2 y 3 mayo |
Santa Cruz |
Picena |
Nevada |
Granada |
11 y 12
septiembre |
Virgen del
Rosario |
Trevélez |
Trevélez |
Granada |
Sábado próx. 14
de junio |
San Antonio |
Turón |
Turón |
Granada |
25 de abril |
San Marcos |
Válor |
Válor |
Granada |
15 septiembre |
Cristo Yedra |
EL TIEMPO Y EL ESPACIO FESTIVO
Las dos partes en que se divide la fiesta están separadas
generalmente por un descanso de duración muy variable, entre la
brevedad de Trevélez, los minutos que tardan los personajes en
realizar una veloz carrera hacia las afueras del pueblo, hasta 24
horas como sucede en Bayárcal, Laroles, Picena y Válor. En el resto
de las localidades, la función tiene lugar la, primera parte, por la
mañana, y la segunda, por la tarde.
En Turón se celebra después de encerrada la procesión, en
presencia del cuadro de la imagen del santo y la Virgen; en Trevélez
antes de la procesión, que sale inmediatamente después de la
función; en Válor es al día siguiente de la procesión, por lo que
para que la imagen esté presente, colocan en el castillo un viejo
cuadro del Santo Cristo; en Benínar, sale la procesión cuando ha
terminado la segunda parte de la función, y en el resto la función
se intercala en la procesión; en Cojáyar, Albondón y La Alquería, el
santo no se encierra en la iglesia hasta que no ha terminado la
segunda parte, que se celebra por la tarde, por lo que la imagen ha
de quedar custodiada por las tropas moras. En Bayárcal, Laroles y
Picena, sale la procesión cada día para celebrar cada parte de la
función, destacando el caso de Laroles en que además de las
relaciones se celebra una guerrilla en el transcurso de la
procesión.
En cuanto al espacio festivo, es bastante variado: Siempre es al
aire libre, y lo mas típico es que se celebre en la plaza principal
del pueblo, donde suele ubicarse el grueso de las fiestas, pero en
otras, como Picena y La Alquería, se sale a las afueras: a una era
en la primera, y al cauce seco de un río en la segunda, para lo cual
deben trasladar la imagen en procesión y acondicionarle un templete
hecho con ramas de palmera, sábanas y colchas. En Cherín se hace en
el patio de una escuela. En Laroles la función principal se celebra
en la plaza del ayuntamiento, pero tiene lugar en cada una de las
partes una guerrilla, independiente de las batallas de la función
principal, en unos cerros de las afueras del pueblo, al paso de la
procesión por la carretera contigua. Hay algunos pueblos que tienen
un espacio mixto: así Jorairatar, Cojáyar y Mecina Tedel, celebra la
primera parte en la plaza de la iglesia y la segunda a las afueras
del pueblo, donde se supone que los moros tienen secuestrado el
santo. En Cojáyar y en Trevélez salen las tropas al campo,
persiguiéndose, si bien en esta última no se trata exactamente de
una persecución, sino de una carrera de caballos, donde los
protagonistas demuestran la habilidad que no muestran con las armas,
ya que la batalla apenas es significativa.
Los espectadores no tienen en ningún caso asientos ni lugar
concreto asignado; observan desde donde pueden: balcones, terrados (2),
árboles y, sobre todo, alrededor de la función e incluso,
entrometiéndose en ella.
PROTAGONISTAS
La participación de los vecinos del pueblo suele ser amplia.
Pero los protagonistas reales son generalmente hombres jóvenes, si
bien no es rara la participación de los mayores.
Los personajes principales de cada bando son rey, general,
embajador y espía, si bien no es rara la ausencia del rey, sobre
todo cristiano, siendo, en este caso el general el personaje de
mayor autoridad.
Las tropas están integradas por jóvenes y niños, pero con
importante participación de personas mayores. Aquí es donde está
apareciendo el sexo femenino, compuesto por niñas y adolescentes.
En algunas funciones existen otros personajes secundarios,
generalmente graciosos, como el Mahoma de Jorairatar, los
diablillos de Trevélez o los espías de Válor. Se sabe que
antaño existían uno o varios personajes que recogían heridos en la
batalla, como en Picena y Válor.
