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LA VEGA DE GRANADA. MARCO GEOGRÁFICO

 

Texto extraído de la Tesis doctoral inédita titulada:

 

   EL POBLAMIENTO ALTOMEDIEVAL EN LA VEGA DE GRANADA A TRAVÉS DE SU CERÁMICA. 

Autor: José Cristóbal CARVAJAL LÓPEZ

 

 

 

La Vega de Granada se enmarca en el conjunto geológico de la Depresión de Granada, parte del surco intrabético separador de los Sistemas Subbético y Penibético, comprendida entre una línea de sierras prácticamente continua, con altitudes entre los 1.500 y los 2.000 m sobre el nivel del mar, suficiente para destacar sobre la altura media de 600 m de la Depresión, ligeramente inclinada de este a oeste.

 

El límite de su cabecera, si entendemos la Depresión en el sentido de su principal eje, la cuenca del río Genil, lo marca Sierra Nevada, cuna de dicho río y cumbre del Sistema Penibético. La depresión subsiguiente, básicamente la cuenca del río, sólo se ve interrumpida por la mole de Sierra Elvira, en su borde norte, y por elevaciones de arcillas triásicas hacia el oeste que estrechan la llanura hacia su cierre en la Tierra de Loja, en el paraje conocido como los Infiernos, que supone la vía de desagüe del Genil hacia Córdoba.

 

 

EL MEDIO HUMANO ACTUAL: TRADICIÓN Y TRANSFORMACIÓN

 

La mejor forma de aproximarnos al conocimiento del aprovechamiento humano de la Vega de Granada debe de partir de la aproximación de lo que conocemos del mismo hoy en día. Desde ahí, utilizaremos los variados y bastante escasos datos proporcionados por los corógrafos del paisaje andalusí, los agrónomos de la época y el registro arqueológico para establecer una comparación que nos de idea de la evolución que ha debido de sufrir este espacio a lo largo de la Alta Edad Media.

 

Lo primero que hay que tener en cuenta es que el momento actual es uno de importantes transformaciones, donde hay una pugna entre dos tendencias contrapuestas: por un lado, el mantenimiento de un paisaje de aprovechamiento agrario del espacio, básicamente basado en la economía del regadío, y por otro el del la explosión urbanística de las últimas décadas, que busca la transformación de enormes parcelas barrios modernos anejos a municipios, con todas las alteraciones de absorción de recursos (agua sobre todo) e impacto medioambiental que ello conlleva.

 

Respecto a la primera tendencia, en este momento la Vega era un espacio esencialmente agrícola, con una economía en crisis basada en la pequeña parcela de regadío destinada al policultivo, en contraste con las tierras de secano basadas por norma general en grandes parcelas y en el cultivo sobre todo del olivar, seguido por el cereal. La configuración del regadío de esta época es heredera directa de las transformaciones medievales. González Alcantud nos confirma la poca importancia de las modificaciones introducidas por los conquistadores castellanos: la mayor de ellas consistiría en la fundación de Santafé, cuya dotación de aguas se basó en la modificación de privilegios de época islámica.

 

El caudal que requería la nueva villa era más abundante que el de la alquería del Godco, que antaño ocupaba ese espacio de la Vega, y ello llevaría a varios pleitos de aguas con respecto al reparto. Modificaciones también menores requerirían en los siglos XIX y XX los usos específicos de agua de las industrias de lino, tabaco y azúcar en la Vega, y a nivel espacial hay que mencionar la desecación de las tierras pantanosas del Soto de Roma, que permitió la ampliación de las tierras de regadío y la creación de Fuente Vaqueros.

 

 

 

DESCRIPCIÓN DE LOS PAISAJES MEDIEVALES DE LA VEGA DE GRANADA.

 

Sería extremadamente afortunado poder contar con una descripción del territorio de la Vega de Granada durante los siglos que estudiamos, desde el VIII al XI, pero por supuesto no siempre se cuenta con esa suerte, y ése es nuestro caso concreto, al menos en lo que respecta al periodo de formación del poblamiento de los siglos VIII y IX. Por lo tanto, será necesario, previamente al estudio arqueológico, intentar reconstruir lo que los autores antiguos nos pudieron transmitir, tanto antes como después del período que estudiamos.

 

La Vega de Granada, que hasta el siglo XII se conoce en las fuentes como Vega de Ilbira, forma el conjunto de tierras más íntimamente ligado a la capital de la kora del mismo nombre, por lo que administrativamente formará siempre parte de la misma. Es de suponer que lo mismo ocurriría en la época antigua, aunque debe de tenerse en cuenta que hasta la decadencia del estado romano en el siglo III existía al menos otra ciudad en el territorio que geológicamente hemos definido como la Vega de Granada. Nos referimos a Ilurco, en el actual término municipal de Pinos Puente, y que parece tener una importancia administrativa mayor que la misma Iliberis en este época. No sabemos hasta qué punto podía el territorio de la Vega distribuirse entre estos dos municipios, pero lo que sí parece claro es que no hubo una frontera provincial en ningún caso que partiera la tierra.

 

Las primeras descripciones geográficas en árabe del territorio granadino, y de todo al-Andalus, comienzan a compilarse en el siglo X. Es muy importante tener en cuenta la fecha, porque implica que para el momento en que estas empiezan nos encontramos en la mayoría de los casos con un territorio configurado en función de límites administrativos y entornos urbanos que es dudoso que existieran en los siglos VIII y IX. Por lo tanto, debemos desechar la idea de encontrar una descripción del ámbito geográfico de la Vega tal cual, sino que siempre la encontraremos inserta dentro de los ámbitos administrativos de la kora o fraccionada, como descripción del entorno periurbano de sus núcleos, de entre los que hay que destacar hasta el siglo X a Ilbira y, desde esa fecha, Granada y Loja. Es por ello, como veremos, que son de importancia excepcional las informaciones proporcionadas por al-’Udri en el siglo XI e Ibn al-Jatib en el XIV, puesto que sus descripciones del territorio son las más detalladas y detenidas.

