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Federico García Lorca

ARTÍCULOS

 

POPULISMO Y LITERATURA

 

José Antonio Fortes

Universidad de Granada

 

Artículo publicado en la revista digital www.lajiribilla.cu


“La realidad siempre nos traiciona”
Soldados de Salamina./J.Cercas


El siglo XX de la literatura en España comienza cuando la escena de los teatros la toman los obreros, el año 1885. Un acontecimiento, en el dominio ideológico literario, paralelo al que se producirá también en otros iguales dominios de clase burguesa, en el dominio político y en el dominio jurídico legislativo, el año 1890, con la aprobación legal y la puesta en circulación social del sufragio universal masculino.

Estos hechos, que constituyen una respuesta inmediata y dominante por parte del bloque histórico burgués al movimiento obrero, al peligro de clase que el proletariado organizaba, abren el más complejo proceso de producción de ideología que la burguesía haya tenido que afrontar: no solo son sus propios aparatos de clase, sino con todo el poder material y de gobierno que le da el control del Estado. Hablo de la producción de ideología populista, cuyo proceso productivo dura desde esos tiempos de finales del siglo XIX hasta después de hoy con la victoria "democrática" del populismo, 1996-2000, con el Partido Popular en el poder del Estado y la extensión social de la represión institucionalizada.

Aunque hoy solo hable de algunos casos prácticos dentro del sector literario, sectorialidad de la literatura en la producción de ideología. Entendiéndose: en primer lugar, las propuestas que tomo, los productos que considero, no están aislados ni quedan reducidos al opus mirabilis con que el revisionismo socialidealista camufla el servicio de clase que el intelectualismo orgánico y el funcionariado ideológico en general le prestan al bloque burgués para fundamentación de su dominancia histórica y legitimación de clase. En segundo lugar, tampoco ha de olvidarse que las condiciones sociales y relaciones de producción económica determinan la ideología y máxime la ideología dominante, para nada algo aparte ni autónoma e independiente, sino vinculada a ese bloque de clase al que le da base y organización, su propio reconocimiento de dominio y hegemonía, de homogeneidad y legitimidad históricas.

Coyuntura de 1900. Concentración de crisis del sistema, de Estado y de clase dirigente: fracasos de la política exterior del gobierno, en la guerra y pérdida de las últimas colonias. Hundimiento y cierre del mercado colonial, pero regreso de capitales, que refluyen en negocios y en bancos, en la sectorialidad industrial de la economía. Inyección de capitales extranjeros. Derrumbe de los viejos negocios familiares. Entra en fase última, entre ajustes y reajustes, el proceso de transformación de las viejas burguesías (de negocios, financiera y propietaria de la tierra), en la nueva burguesía de acumulación monopolista del capital, dueña de la explotación de las nuevas energías: en compañías eléctricas, compañías petrolíferas, etc. Pero en España: antes que un capitalismo de monopolios, actúa un neocapitalismo fuerte, ante el que se atrincheran las viejas burguesías en la defensa a ultranza de sus más tradicionales intereses en bloque. Una defensa, que encuadra en el Estado las últimas posiciones. Así como también en la ideología: por lo que la gente nueva tendrá que encontrar sitio y acomodo en lugares extremos, límites y aun disfuncionales (pero, con todo) dentro del dominio ideológico de clase.

Sobreproducción: no tanto de ideólogos jefes de filas y fracciones de clase, arriba, que se alternan en la dirección del poder material y de gobierno, sino desde la base, esto es, de funcionarios ideológicos de clase. Que acceden a ejercer sus funciones, para las que los aparatos de extracción y formación los han ido preparando, y no encuentran un lugar de trabajo. Que, provenientes de la burguesía (no hay ninguna otra clase social en España que surta de capital humano y de fuerza intelectual el funcionariado y escalafones de servicios), empobrecen y proletarizan su vida, esto es, sus condiciones de trabajo y de vida. Mientras la gente vieja preserva sus prerrogativas de dirección y mando, la gente nueva ha de atender a las quiebras internas y a las resquebrajaduras del dominio. No hay otra salida para ellos: el servicio de reformas. Reformismo. Al que se le reconocerá bajo el nombre común y colectivo de intelectuales.