Estos papeles se reparten sin norma concreta; suele haber un
acuerdo con los mayordomos, organizadores de toda la fiesta, para la
interpretación de los personajes principales o ellos son quienes
buscan a los actores de entre los varios expertos en cada uno de los
papeles que existen en cada pueblo. En cuanto a la tropa, es
generalmente de participación espontánea.
Hoy suelen ser personas del pueblo, sin ninguna significación
social, dándose frecuentemente el caso de coexistencia entre gentes
de distinto nivel sociocultural, pero tradicionalmente han sido
personas de clases modestas, muchas veces analfabetos que han
necesitado aprenderse de memoria el texto oído de sus antecesores.
En algunos casos los personajes principales cristianos han sido
hombres de clases más acomodadas, mientras que los moros, sobre todo
las tropas, han sido de clases mas modestas, a veces porque
vistiéndose con tal atuendo durante todas las fiestas, se ahorraban
el coste de la ropa nueva que suelen estrenar para esos días,
comiendo y bebiendo a costa de la organización.
La gran diferencia de prestigio entre el cristiano y el moro,
hizo antaño que el primero siempre fuese gente de mayor
consideración social dentro de la comunidad. Este tiene un papel más
marcial y ordenado, mientras que el moro es más anárquico, por lo
que es más propio de gentes más alegres. En la actualidad, estas
diferencias se están invirtiendo: los jóvenes ha perdido la antigua
mentalidad belicista y el militarismo asociado a los valores
masculinos. Hoy prima más en antimilitarismo, plasmado en la
creciente extensión de la objeción de conciencia; la vida de los
jóvenes es más indisciplinada, descuidando la imagen de
hombrecito formal, y por eso se tiende más a buscar el papel de
moro, que tiene más libertad para divertirse durante las fiestas.
Por otro lado, las diferencias entre lo masculino y lo femenino
son cada vez menores; la mujer ha abandonado su tradicional papel
pasivo e intenta, con éxito, conseguir los papeles profesionales y
sociales del hombre, incluso su participación en las fuerzas
armadas. Es lógico que también pretenda homologarse a él en su
participación en las fiesta, como reflejo que es ésta de la
sociedad, por lo que también quiere desempeñar el papel de soldado,
generalmente con buen derroche de marcialidad -cosa impensable hace
apenas diez años- y combatir en una guerra fingida. No obstante, la
mujer no pierde tan fácilmente su interés por la imagen y la
elegancia en el vestir, y eso hace que la mayoría de las jóvenes que
participan en la fiesta hagan el papel de tropa mora, cuya
indumentaria es mucho más vistosa que la cristiana.
Pero hay dos importantes excepciones en esta generalidad de
reparto de papeles: por un lado en Válor, pueblo bastante
conservador, se hace por transmisión de padres a hijos; el hijo del
moro será siempre moro y el del cristiano, cristiano. Aquí la
función de Moros y Cristianos antes «era un asunto serio, un
ritual militar en el cual la élite del pueblo mostraba su brío y
dominio de su palabra. Representaba delante del pueblo la victoria
de su creencia y de su jerarquía sobre las turbas sin disciplina y
sin religión» (Baumann, 1985), lo
que puede interpretarse como que la élite, las clases privilegiadas
pretendían demostrar su superioridad, no sólo económica, sino
educacional, ante el pueblo sin cultura ni categoría.
Otro caso es el de Picena: allí las niñas participan como tropas
en un bando, y los niños en otro; si bien está más o menos
establecido que los bandos sean alternativos cada año, suele haber
algunas discrepancias que abocan en adjudicar a las niñas el bando
moro en más ocasiones de las establecidas -el bando de la raza
inferior- según los textos. Y esto ocurre en un pueblo donde el
cincuenta por ciento del censo son niños o jóvenes en edad
estudiantil, con una media de cinco o seis hijos por matrimonio y
con una población de especial idiosincrasia, donde la tradicional
dominación del hombre es evidente. Los niños han de pelear contra
las niñas, demostrando su fuerza y habilidad masculina, en un juego
precursor del posterior y casi inmediato acercamiento.