 

La primera descripción de la kora de Ilbira conservada, sin embargo, procede del siglo X, de al-Rãzi, y, aunque no se conserva el original árabe, ha sido reconstruida en base a tres versiones romances conservadas de la misma. otras, y es especialmente interesante la reconstrucción hecha por Levi-Proven∫al, que corrige defectos de las traducciones romances (el más llamativo es la sustitución de Almuñécar por Málaga). En algún caso, sin embargo, hay que ser muy cuidadosos con esta reconstitución, pues, según su autor, se ha hecho interpolando citas de autores árabes más tardíos que parecen ser deudores de al-Rãzi; y sin embargo, si dichos autores añadieran información que no existía en el tiempo del geógrafo, podríamos cometer el error de considerar contemporáneas a él realidades que no se gestarían hasta algunos siglos después. En concreto creemos que hay que ser muy cauteloso con las interpolaciones de la Ihata de Ibn al-Jatib, que fueron escritas en el siglo XIV por otro escritor que tenía una relación aún más estrecha que el mismo al-Rãzi con el territorio que se describía, y que consideramos muy dudoso que necesitase citarlo para algo más que para curiosidades historiográficas.

 

Esta descripción de la kora se convertiría en un referente imprescindible para un gran número de geógrafos posteriores, entre los que cabe citar a Ibn Gãlib, al-Himyari, Yãqut, al-Qazwini y el desconocido autor de la Descripción anónima de al-Andalus. Sabiendo que Aæmad al-Rãzi, padre de ‘Isà, escribía en la primera mitad del siglo X, podemos comprobar que en estos momentos se encuentra en la kora un paisaje agrario muy desarrollado, donde los cultivos de regadío son abundantes y en los cuales jugaría un papel muy importante la Vega de Granada, ya que en el entorno de sus núcleos principales, Ilbira, Granada y Loja, se ensalza la riqueza agrícola del paisaje. Además, hay un aspecto que quizás aparece más claro en los textos romances medievales que en la reconstrucción de Levi-Proven∫al, y es el aprovechamiento de los pastos veraniegos de Sierra Nevada por parte del ganado, algo que hasta hace muy pocos años se ha venido manteniendo. Ahora bien, este paisaje «de buenas aguas y ríos y de árboles muy espesos» no es característico de las grandes extensiones de terreno de cultivo romano, dominadas por la tríada mediterránea del olivo, el trigo y la vid, luego debemos suponer que su formación ha tenido lugar después de la conquista islámica.

 

Como se verá, el último cuarto del siglo IX y la primera mitad del X en la Vega de Granada se presentan como un periodo de disturbios en los que la construcción de un sistema agrícola efectivo era muy difícil, lo que hace evidente que debió de tener lugar entre los siglos VIII y IX. Más adelante expondremos las razones por las que consideramos lógico que dicha construcción del paisaje debe fecharse desde el mismo momento de la ocupación de la tierra por parte de los musulmanes.La obra geográfica más importante del mundo árabe en el siglo X, la de Ibn Hawqal, apenas hace mención de la kora de Ilbira (y menos de la Vega de Granada), salvo para señalar la pertenencia a la misma de la ciudad de Bayyãna, a la que le otorga una enorme importancia como puerto del califato omeya cordobés.

Vamos a citar a continuación a dos autores que sí aportan información sobre Ilbira, Ibn Sa‘id, del siglo XII, y a al-Himyari, del XIV. Sobre Ilbira, nos dice el primero:

«Ilbira es un reino importante situado entre el reino de Córdoba y Almería, junto al de Jaén y Málaga. Abunda el lino y los árboles frutales, enumerarlos sería prolijo, pero basta con indicar que había de las mejores clases [...].»

 

A continuación nos informa sobre los conflictos de entre los siglos IX y X, a los que nos dedicamos más abajo, para pasar a referir entidades de población del territorio. Además, Ibn Gãlib cita los distritos correspondientes a Salobreña, la Alpujarra, Priego, Guadix y Alcalá la Real, siendo por tanto el primer geógrafo en el que la división entre las kuwwãr (plural de kora ) de Ilbira y Bayyãna, que parece datar del siglo X, se hace efectiva, así como añade los territorios de Alcalá y Guadix, que estaban ausentes de la kora en al-Rãzi.

 

Al-Himyari, por su parte, nos hace una descripción de la Vega inmediata a la ciudad de Granada que nos recuerda mucho a la de al-Rãzi de la kora ; nos ofrece claramente una perspectiva más tardía de la Vega de Granada, donde se ha introducido el cultivo de la seda (y no se encuentra sólo en la zona de la costa, que aparece claramente diferenciada) y por lo tanto más orientada hacia el cultivo comercial que en las anteriores versiones. aún así, es notable que el nombre de la Vega sigue estando referido a Ilbira, incluso estando en este caso en un marco centrado en el entorno periurbano de Granada.

 

La descripción más antigua y al mismo tiempo pormenorizada de la kora de Ilbira, y en la cual se pueden distinguir con bastante claridad los distritos de la Vega de Granada, corresponde a al-‘Udri. Este autor, originario de Dalías, realizó su obra en torno a la primera mitad del siglo XI, gran parte de ella al servicio de los reyes de la taifa almeriense. Es bastante interesante la enumeración de las diferentes comarcas de la kora , en cuya denominación utiliza dos conceptos fundamentales, el de iqlim y el de yuz’, que desgraciadamente se nos escapan; en lo único en lo que los investigadores parecen estar de acuerdo es en que se trata de denominaciones relacionadas con el fisco. La cancillería cordobesa proyectaba probablemente una organización de la kora de forma que las cantidades recaudadas fueran al menos iguales a las obtenidas antes de la fitna que ocupa la segunda mitad del siglo IX. Si se asume esta idea, resulta que la enumeración de los territorios hecha por al-’Udri refleja un esquema administrativo impuesto sobre un paisaje real y vivo en un momento muy determinado, el primer cuarto del siglo X, y por tanto resultado histórico de los procesos de los siglos anteriores.