Pero, los intelectuales bifurcarán sus actividades reformistas. Unos, puestos manos y obra a las críticas internas. Otros, a los envites del frente externo de la lucha de clases: atentos a la cuestión social, al enorme problema del proletariado. Los unos y los otros, sin embargo, entrecruzan esfuerzos. No van por separado sus propuestas. Aunque, en su unidad de acción sobre la cuestión social y el proletariado: el mercado establece las diferencias. Esto es: el mercado de valores ideológicos y la rentabilidad de la inversión de capital ideológico, para su uso y su consumo por las clases subalternas, y como objetivo primero y último por los obreros, por el proletariado. Por lo que: si el trabajo intelectual y la inversión ideológica se hace perentoriamente, urgidos los intereses por la necesidad de recoger beneficios inmediatos, a corto plazo queda impuesto el capital intelectual, la obra, en la que predomina pues su valor de cambio. Pero también puede estarlo a más largo plazo: entonces, sobre el valor de cambio de los productos y las mercancías ideológicas puestas al consumo público predominará su valor de uso. A corto plazo, de inmediata y perentoria rentabilidad: intervienen en la realidad dura y material de la lucha de clases los discursos populistas, el populismo y sus subsidiarias ideologías en la sectorialidad de la literatura. Si a más largo plazo de intereses e imposiciones del capital ideológico está pensado el proceso de producción e intervención en la lucha de clases: aparecen en la historia las propuestas del intelectualismo del espíritu, con toda su enorme caterva de ectoplasmas y fantasmagorias, idealismos y esencias incluidas, agrupadas todas bajo la bandera de la modernidad.

Pero, la modernidad también existe en el populismo duro y simple, inmediato y directo: atento a las circunstancias de la lucha de clases, al enorme frente del proletariado. Ese populismo que para la literatura comienza en 1885, con el teatro tomado por los obreros en Juan José, la vida y obra de obreros, escrita y hecha pública por el intelectual (de origen y posiciones burguesas; de militancia socialista) ,"alias" Joaquín Dicenta. Cuya acción directa para la modernidad consiste en elevar como entera y única, directa materia prima literaria la vida del obrero del gremio más huelguístico en el Madrid (España) de expansión inmobiliaria burguesa, a saber, los albañiles, y quedar hecho añicos, encerrado en sí mismo ese obrero revolucionario, ocupado con sus razones en rechazar el clientelismo histórico obrero, aunque acepta el revolucionarismo de la izquierda burguesa al tiempo que espera su revolución, nuestra, obrera. Entre tal acumulación de contradicciones: no hay más politiquerías; y el vacío político lo llenan razones sentimentales, pasionales, amorosas, y las correspondientes estrategias familiares y morales. De resultas: ahí queda, más que destruido, inexistente, el enemigo de clase, el pobre y sentimental proletario, sin conciencia de clase, solo preocupado en su vida por asuntos de amor y de faldas, de sexo y pasión, que madre no hay más que una, esposa y madre la mujer buena, mientras la mujer mala va y hace la calle y la perdición de los hombres, que a ti te encontré en la calle, huérfano de todo, como Juan José, carne de cárcel, por ladrón y criminal pero pasional. De carne de cañón, a carne criminal, el obrero, que ni siquiera proletario.

El objetivo de clase, cubierto: contra el proletariado, que usa y consume como suya esta ideología pasional (sentimental, familiar, moral) en el vacío de la desideologización proletaria efectuada. El Juan José representará en las casas del pueblo socialistas, en la primera década del siglo XX, el vacío de conciencia de clase proletaria. Que mantendrá sus propuestas (de obreros solo preocupados por bailar en las verbenas populares; ideología verbenera, ideología zarzuelesca) en un ámbito que pretenderá sustraerse al cambio de circunstancias que las produjo con el burdo subterfugio de elevar a clásico (a permanente, a eterno su valor de uso) el género chico del populismo ya acartonado, ya fuera del tiempo pero activo y válido para la lucha de clases.