INDUMENTARIA
PERSONAJES PRINCIPALES:
-
Moros:
-
En general no existen
grandes diferencias en el tipo de ropa usada por estos
personajes en las diversas localidades. Suele ser: pantalón
blanco, bombacho o recto, camisa blanca y capa de diversos
colores, generalmente rojas, azules o amarillas y con diversos
adornos: estrellas, medias lunas y ribetes en los bordes. En
algunos casos se utilizan también: chaleco rojo, azul o
amarillo, y fajín de los mismos colores. En otros casos, como en
Trevélez y Válor, el traje no es blanco, sino una chilaba verde,
azul o amarilla, con capa de los mismos colores, pero sin
coincidir con el de la chilaba y algo más ricos y vistosos que
en otros pueblos. En Albondón consiste en pantalón, camisa, capa
y gorro, todo ello rojo, con estrellas plateadas y ribetes
negros en la capa, adornos amarillos en los gorros, cinturón y
botas negros.
Cabe destacar en estos personajes el rico decorado de su gorro.
Generalmente se trata de un bonete de cartón forrado con tela
blanca y adornado con collares, pendientes y otros objetos
similares, de los cuales cuelgan cintas de diversos colores, en
la mayoría de los casos ganadas en las carreras de cintas.
-
Cristianos:
-
En los personajes
principales del bando cristiano es donde existe mayor diversidad
entre las distintas localidades. Así, en las fiestas de Válor y
Cherín, se tiende a la mayor similitud con la época a que se
refiere el texto y con el personaje que representa cada cual.
En el otro extremo pueden situarse las fiestas de Turón, en las
que los personajes principales visten con uniforme de oficial
del ejército actual, de color caqui, y en Cojáyar, que también
usan el uniforme actual, pero azul marino.
En Trevélez, por el contrario, las ropas de los cristianos son
totalmente inespecíficas y nada castrenses, pudiendo ser
aplicado a cualquier personaje de cualquier tipo de obra. De
similares características son los trajes iniciales, tras su
recuperación, de Jorairatar (3). Bastante
curiosas son las ropas que utilizan los cristianos de Albondón,
consistentes en trajes blancos con capa y sombrero del mismo
color, mientras que los moros van todos de rojo.
Pero lo más característico en la mayoría de las fiestas es la
utilización de uniformes militares correspondientes al pasado
siglo. Así, en Laroles, el general, el embajador y otros
personajes, se visten a lo napoleónico. Similar indumentaria se
utiliza en Picena, en Juvíles y en Bayárcal, aunque en éste
último hay un personaje que lleva
ros rojo; incluso en Jorairatar, antaño fue también así
(Fernández, 1934, 156). El
ros se utiliza también en La Alquería, pero blanco y cinta
de los colores de la bandera española con un uniforme con
guerrera de color azul marino y pantalón blanco, que también
puede corresponder al pasado siglo.
TROPAS
-
Tropas moras:
-
Igual que en los
personajes principales, las tropas moras se visten de forma que
imitan, más o menos, ropa árabe de la época. Para su confección
bastan unos viejos almohadones, una camisa blanca y suficiente
imaginación para la decoración. Así, en general, los soldados
moros visten pantalón blanco ancho, bombacho o no, camisa blanca
y gorro redondo adornado con diversos objetos, generalmente
collares y diversos abalorios y cintas de colores, si bien en la
actualidad se están viendo turbantes, incluso simples pañuelos
anudados en la cabeza para sustituir el gorro tradicional, más
trabajoso de confeccionar.
En Laroles, además, utilizan chaleco rojo o azul y, actualmente,
capas de diversos colores, con lo que las tropas llevan una
indumentaria prácticamente igual que los personajes principales.
Más simple es la vestimenta de las tropas moras de Picena: las
niñas llevan un mono blanco con una diadema de color en el pelo;
cuando hay miembros masculinos llevan camisa blanca y una cinta
en la frente o un gorro blanco muy adornado.
En Válor visten chilabas blancas, y unos gorros redondos blancos
y muy poco decorados, si bien están comenzando a aparecer
pañuelos.
Más curiosas e inespecíficas son las ropas de las tropas moras
de La Alquería, íntegramente formadas por niños que visten
llamativos trajes compuestos de pantalones y camisas muy anchas
de vivos colores, pareciendo cariocas más que moros.
A todo esto hay que sumarle la imaginación de cada persona, que
confecciona y adorna sus ropas según le parezca, pudiendo ver
colgados de las ropas, medallas y llaveros, extrañas y curiosas
condecoraciones, turbantes hechos con toallas o manteles, etc.