 

Hay otros datos esenciales que nos da Ibn al-Jatib referentes a la organización de la propiedad de la tierra en la Vega de Granada:

El polígrafo hace mención a la existencia de treinta almunias (munà) de patrimonio real. En la Ihata menciona un centenar de yannat (huertas), y no queda claro si está incluyendo las anteriores o no (que se concentraban al Norte de la ciudad, y veinte de ellas al interior de las murallas). Y sin embargo el dato más llamativo para nosotros es el de las trescientas alquerías cercanas a la capital (que entendemos como pertenecientes a la Vega de Granada y no pertenecientes al núcleo urbano de la capital). Mientras que almunias y huertas se entienden como propiedades privadas, las alquerías, aunque podían estar adscritas a un sólo propietario, estaban normalmente, como indica Ibn al-Jatib, «en manos de los vasallos». Hay una clara parcialidad por parte del escritor del siglo XIV a ponderar las virtudes de las propiedades privadas, especialmente de las reales, lo que ha llevado a considerar a investigadores como Jiménez Mata que la Vega debía estar dividida sobre todo en extensas propiedades, que formarían la base fiscal del estado nazarí.

 

Para explicar la descompensación entre el número de almunias y huertas y el de alquerías, Jiménez Mata supone que la mayoría de las alquerías debía ser de propiedad privada, literalmente de «uno o dos propietarios», y suponemos que considera a sus agricultores como aparceros; ello le permite incluir a la mayoría de estas alquerías en el rango de grandes propiedades, a pesar de la clara advertencia hecha por Ibn al-Jatib. Esta opinión se refuerza por una idea que nosotros rechazamos de plano, y que consiste en considerar que estas propiedades son una perduración de las antiguas villae romanas a través de la Edad Media; en la formulación aparece explícito el prejuicio, completamente indemostrable, de que la Vega de Granada adquiere su configuración en época romana, con la aplicación del regadío a los terrenos cultivados en torno a las villae. Ha quedado, sin embargo, más que demostrado, que la hidráulica monumental romana tiene muy poco que ver con la rural andalusí, lo cual ya de por sí produce bastantes dudas a la hora de admitir el origen de estas grandes propiedades de época nazarí.

 

Pero el golpe de gracia a esta idea viene dado por los estudios de Carmen Trillo sobre el Repartimiento de Almuñécar, donde se demuestra claramente que la inmensa mayoría de las tierras de una ciudad importante de época nazarí están sometidas a regímenes de pequeñas propiedades, incluso en los casos donde los cultivos iban destinados al comercio. Es por tanto más natural suponer que el desarrollo más común de la propiedad andalusí lleva a las pequeñas parcelas de policultivo, y que las grandes propiedades son el elemento extraño introducido, que necesita ser explicado. La parcialidad de Ibn al-Jatib se explica por su necesidad de agradar a sus soberanos más que por una justa observación de la realidad. Es dudoso que los recursos fiscales puedan depender de unas grandes propiedades que son al mismo tiempo escasas y reducidas en comparación con los grandes señoríos feudales, tal y como ha demostrado Carmen Trillo, y que además parecen concentrarse en torno a los núcleos urbanos (las 30 almunias reales estaban situadas al Norte de la ciudad, y al menos 20 de ellas dentro de las murallas).

 

 

POBLAMIENTO. VEGA DE GRANADA.

 

Para el estudio del poblamiento en la Vega de Granada vamos a combinar las evidencias obtenidas a partir del estudio de la cerámica y del espacio de la Vega y comentaremos las conclusiones que podemos establecer desde nuestra perspectiva. En este ejercicio intentaremos separar claramente lo que consideramos seguro de los hechos que proponemos como más posibles en la evolución del poblamiento y de la misma historia de los primeros siglos del mundo andalusí. Como se verá, pretendemos seguir una lógica diferente a la de los “destinos manifiestos” que suele predominar, con honrosísimas excepciones, en la comprensión de estos y otros fenómenos históricos y acercarnos a la percepción social de lo mismos protagonistas de éstos, sin por ello perder de vista una perspectiva de la evolución de las relaciones de producción y de la explotación dentro de los marcos sociales adecuados.

 

En otras palabras, creemos ante todo que en estos siglos de formación del mundo andalusí no hay un plan de creación de “estado” establecido y aceptado por los diferentes grupos (étnico-)sociales, de forma que el conflicto social generado en el momento de la fitna parece ser cuestión ante todo de la legitimidad de los Omeyas cordobeses para dirigir el Estado; más bien, intentaremos comprender estos siglos como el momento en el que diferentes intereses, más reales que percibidos, se enfrentan entre sí hasta que se imponen los de un grupo concreto, los Omeyas y sus aliados, hasta que se generase una nueva lucha de intereses a la que el estado cordobés no sobreviviría. Naturalmente, sólo podemos esperar ofrecer una visión parcial de todo este proceso, pues nuestro objeto de estudio es el poblamiento de la Vega de Granada, y es basándonos en él como extraemos nuestras conclusiones históricas.