Coyunturas sucesivas de agudización de la lucha de clases, por la presión revolucionaria del proletariado y campesinado con conciencia de clase. Años de 1917, 1923, 1931, 1936. Hacía falta un reajuste fuerte en la acción directa de los discursos populistas: revitalizar, reactualizar la estrategia mediante un cambio de táctica. Lo que se consigue en los servicios ad hoc del funcionariado ideológico: con la modernidad que da el intelectualismo del espíritu, en sus propuestas de funciones nuevas, esto es, renovadas, rehechas, de poeta, e incluso en la fachada moderna que presta su lenguaje, sus palabras, el nombre exacto de las cosas que hace derivar directa e imperativamente de la inteligencia. El manifiesto lo proclamaba el tercer poema de un intelectual que así conseguía lugar y nombre en el intelectualismo orgánico de clase: "¡lntelijencia, dame / el nombre esacto de las cosas!". Con el camino expedito para trabajar a destajo sobre la enorme cuestión social: proponer por escrito público la "elejía andaluza" del moderno "poeta lírico" (Platero y yo) allí donde había (vacío ideológico; pero la contumacia de los hechos sigue diciendo que allí no hay sino) unas agitaciones campesinas imparables, anarquismo y bolchevismo en Andalucía.

Ese vacío (ideológico): no hay agitaciones campesinas en Andalucía ni en España, donde no hay tampoco agitaciones proletarias, sino la pax burguesa. Ese vacío (ideológico), sobre la realidad histórico material: ni proletarios ni campesinos revolucionarios, sino buenos hombres, sino el buen salvaje, el pueblo honrado, el pueblo trabajador, cantado a base de símbolos y de metáforas, de imágenes y mil formas de lenguaje sublime elaborado por las vanguardias. En discursos que cruzan el intelectualismo del espíritu con el populismo. En discursos neopopulistas. Neopopulismo.

De entre los funcionarios ideológicos de clase llamados a ejercer de neopopulistas: pese a sus torpezas y errores, pero predominará en su trabajo el ocio y la contumacia, el orgullo y la soberbia de elite, de señorito andaluz, metido en un proceso ascendente a intelectual orgánico de la burguesía en bloque (nada de fracciones) para ejercer funciones de poeta neopopulista, destacará Federico García Lorca.

La propia obra de García Lorca describirá el fracaso mismo de los discursos populistas. Las masas rebeldes de obreros y proletarios, así como de campesinos (pero, no de Galicia ni de Castilla: residuos activos del fascismo agrario), no caerán en la trampa. Y así como el populismo político topará con su aporía (los mercenarios militares ejecutarán sus planes de clase), la aporía del populismo (neopopulismo) literario igual la escribe García Larca: el espíritu del pueblo español que anida allí donde se abre la desconcienciación de clase, el aideologismo, aclasismo y servilismo de clase, permite la exultación de los valores y principios fundamentales que la ideología fascista, que el fascismo y solo, solo el fascismo organiza, propugna, defiende y eleva a categoría del espíritu del pueblo español. García Larca exalta: la ideología de la madre, la ideología de la sangre, la ideología de la tierra, la ideología del alma del pueblo, la ideología de la raza, la ideología de la familia, la ideología patriarcal autoritaria, la ideología de la jerarquía social natural, la ideología de la sexualidad reproductora, la ideología del matrimonio, la ideología tradicionalista, la ideología liberticida, la ideología de la inhibición sublimadora, la ideología del irracionalismo, la ideología de la violencia, la ideología de la fuerza, y cuantas demás estrategias e ideologías subsidiarias a cuya sombra y fantasmagoría se pudieran desarrollar, como por ejemplo a la sombra y fantasmagoría de la ideología de la Norma y el Estilo, de la ideología de la dialéctica de los puños y las pistolas, de la ideología de la Cruzada de Salvación, etc.