-
Tropas
cristianas:
-
Pero lo que más llama la
atención es la indumentaria de las tropas cristianas, que en una
gran mayoría de los pueblos son uniformes del ejército actual:
Laroles, Trevélez, Juvíles, Bayárcal, Picena, Jorairatar,
Cojáyar, La Alquería, Cherín... con la excepción de Válor en la
actualidad, y a partir de la guerra civil, ya que con
anterioridad también se utilizaban trajes del ejército regular
de la época (4).
Podemos
resumir en dos las características de la indumentaria: ausencia de
riqueza y vistosidad excesiva, ya que el alpujarreño no busca
demostrar poder económico alguno. Existencia de anacronismos y
elementos distorsionantes, ya que los alpujarreños no le dan
importancia a la autenticidad en la indumentaria, sino a su concepto
de la participación y al respeto de la tradición.
Esos aparentes anacronismos pueden explicarse si aceptamos que
el origen de las fiestas de moros y cristianos se encuentra en las
soldadescas o desfiles de las que las milicias populares celebraban
en las ocasiones festivas, para mantener la forma y disparar sus
armas periódicamente, para lo cual, naturalmente, usaban los trajes
militares de su época, no siendo lógico ni necesario recurrir a
indumentaria histórica.
La diferencia entre tropas moras y cristianas puede basarse en
que las últimas que representan la ley y el orden son muy
disciplinadas, en las cuales el hombre joven, o recuerda su época de
servicio militar o la anticipa si aún no la ha vivido, como
repetición anual del rito del paso de niño a hombre y demostración
ante el público, sobre todo el femenino, de sus cualidades de varón,
yeso se logra con uniformes militares actuales y no con ropas
antiguas, que para ellos pueden ser disfraces que restan seriedad a
su función, sintiéndose ridículos.
Las tropas moras, por el contrario, suelen tener una actuación
más irregular, indisciplinada y divertida. Para ello es más adecuado
un disfraz más vistoso, incluso con elementos jocosos.
LOS TEXTOS
La parte recitada de la función constituye lo sustancial de la
misma y se denomina «relaciones», desarrollándose en el
lugar principal de la acción junto a lo que simboliza el castillo,
con un bando en él y otro enfrente, excepto algunas escasas escenas
que tienen lugar en lo que simboliza «los campamentos».
Los textos son generalmente anónimos y los actores los saben de
memoria, habiendo sido costumbre que los aprendieran por tradición
oral, si bien la mayoría de los pueblos disponen hoy de un texto
escrito, que se utiliza en los ensayos y para que los nuevos actores
vayan aprendiendo previamente el papel.
De los textos primitivos poco debe quedar en la actualidad, pues
muchos se han perdido, y todos han sufrido numerosos retoques,
incluso sustituciones, además del desgaste propio de su transmisión
oral.
El esquema es el mismo en todos los pueblos, existiendo, incluso
frases y a veces grandes párrafos coincidentes en algunos lugares,
sobre todo los más cercanos entre sÍ, lo que hace pensar que la
mayoría de ellos tienen un origen común o se han producido plagios.
Los textos muestran que los moros, a través de su embajador,
inician un parlamento en el que piden les sean entregados plaza,
castillo e imagen, aludiendo a su derecho histórico. Los cristianos
se lo deniegan, en medio de conversaciones llenas de bravatas y
exaltación de sus respectivas religiones. Sucede la batalla, que en
muchos de los pueblos se desarrolla con estruendoso s disparos de
fogueo. Ganan los moros, lo cual se materializa con la sustracción
de la bandera y la toma del castillo, poniendo fin a la primera
parte.
En la segunda parte, el santo, la plaza, los símbolos y algunos
prisioneros están en manos de los moros, que ocupan el castillo; los
cristianos se lo reclaman con amenazas hasta que vuelve a producirse
la batalla, que ganan los cristianos. Pero durante ella los moros
observan la intervención sobrenatural del santo en cuestión y, a
veces, de la Virgen y/o Dios, lo que les hace reflexionar acerca del
verdadero mensaje divino, produciéndose la rendición y la
conversión, que, naturalmente, los cristianos ven de buen grado,
hermanándose todos. En los caso en que la función tiene lugar
intercalada con la procesión, ésta vuelve a la iglesia acompañada
por todos los participantes en la función.