 

EL SENTIDO MARCADO POR LA FLECHA DEL TIEMPO

 

¿Cuáles son las tendencias evolutivas de la sociedad andalusí en estos primeros siglos de su historia? El registro arqueológico puede proporcionarnos algunas respuestas a esta cuestión. Examinando las evidencias de la cerámica fabricada en estos siglos y su distribución en los yacimientos conocidos, podemos empezar a señalar algunas de estas tendencias. Con los datos de los yacimientos estudiados (Cerro de la Solana de la Verdeja, Cerro del Molino del Tercio, Cerro del Sombrerete, Pago de los Tejoletes, Cerámica del Museo Arqueológico Provincial, Callejón del Gallo, Placeta Cruz de Quirós), sobre la mesa, y estableciendo un orden cronológico de los yacimientos podemos señalar algunas pautas de evolución de la cerámica de la Vega de Granada entre los siglos VIII y XI:

  1. El número de series parece mantenerse estable en torno a la docena, mientras que se aprecia un ligero crecimiento en los tipos. El crecimiento de las series y de los tipos alcanza un pico máximo en la cerámica del Museo Arqueológico, que es claramente excepcional y no suele aparecer con frecuencia en excavaciones normales. Hay que observar que en los yacimientos más tardíos se observa una concentración de piezas en torno a determinados tipos, y la aparición de otros que son excepcionales (es decir, aparecen una o dos veces), lo que parece cuadrar con la evidencia que tenemos del Museo Arqueológico. No creemos, por lo tanto, que sea arriesgado afirmar que a medida que avanza el tiempo, los números de las series y, sobre todo, de los tipos aumentan, al tiempo que las piezas tienden a concentrarse en torno a unos tipos mayoritarios y a aparecer marginalmente dentro de otros tipos. Probablemente lo que refleja este cambio es que el número de los tipos autóctonos disminuye, mientras que aumenta la frecuencia de las piezas traídas de otros puntos.

  1. La técnica de fabricación es predominantemente el torno, aunque haya números significativos de cerámica hecha a mano. Esta cerámica está siempre asociada a producciones asociadas a actividades de elaboración de alimentos, aunque en ninguno de los casos que aquí presentamos asume por completo estas actividades (la mayoría de las ollas de producción tardoantigua están torneadas). Creemos que la cerámica a mano supone una producción marginal, asociada a una actividad económica complementaria, y por lo tanto, directamente a los modos de producción alfarera doméstico o de industria doméstica de Peacock, y no necesariamente a los grupos indígenas.

  1. La cerámica vidriada incrementa claramente su número y su variedad a lo largo del tiempo. La única cuestión al respecto es la de establecer sus hitos, desde su introducción hasta la de las diferentes innovaciones.

  1. Algo parecido sucede con las técnicas de acabado de las bases. Está claro que la técnica del espatulado y del acabado convexo va a ir imponiéndose en la cerámica andalusí, pero todavía no podemos entender el ritmo de estos cambios. De hecho, existen algunos yacimientos, como el Cerro del Molino del Tercio, que parecen exhibir este rasgo con al menos un siglo de antelación que otro tan importante como Madinat Ilbira.

Hay que señalar que, a pesar de la apariencia de regularidad con la que la presentamos aquí, esta evolución marca unas tendencias generales, pero no puede considerarse lineal. No tenemos datos suficientes para establecer los ritmos del cambio, aunque en la sección siguiente plantearemos una serie de hitos cronológicos y por fin una secuenciación. Pero, por el momento, no sabemos la incidencia real que procesos como la fitna pudieron tener en esta evolución, ni tampoco podemos asegurar el momento en el que la cerámica de tradición antigua desaparece por completo.

 

Pese a todo lo dicho, hay elementos que emergen claramente de todo este cuadro. Se produce una homogeneización de los procesos de trabajo a medida que el tiempo avanza, que es la razón por la que los tipos autóctonos disminuyen; eso otorga al mismo tiempo un valor añadido a los productos producidos en el exterior, que empiezan a aparecer. La flecha del tiempo también avanza en el sentido de la mayor inversión de trabajo en la producción de cerámica (vidriados, bases convexas espatuladas, perfeccionamiento de las técnicas de horneado), lo que debe traducirse como una mayor especialización; está claro que los modos de producción alfarera doméstico y de industria doméstica van a ir cediendo paso a los de taller individual y complejo de talleres, lo que tiene unas repercusiones importantes en nuestra percepción de la sociedad del momento.

 

Asumiendo este incremento de la especialización de la producción y, sabiendo que entre los siglos VIII y XI se produce en general un crecimiento vegetativo de la población, podemos utilizar el modelo desarrollado por Prudence M. Rice para establecer una relación entre los dos elementos. Hay que recordar, con la misma autora, que este modelo tiene una asunción de base importante: que el desarrollo de la especialización está unido al desarrollo de la complejidad y diferenciación social; esto implica que este modelo está diseñado para reconocer los productos de especialización artesanal en el registro arqueológico, más que para explicar el desarrollo de la misma. Por otra parte, hay que reconocer la distancia de su objeto de estudio con el nuestro; no sólo se trata de culturas y desarrollos muy diferentes, sino que los puntos de partida deben diferenciarse, así como la escala temporal para la que el modelo fue creado. Sin embargo, las conexiones que establece entre el desarrollo del registro cerámico y el del cambio de la población son al menos interesantes para tener en cuenta, por lo que las recogemos en la siguiente tabla:

 

 

CAMBIO EN POBLACIÓN

EFECTO EN ALFAREROS Y EN CERÁMICA

Crecimiento absoluto de la población

Mayor número de consumidores.
¿Mayor número de productores?
Se necesitan más vasijas
¿Se necesitan vasijas más grandes?

Mayor densidad de población

Mayor proximidad entre mercados y consumidores
¿Procedimientos especiales de mercado y personal especializado?
Facilidades de transporte

Cambios en el perfil demográfico: mayor natalidad

Mayor tamaño familiar
Se necesitan mayores ingresos (mayor producción)
Posible empeoramiento de la calidad de vida

Cambios en el perfil demográfico: menor mortalidad

Más adultos como fuerza de trabajo
Mayor número de productores

Crecimiento relativo con respecto a los recursos

Alfarería contemplada como alternativa si existe presión en las zonas económicamente marginales

Mayor diferenciación socioeconómica

Necesidades especiales de series o tipos particulares
¿Crecimiento de la cerámica como señal de estatus?
Los alfareros pueden moverse relativamente hacia abajo en los escalones socioeconómicos.

El crecimiento en general lleva a lazos exteriores más extensos, bien comerciales o militares

Acceso a nuevas formas y estilos decorativos que llevan a innovaciones en la producción autóctona
Imitación de cerámicas no locales
Acceso a nuevos recursos

 

 

Tabla 5.1. Cambios demográficos y sus efectos en un sistema de producción alfarera (adaptado de RICE 1984, p. 259.)