Coyuntura de guerra de clases. 1936-1939. No hay escapatoria: en los dos bandos contendientes en el frente, la lucha entre las tácticas no puede ocultar la fundamental coincidencia entre las estrategias para defensa y legitimidad de la dominancia histórica de la burguesía. En el bando republicano, la unidad de acción del frentepopulismo defiende una única, grande y libre república burguesa: a estos objetivos se presta, bajo la dirección del Partido Comunista de España, la confusión que hace difundir como poesía del pueblo y del pueblo en armas (por ejemplo) los romances del Romancero gitano, cuya autoría sufragaba el intelectual orgánico burgués en funciones de poeta neopopulista, Federico García Larca, a quien acababan de fusilar los católicos en armas y no, antes al contrario, los fascistas, las milicias y jerarquía fascistas, compañeros todos sin embargo de filas contrarrevolucionarias. Romances (lorquianos, y no solo del Romancero gitano) neopopulistas donde no hay proletarios, ni jornaleros ni campesinos con ninguna conciencia de clase y aun menos siquiera con una conciencia revolucionaria, sino pueblo bueno, honrado, el buen salvaje originario del pueblo andaluz, esto es, el gitano, etc.

El fascismo sí tiene claro y decidido tanto el imperativo de clase como el enemigo de clase: hay que matar, hay que destruir hasta eliminar material e ideológicamente tanto al proletariado como a la conjunción de sus compañeros de viaje. Para ello lucha. Para ello hace la guerra. Para ello la gana. Para ello, la victoria del fascismo en España.

Importa por ello comprobar la acción directa contrarrevolucionaria institucionaliza: el terror de Estado, en su propaganda, en los aparatos de Estado, escrita a la literaria manera. Esto es: la literatura puesta al servicio de prensa y propaganda. De resultas: uno de tantos panfletos literarios lanzados por el fascismo de Estado, discutido y decidido en tertulias y reuniones al efecto, reproducido por cuantos productos de la Prensa del Movimiento se ajustaron al objetivo propuesto: destruido y hecho añicos el proletariado uno a uno, proletario a proletario, obrero a obrero. Y levantar acta de ello por los jurisconsultos que fundamentan la legitimidad del fascismo: notario, médico y escritor literario; y más en concreto: escritor literario novelista.

Hablo del panfleto de legitimación fascista que el funcionario de turno, jerarca destacado del intelectualismo orgánico del fascismo, "el camarada Camilo José Cela", intituló La familia de Pascual Duarte.

Hablo de su socialización, de su función y efecto de socialización del fascismo, por la eficacia de la máscara de aideologismo y literatura con que se ofertan sus valores, se producen en el mercado, se reproducen todavía hoy, y todavía hoy se usan y se consumen.

Desde aquí y entonces, 1942, el proletariado no solo queda para los restos escriturados (¡portadores de valores eternos y universales, los de la literatura, nada menos!) reducido al más brutal y natural de los asesinos pasionales en serie, sino además: sin sombra siquiera de conciencia de clase histórica, pura piltrafa humana, carne de cárcel y de garrote vil, criminal convicto y confeso ante la magnánima justicia del fascismo victorioso en España, ejemplo donde los haya y sacado, muy precisamente sacado de ahí donde, material e históricamente, el fascismo ejecutó en masa al campesinado. Esto es: Extremadura, Cárcel de Badajoz, Plaza de Toros de Badajoz. Esto es: el lugar, junto con Guernica, sobre el que la propaganda del fascismo en España no para de oponer mitología, tipo burdo heroico guerrero como "el Alcázar de Toledo", tipo más eficaz y eterno, más socializable y socializado, como digo, por aideológico y por literario, como el caso de gloria y fama de La familia de Pascual Duarte.