Sin salirse del esquema común, hay textos en que se introducen
historias concretas, como en Bayárcal, donde se representa el
triunfo del Ave María, o en Laroles, con la historia de Guzmán el
Bueno, o trozos literarios conocidos, como el del romance de
Abenhamar en el texto de La Alquería, la salve del Triunfo del Ave
María en el texto de Mecina Tedel, o la arenga de Laroles, que se
dice fue copiada de un discurso del general Espartero. Existen
también numerosos anacronismos, mezclando personajes y
acontecimientos históricos de diversas épocas, como Aben Humeya y
Guzmán el Bueno de Laroles, incluso haciendo referencias a
acontecimientos muy posteriores a los hechos que se representan,
como las alusiones a Zaragoza, San Marcial y la «España liberal» del
texto de Cojáyar.
En todos los texto son comunes las siguientes hechos:
-
Amenaza de reinvasión.
-
Aparición sorpresiva de
los moros.
-
Demanda del santo y la
plaza e intención de reconquista, alegando su ignominiosa
expulsión de España.
-
Negativa de los
cristianos y elogios a la Reconquista de los Reyes Católicos y a
la religión católica.
-
No se observan
referencias a la revuelta morisca de 1568.
-
Menosprecio de la
religión mahometana y de la propia raza árabe, que la hacen
proceder de África y es calificada de bárbara, cruel e inculta.
-
Considerar las creencias
islámicas como un error y un pecado.
-
Plegarias al santo patrón
y a la Virgen.
-
Intercesión celestial
para decantar la victoria hacia los cristianos.
-
Conversión de los moros
al cristianismo por su propia voluntad, pero tras la
intervención divina que les hace ver con claridad, y salir de su
«error».
A MODO DE
CONCLUSIÓN
La Alpujarra, como sabemos, fue el último reducto árabe en
España, donde permaneció hasta su expulsión tras la rebelión de
1568, produciéndose intentos de vuelta clandestina. Para conservar
los pueblos fue necesario repoblarlos con gentes venidas de otros
sitios y desconocedoras de este tierra y sus costumbres; era lógico
que estos repobladores tuviesen miedo de verse invadidos y atacados
por los árabes andaluces en el exilio, miedo acrecentado tras el
desembarco de los Turcos en Adra en 1620, que saquearon la población
(Tapia, 1989,401-413) Y tras una
victoria inicial fueron luego vencidos por milicias concejiles de
varios pueblos de La Alpujarra; un desarrollo de los hechos tal y
como sucede en todas las funciones de Moros y Cristianos.
Por este motivo, es muy probable que en La Alpujarra, las
fiestas de Moros y Cristianos comenzaran como un simulacro de
guerra, un ensayo ante la posible vuelta de los indígenas exiliados.
Los colonizadores cristianos pretendían representar en las fiestas
sus temores y sus deseos de victoria militar y religiosa, a la vez
que quisieran preparar al pueblo ideológicamente para combatir al
posible enemigo y hacedle confiar en que, llegado el trance, no
cabría la posibilidad de derrota, pues Dios les ayudaría en el
triunfo de la Fe.
Así se explica el mensaje de maniqueismo, intolerancia y racismo
que se aprecia en todos los textos. Un mensaje en plena vigencia en
sus orígenes y hasta mucho tiempo después, en que se volvieron a
vivir los duros enfrentamientos ideológicos que culminaron con la
última guerra civil.
En la actualidad, de un análisis objetivo de los textos,
descontextualizados de la fiesta en que se representan, podemos
deducir que ese mensaje es terriblemente negativo para la educación
en democracia, resultando extremadamente peligroso en la situación
actual de renacimiento de los sentimientos xenófobos entre
determinados colectivos, a la vez que se está produciendo una
entrada masiva de inmigrantes africanos en nuestra tierra, gran
parte de los cuales se afincan en las zonas de invernaderos de la
baja Alpujarra.
No obstante, observando el conjunto de la función, los textos,
más que peligrosos, parecen obsoletos e inoperantes, sin
posibilidades de que su mensaje sea seguido por una población en
fiestas que no se fija precisamente en el significado de lo que se
dice, sino más bien en cómo se dice y cómo se representa.