Naturalmente, y como se ha señalado más arriba, este modelo no es en sí mismo explicativo del cambio social, sino que asume la relación que hay entre el cambio en el registro arqueológico y el de la sociedad a través de un incremento de la población. No es, por lo tanto, un modelo apriorístico, sino una propuesta que nosotros consideramos útil y aplicable en el contexto de la Vega de Granada en los primeros siglos de al-Andalus. A este respecto, hay que aclarar dos conceptos que se han manejado en la tabla para su empleo en el mundo andalusí: la diferenciación socioeconómica implica el desarrollo de mecanismos de control que van a permitir a unos grupos sociales alzarse por encima de otros y legitimar su explotación del trabajo de los segundos. Hay que tener en cuenta que esta diferenciación social tiene un signo muy diferente en las sociedades árabe, beréber e indígena (romanizada) peninsular (e incluso, por la parte que nos toca, en la romanizada norteafricana), así que estos mecanismos van a necesitar a menudo de severas imposiciones y diferenciadas según las circunstancias.

 

Por otra parte, los lazos exteriores no deben entenderse exclusivamente con respecto al mundo andalusí; en los primeros siglos de historia de al-Andalus está suficientemente demostrada la regionalización del registro cerámico como para poder afirmar que los contactos entre zonas geográficamente distintas eran escasos, así que los mencionados lazos pueden empezar a establecerse entre núcleos relativamente cercanos y aún así ejercer una influencia considerable en el registro arqueológico. Como veremos, es probablemente este tipo de relaciones las que van a permitir la creación del complejo registro cerámico de Madinat Ilbira. Queda pendiente, por supuesto, la delimitación de estas “regiones” altomedievales y su relación.

 

Queda, pues, trazada una línea de evolución que va desde el siglo VIII hasta el siglo XI, y que puede seguirse en el registro arqueológico de la Vega de Granada. La línea no es regular, sino que sufrirá probablemente numerosos retrocesos y altibajos en coherencia con el conflicto que se generará entre los diferentes grupos sociales a medida que se produzca la imposición de unos sobre otros. Es imposible por el momento establecer quiénes y cuántos son estos diferentes grupos, pero está claro que el gran triunfador de este proceso, no sin esfuerzo, será el Estado de los Omeyas y sus aliados, y será este Estado también la principal víctima del desarrollo histórico. Pero lo importante es recordar que no es el Estado el constructor de al-Andalus, sino más bien el domador de los diferentes grupos que han contribuido en su creación; de este modo, entender la historia de los primeros siglos de al-Andalus es entender la historia de estos grupos y sus relaciones entre sí.

 

TERRENOS DE REGADÍO EN LA VEGA DE GRANADA

 

La economía agrícola del regadío es de gran importancia en Al-andalus. Su desarrollo se ha ligado a la adaptación de plantas provenientes de otras zonas climáticas distintas a la cuenca mediterránea. Creemos que los pasos esenciales de este desarrollo ya estaban dados para cuando los musulmanes pusieron el pie en la península y que, por lo tanto, impusieron en éstos condicionantes a la hora de buscar y organizar asentamientos. No tiene sentido que unos cambios que afectaron tan profundamente a las estructuras sociales y económicas fueran “olvidados” por las primeras generaciones de conquistadores, para luego ser “reinventados” por las posteriores. De este modo, afirmamos que desde el primero momento hubo contingentes de conquistadores (que no es lo mismo que decir todos ellos) que buscaron las condiciones necesarias para desarrollar sistemas de regadío. En el capítulo anterior hemos visto, siguiendo al mismo Barceló, que el medio tribal es idóneo para este tipo de desarrollos, pero de ninguna manera el único, de forma que no se debe ligar automáticamente tribu con desarrollo de la irrigación.

 

Sin embargo, en la Vega de Granada tenemos algunos elementos que prueban que la agricultura de regadío ya ocupaba un lugar importante en la economía de la zona en el momento de la fundación de Madina Garnãta, a principios del siglo XI. El primero de ellos es el privilegio de aguas de la alquería de Beiro, documento romanceado fechado en 1216, por el que se conceden derechos de regadío a unos terrenos pertenecientes a dicha alquería con las aguas sobrantes de la acequia de Aynadamar tras su abastecimiento a la ciudad de Granada. El hecho es interesante por que dicha alquería se encuentra aguas arriba de Granada, y sin embargo, como enclave más antiguo, la ciudad tiene derecho preferencial sobre las aguas de la acequia. No ocurre lo mismo, en cambio, con la alquería de Víznar, que se encuentra cerca del nacimiento de la acequia, en Fuente Grande, al pie de la Sierra de la Alfaguara; el abastecimiento de esta alquería tenía prioridad sobre el del la ciudad, incluso aunque fuera tarea de los granadinos el reparo y limpieza de todos los tramos de la acequia, sin duda un acuerdo al que debieron llegar como compensación al agua obtenida de los de Víznar. Está claro, pues, que Víznar y su sistema de regadío son más antiguos que la creación o extensión de la acequia de Aynadamar hasta el Albaycín.

 

Esta acequia se construye, con toda probabilidad, por los nuevos granadinos, los inmigrados procedentes de Ilbira, de acuerdo con los ziríes. Debió de ser una de las primeras obras acabadas, pues también nos quedan datos de que parte de sus turnos se dedicaron a la construcción de la muralla de la Alcazaba Vieja de la nueva ciudad. Y sin embargo, el asentamiento precedente de la colina del Albaycín tenía su propio abastecimiento de aguas, la coracha que bajaba hasta el río Darro. La significación de esta nueva forma de proporcionar el agua es evidente: la acequia de Aynadamar llega a la parte alta del Albaycín, mientras que la coracha comunica con una corriente de aguas al pie de la pendiente; la segunda, por lo tanto, no permite la distribución gravitatoria del agua por la colina, y el consiguiente urbanismo deseado por los nuevos habitantes.

 

No debe sorprendernos este hecho, por otra parte. El sistema de qanawãt observado en la vega de Madinat Ilbira es lo bastante imponente como para permitirnos imaginar un gran desarrollo de la distribución del agua (y de la agricultura de regadío) para el momento en el que se abandona la ciudad. En efecto, una compleja y hasta el momento poco conocida red de pozos comunicados puede observarse con relativa claridad en los llanos del yacimiento.

 

Una prueba más de la antigüedad del sistema de regadío en la Vega de Granada. Para cuando en el siglo XI los reyes ziríes ordenan el abastecimiento de Granada con las aguas del Genil (antes, aunque siempre en el mismo siglo, el agua de la ciudad provenía de acequias del Darro), está claro que existe ya la Acequia Gorda proveniente de este río, pues va a ser de ella de donde extraerán los ramales necesarios. Desgraciadamente, no conocemos cómo se insertó el nuevo núcleo de población en este sistema de regadío tan bien como lo sabemos de la acequia de Aynadamar. Hay que considerar que una ciudad nueva debió de causar indudablemente cambios importantes en el sistema, pero también que no conocemos la verdadera significación de la extensión de la ciudad por el llano y por la colina del Realejo, únicas partes que pueden ser regadas con esta agua, en una fecha tan temprana como el siglo XI.

 

Ante todos estos datos es indudable que la agricultura intensiva de regadío es un factor esencial en el conocimiento del desarrollo del poblamiento entre los siglos VIII y X. Analizando el funcionamiento de los sistemas de regadío actuales, tal y lo como describía Ocaña en 1974, podemos establecer ahora una serie de conclusiones sobre los regadíos de la Vega Oriental de Granada (hasta el diapiro de Láchar). Está claro, no obstante, que este análisis debe someterse a revisiones con documentos más antiguos, ya que lo que nosotros esbozamos aquí no es más que un primer acercamiento al problema en el que reconocemos nuestra falta de profundidad. Por ello, y para hacer más fácil la crítica de los razonamientos que seguimos, señalamos a continuación las asunciones que hemos hecho en nuestro análisis y la lógica en la que éstos se basan:

  1. La red del sistema de acequias que existe en la actualidad en la Vega de Granada se ha formado por acumulación. La formación de las bases del sistema se produce desde una época temprana del mundo andalusí, y son cambios en la propiedad los que van a generar la acumulación de algunos sistemas cuando se produzca la ruptura de un equilibrio ecológico en determinados puntos y se requiera por lo tanto un suministro de agua adicional. En las zonas en donde no se producen cambios significativos en la propiedad se mantendrán relativamente intactos los sistemas originales.

  1. Cada sistema de regadío, debido al caudal de su fuente y a los principios de su diseño y de su rigidez, tiene un límite de sostenibilidad. Es posible que el diseño inicial no alcance dicho límite de sostenibilidad, con lo que la ampliación del sistema se hace posible sin perjuicio para sus fundadores. . Es posible, por lo tanto, señalar los núcleos más antiguos de un sistema a partir del análisis de los turnos y de los métodos de distribución del agua entre diferentes poblaciones. No hay que olvidar, sin embargo, que existen criterios de distribución clánicos y topográficos, y que, aunque es poco probable, dada la perduración de los sistemas de regadío de la Vega a través de los siglos, la aparición de algunos de los primeros podría plantear arreglos confusos en los acuerdos de partición de las aguas. En general, admitiremos que los criterios de distribución del agua entre los diferentes núcleos son topográficos, lo que en un primer poblamiento andalusí no debe suponer una contradicción muy grande con los criterios clánicos (ya que los asentamientos tienen en sí mismos un significado gentilicio).

  1. En general, y a no ser que puedan intervenir alguna de las circunstancias mencionadas anteriormente, los asentamientos en la Vega de Granada se han mantenido estables desde su creación en tiempos andalusíes, ya que se han situado en la posición más idónea para aprovechar las aguas de las acequias y. estas, a su vez, se han construido en el mismo diseño. Los asentamientos pueden abandonarse (como los casos de €ignar o Yã•ar) debido a una gran cantidad de circunstancias (no solamente el agotamiento de la acequia que los nutre), pero los que permanecen mantendrán siempre el mismo tipo de posición relativa del núcleo con respecto a las tierras de regadío. Por supuesto, todo ello se está viendo modificado en los últimos años a causa de la explotación urbanística, que se ha convertido en la causa principal de la destrucción sistemática de un paisaje milenario.

Habiendo aclarado estas asunciones, vamos a pasar a realizar un somero análisis histórico de los sistemas de regadío de la Vega oriental de Granada. Comenzando con los regadíos del Genil, tenemos que volver a la Acequia Gorda y contemplar también las de Arabuleila y Tarramonta. El panorama de este sector lo tenemos más claro gracias al estudio minucioso que de él ha llevado a cabo Antonio Malpica. La Acequia Gorda se desgaja a la derecha del río Genil y riega toda la parte baja de Granada y la vega hasta Maracena y Atarfe. La de Arabuleila se sitúa en parábola sobre el espacio regado por la de Tarramonta; ambas nacen dentro de la ciudad de Granada, y la primera desemboca en la segunda tras regar las vegas de Armilla, Churriana y Cúllar Vega. La de Tarramonta lleva agua a Ambroz, Purchil y Belicena. De las tres acequias que hemos listado, la única que no tiene limitación a la hora de utilizar el agua del Genil es la de Tarramonta, aunque sí consta uno de un quinto y medio en un reparto del siglo XII; riega una alquería cuyo nombre deriva de antropónimo latino, Belicena, y dos pueblos de nombres Purchil y Ambroz, que no nos permiten situarlos antes del siglo XI o XII, aunque también es cierto que al menos uno de estos dos núcleos puede ocupar el lugar de la alquería desaparecida de Tarramonta.