Los personajes principales recitan sus relaciones de memoria,
ocupándose de hacerlo bien, con vehemencia y vistosidad, para
lucirse, sin el menor interés en identificarse con el significado de
lo que dicen; lo aceptan como parte de su cultura y participan en un
acto de comunión con la identidad de su pueblo, y nada más.
Los personajes de tropa se ocupan aún menos de saber lo que se
quiere decir en la representación, ni de seguir al pie de la letra
el mensaje qua pueda llevar el texto. Ellos van a divertirse y,
sobre todo a lucirse con los gestos de valor o habilidad que suelen
caracterizar cada fiesta: disparos atronadores en Laroles, Válor,
Murtas, Jorairatar y Cherín; encabritar el caballo en Trevélez,
correr tras las niñas en Picena, desfilar con marcialidad en casi
todos los sitios, etc.
Estamos seguros de que las funciones de Moros y Cristianos hoy
no responden en absoluto a los móviles que las originaron, lo que ha
motivado la desaparición de muchas de ellas; ni creeemos en la
posibilidad de que estimulen los sentimientos de racismo y
xenofobia. Hoy son un exponente genuino de nuestro teatro popular,
que debe conservarse como es, sin menosprecios por la ideología que
representa ni adulteraciones en aras de una pretendida modernidad.
Bibliografía
Baumann, R: «Moros y Cristianos Valor». Boletín de la asociación
cultural Abuxarra. Órgiva (Granada), 1985.
Brisset Martín, D.: Fiestas de Moros y Cristianos en Granada.
Diputación de Granada, 1988.
Femández, F.: Sierra Nevada. Ed. Juventud. Barcelona, 1946.
«Indumentaria Tradicional en las Fiestas de Moros y Cristianos de La
Alpujarra». En Actas del 1er. Congreso de Folklore Andaluz.
Centro de Documentación Musical de Andalucía. Granada, 1992. Págs.
313-326.
Jerez Hemández, J.M.: Toda La Alpujarra, guía para el viajero.
Editora Regional del Sur, S.A., Andaluzas Editorial. Granada,
1992.
Tapia Garrido, J.A.: Historia de la Baja Alpujarra.
Ayuntamientos de Adra, Berja, Dalías, El Ejido, Vicar e Instituto de
Estudios Almerienses. Almería, 1989.
Roca Roca, LJ. y Murillo Ferrol, N.: La Alpujarra según Federico
Olóriz, Real Academia de Medicina, Granada, 1983. Inédito.
Rodríguez Becerra, S.: Las fiestas de Andalucía.
Editoriales Andaluzas Unidas. Sevilla, 1985.
Notas
-
Roland Baumann,
antropólogo belga que ha realizado su tesis doctoral sobre las
fiestas de Moros y Cristianos de Válor, hizo esta afirmación en
la conferencia pronunciada durante el 11 Encuentro de Bandos de
Moros y Cristianos. Zújar (Granada), septiembre de 1992.
-
En La Alpujarra, los
techos de la mayoría de las casas son planos, cubiertos por su
parte externa o superior de una arcilla magnesiana, denominada
launa, con propiedades impermeables, que les da un
aspecto terroso, recibiendo el nombre de
terrados y que son utilizados como extensión de la
casa (generalmente de reducidas dimensiones) para secar frutos,
almacenar objetos y estancia ocasional para tomar el sol en
invierno y el fresco en las noches de verano y, sobre todo, son
excelentes miradores hacia el exterior. La estructura escalonada
de los pueblos permite que muchos terrados estén situados a la
misma altura de calles y plazas contíguas, lo que permite que,
por ejemplo, en la función de Moros y Cristianos de Trevélez, un
terrado contiguo y al mismo nivel de la plaza donde se celebra,
sirva para «tribuna» de la banda de música.
-
La función de moros y
Cristianos de Jorairatar se dejó de celebrar en la guerra civil,
recuperándose en 1988, con un texto de nueva composición y ropas
también de nueva creación, en nada parecidas a las antiguas.
-
Existen unas fotografías
realizadas por Federico Olóriz en 1894 en las que se aprecian
que las tropas cristianas de Válor llevan uniformes de la guerra
de Cuba
Nota
para la web:
En la página dedicada a Tímar
puede leer el
texto completo de la función que se representaba en dicho
pueblo.
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