 

El agua pasa primero por Ambroz, que es donde oficialmente termina la acequia para dividirse en dos ramales que van a parar a los pueblos de Purchil y Belicena, y luego continúan en régimen de riegos sobrantes hasta Santa Fe. Más difíciles de explicar son las asociaciones de Armilla y Churriana, ambos nombres de etimología romance, con la acequia de Arabuleila, cuyo nombre no podemos situar claramente (ya que puede ser un epónimo tribal o un antropónimo individual).

 

La primera acequia que se desgaja del río Dílar es la del mismo nombre, que riega exclusivamente dicho pueblo y no tiene límite para su toma de aguas, por lo que hemos de suponer que Dílar, con topónimo de origen preárabe, es el primer núcleo de este sistema. Aguas abajo se desgajan acequias para los pueblos de Gójar, Otura, Alhendín, Ogíjares y Gabias, cada uno con su propia acequia (que puede regar también partes de otros términos municipales), excepto las Gabias, que tiene dos. Los turnos establecidos se mantienen desde tiempo inmemorial, y parecen tener poco que ver con la extensión de tierras que riegan.

 

Los regadíos del Cubillas han tenido tradicionalmente su desarrollo a partir del núcleo de Pinos Puente, que es donde se dividen las acequias para llevar agua a los distintos puntos. Sin embargo, la construcción del pantano en el cauce del río, en el término de Albolote y por tanto aguas arriba desde el pueblo de Pinos, ha modificado considerablemente la vega regable de este sistema, al regularizar el caudal de agua y permitir la ampliación de las tierras irrigadas. Por ello, no tenemos turnos de agua que nos permitan establecer una datación relativa de los pueblos de esta zona.

 

Los regadíos del sector Noreste de la Vega de Granada se han formado como un conglomerado de pequeños sistemas, probablemente centrados en una o dos alquerías, que al final se han visto reunidos en un sólo sistema por la necesidad de una ampliación de los terrenos de regadío. Esta ampliación primero se realizó con la creación y extensión de acequias, para luego construir el Canal del Fardes, que trae aguas de una vertiente ajena (la Fuente Grande de Huétor-Santillán, que naturalmente vertería hacia el río Guadiana Menor). Claramente nos debemos de interesar por los sistemas más antiguos, que serán aquellos que cuenten con nacimientos propios para sus vegas. Podemos citar con bastante seguridad Güevéjar, Alfacar y Víznar y menos seguros, aunque existen fuentes de agua en sus inmediaciones, son los de Cogollos y Nívar (lugares que sin duda estuvieron ocupados en el siglo IX, sin embargo). Todo parece indicar que estos pueblos más bajos requirieron de la ampliación de las acequias para abastecerse de agua, por lo que deberíamos situar su fundación en un momento más tardío que los superiores.

 

No vamos a extendernos en los regadíos bajos de la Vega, ya que están formados por un complejo sistema de nacimientos, pozos y recogida de sobrantes de los regadíos del entorno. Los únicos núcleos que podrían tener una antigüedad considerable aquí son los de Chauchina, Daragoleja (Dãr al-Walaya) y Daimuz (Daimus).

 

Hasta aquí la discusión sobre los regadíos de la parte oriental de la Vega. Para la parte occidental, en el entorno de Loja, debemos remitir de nuevo a la obra de Miguel Jiménez Puertas. El estudio por él realizado está mucho más completo que el nuestro, ya que ha combinado la información del estudio sobre el terreno a lo largo de un gran número de prospecciones con la de los documentos antiguos y modernos tratados regresivamente.

 

VÍAS DE COMUNICACIÓN DE LA VEGA DE GRANADA

 

Un elemento importante en la configuración del territorio es el de los caminos que lo cruzan, y en las direcciones en las que lo hacen, puesto que tienen una gran trascendencia a la hora de situar los núcleos de poblamiento. Vamos a realizar el mismo ejercicio que hemos hecho con el paisaje de la Vega, intentando reconstruir a base de fuentes antiguas y posteriores a los siglos VIII al X las vías de comunicación que transitaban por este espacio geográfico.

De la época antigua debemos señalar de nuevo una gran escasez de información, sin duda debido a la marginalidad de este espacio con respecto a los centros económicos y sociales de esta época. La tesis recientemente presentada de Julio Román Punzón nos permite dar un breve repaso al estado actual de los conocimientos con respecto a este tema. Según él, las vías de comunicación que deben tenerse en cuenta son las siguientes:

 

1. Item ab Arelato, Narbone, inde Tarracone, Kartaghine Spartaria, Castulone.
2. Item a Castulone Malacam.
3. Cartago-Partaria, Barria, Abdera, Caesarea, Lenubar y Malaca. Señalada en el Anónimo de Rávena
4. Vía Iliberri-Cástulo.
5. Vía Iliberri-Anticaria..

6. Vía Iliberri-Sexi.
7. Vía Iliberri-Acci.
8. Vía Iliberri-Corduba.

 

Veamos ahora lo que los autores árabes nos indican desde el siglo X en adelante. Examinando los textos citados arriba de al-Rãzi, podemos comprobar que éste se preocupa de indicarnos las distancias entre Ilbira, Bãgu (Priego) y Córdoba. La reconstrucción de Levi-Provençal incluye además Baena. No queda muy clara la ruta seguida, puesto que según las versiones romances de al-Rãzi, Ilbira y Bãgu son equidistantes o casi de Córdoba, lo que no es en absoluto cierto y sin duda fue lo que movió a Levi-Provençal a colocar Baena en la lista de ciudades. Lo que sí parece claro, según se observa en la topografía actual, es que el camino que menciona al-Rãzi entre Córdoba e Ilbira pasaba por Bãgu, tal y como hoy en día hace la carretera N-432 entre Granada y Córdoba, y que pasa además enfrente del solar de la antigua Ilbira.

 

En el siglo XI tenemos la descripción de al-‘Udri, que es muy ilustrativa, pero también curiosa. Justo después de describir la ruta entre Córdoba y Bayyãna por Jaén, enumera una lista de distancias de plazas importantes de la kora desde Ilbira.


Todos los topónimos que han podido identificarse están situados al norte y al oeste de Ilbira, preferentemente en la ruta hacia Córdoba o en torno a ella. Se sabe con seguridad que Illywra es Íllora, Qal‘at Yahsib es Alcalá la Real, Lawsa Loja, al-Qibdãt Alcaudete y Bãgu es Priego. Las dos Ubbada/s y Wasqa y Asbit no se han localizado con seguridad, pero las suposiciones nos inclinan a pensar en el norte, y en cuanto a flujayra, no correspondería con el iqlim del mismo nombre (que sería La Zahora, en Córdoba, y por lo tanto muy lejano), sino la cortijada de Zujaira, en el término de Pinos Puente. Volveremos a ella más adelante, puesto que es uno de los sitios que hemos visitado y además podría tratarse de una puesto importante en el camino entre Ilbira y Córdoba.

 

Con respecto a la descripción de al-‘Udri, es necesario notar que no es su intención señalar los caminos de la kora, sino más posiblemente enumerar una serie de plazas fuertes disponibles para los ejércitos califales provenientes de Córdoba en su camino hasta la capital provincial. Es por ello que se omiten los caminos de tránsito entre otras plazas importantes y sin duda existentes de la kora, como son las de Almuñécar y Salobreña . Más significativo aún es el que se omita una ruta directa entre Ilbira y Bayyãna, cuando sí la hay, a través de Jaén, entre Córdoba y el puerto comercial. Todos estos datos nos remiten nuevamente a un momento temprano del siglo X, cuando la kora de Ilbira, sobre todo la parte de la Vega, no estaba totalmente pacificada.

 

Mucho más detallada es su obra Uns al-muhay wa-rawd al-furay, en la que describe con gran detalle la ruta entre Córdoba y Bayyãna (ahora Almería), que en esta ocasión sí pasa por Ilbira y Granada. Esta ruta sigue el trazado de la carretera N-432, al menos dentro de la Vega de Granada, para enlazar a partir de la capital con el antiguo camino hacia Guadix a través de Huétor-Santillán y Beas. Es importante la mención que hace de Binus (Pinos Puente) como manzil o parador a la misma entrada de la Vega, seis millas antes de Ilbira (creemos que esta distancia está exagerada). El autor señala también una ruta secundaria entre Granada y Almería, pasando por Órgiva y a través de todos los pueblos de la Alpujarra. Al-Idrisi describe además con gran detalle la ruta entre Málaga y Granada, y entre sus paradas, tras el paso por el Boquete de Zafarraya, menciona el castillo de al-Hama (Alhama de Granada) y Wadi Gassãn (el río de Cacín, que menciona como parador, no como mero accidente geográfico). Esta ruta, como veremos, es posible enlazarla con el yacimiento arqueológico del Cerro del Molino del Tercio. Y por último, señala las distancias que unen Granada con el resto de las ciudades importantes de la kora: Ilbira, Loja, Guadix y Almuñécar y Alhama.

 

Hay sin embargo un rasgo esencial que no debemos dejar pasar, y es que al-Idrisi nos menciona también una serie de rutas que enlazan lugares secundarios y las distancias que ocupan: Guadix-Baza, Alhama-Almuñécar, Alhama-Loja, Loja-Iznájar, Guadix-Quesada, Guadix-Fiñana y el resto de los pueblos en la ruta hacia Almería. También es muy llamativo el hecho de que la primera mención de Loja no se haga en una ruta que parte desde Granada, sino como punto final de una ruta desde Córdoba pasando por Iznájar.

 

Creemos que estas rutas testimoniadas por al-Idrisi son de la mayor importancia, puesto que reflejan las vías más frecuentemente utilizadas para las comunicaciones entre unos y otros puntos de la kora. El hecho de que se incluyan itinerarios entre plazas secundarias es extremadamente significativo de los movimientos de rutas comerciales o tal vez de trashumancia; el hecho es que el autor se aleja de las red centralizada del estado cordobés, que es la que nos reflejaban los textos de al-Rãzi y de al-‘Udri, y nos permite establecer relaciones de comunicación que debían afectar más puramente a las poblaciones imbricadas que al mismo Estado. Nos queda por establecer la datación y el establecimiento de estos caminos, pero creemos que no sería muy errado suponer que el estado de las comunicaciones reflejadas por al-Idrisi tiene su origen en momentos anteriores al siglo XII, al menos en el siglo X. De ello consideramos prueba la mención de Ilbira en un momento en el que ésta era claramente un resto del pasado, de ninguna manera comparable a Granada.

 

También es llamativo el enlace entre Loja y Córdoba, aún teniendo en cuenta que al-Idrisi no considera en absoluto el camino Granada-Loja-Córdoba. No debemos olvidar que Loja se funda en a finales del siglo IX por los Banœ Jãlid, un grupo que entre el caos de la fitna se mantuvo siempre fiel al gobierno cordobés, por lo que no debe de sorprender que, aún cuando la relación entre Ilbira y Córdoba se haya asentado, Loja mantenga una relación especial con la capital del emirato; que esta relación llegue, sin embargo, al siglo XII, es improbable si no aceptamos que las rutas que menciona al-Idrisi tienen mucho del pasado.

 

En resúmen, las rutas que creemos que atravesaban la Vega de Granada, al menos tal y como se configuraron entre los siglos X y XI, serían las siguientes:

  1. Ruta entre Ilbira y Córdoba.

  2. Ruta entre Ilbira y Bayyãna.

  3. Ruta entre Ilbira y la costa.

  4. Ruta entre Ilbira y Lawsa.

  5. Ruta entre Ilbira y la costa malagueña a través del Boquete de Zafarraya.

  6. No debemos subestimar la importancia de las rutas secundarias, como Lawsa-al-Hama, al-Hama-la costa granadina, y Lawsa hacia el Oeste.

 

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