Coyuntura de 1996-2000. Victoria democrático-parlamentaria del populismo. Los directos herederos políticos del fascismo toman el poder, tienen el control de los aparatos de Estado y de gobierno. Queda abierta "una restauración violenta [que] se afana por borrar lo pasado, deshaciendo leyes, resucitando privilegios, organizando persecuciones". Queda institucionalizado el reaccionarismo: en su extensión social, en su consentimiento espontáneo, en su espontaneísmo y su naturalización ideológicas.

Objetivo conseguido: uno de los principales méritos de que hacen alarde cuantos funcionarios ideológicos ascienden en la cadena orgánica de cuadros, mandos y jerarquías, está establecido, a saber, escribir la Guerra Civil española. Y dentro de ella: dejar explícito el grado máximo de inocencia y corderismo del pueblo español. Y aún más todavía: hacer gloria y loa de la absoluta ausencia (vacío ideológico) de conciencia de clase cualquiera, y ello hasta el paroxismo en lo tocante a proletarios, campesinos y masa de obreros en general.

Repásense las listas de famosos y miembros todos del gran Parnaso Patrio, celebérrimos Números de la Real, por supuesto, Academia Española, y batiburrillo también de noveles y meritorios. Ténganse, y apúntese el escalafón que ocupa en irresistible ascenso el autor cualquiera con su carrera de méritos: los premios mayores están en estricto reservados a los que traten la Guerra Civil en términos políticamente correctos.

El modelo hoy vigente quedó a su vez establecido en la coyuntura de 1975 a 1982, los tiempos oficiales de la transición política. Tiempos de traición y camuflaje. Tiempos de pactos: la socialdemocracia obtuvo el premio mayor de usufructuar los aparatos del poder del Estado, por su entreguismo, complicidad, y puesta al día de la política populista. De ahí que, en consecuencia, entre las filas prietas de sus intelectuales, del intelectualismo orgánico socialdemócrata, salgan los más famosos y gloriosos escritores españoles de hoy y del siglo XXI. y por sus obras les conoceréis: todos tienen en su haber uno y más de cuantos discursos guerracivilistas fijan el vacío ideológico (ausencia absoluta de razones de clase en la materialidad de la lucha de clases, en la historia), y lo rellenan de sentimentalismos y criminologías pasionales, de cuentos y de leyendas para contar al calor del hogar, de inconsciencias e ignorancias pertinaces, de irresponsabilidades, de irrealidades y asaltos a la razón (y no solo a la razón histórica) en definitiva. Materiales de pactos y de traiciones de clase permanentes urdidas como penúltimo programa para la reconciliación nacional todavía hoy pendiente, tal como la revolución fascista se proclamaba de sí misma, una permanente revolución pendiente, y tal como la obsesiva insistencia guerracivilista lo indica: irresoluto el pasado, nido y cubil de fantasmas bajo esta memoria cómplice y ciega, servil y entregada, facinerosa y socialdemócrata.

Materiales que, en manos de diestros manipuladores, se aprietan un grado más las tuercas. Nunca van solos ni aislados, pues el meritaje en la irresistible ascensión por la jerarquía del intelectualismo orgánico, en todas las instancia del proceso, bordea el gran vacío ideológico de la desconcienciación de clase y lo apuntilla mediante la exaltación del fascista que todos llevamos dentro, mediante la glorificación social de nuestros adorables reaccionarios, nuestros adorables fascistas mucho más en concreto.

La lista de textos principales, socialdemócratas en los objetivos y en la práctica, superan los cuarenta, por supuesto. Durante el dominio y usufructo del Estado (1982-1996) por parte de los cuadros y delegados de la socialdemocracia. Pero, en los últimos años, luego de la victoria populista (1996-2000), con más claridad y alevosía, a las claras y a las bravas. Controlan el mercado. Los discursos del populismo elaborado por la fracción del servilismo de clase de la socialdemocracia, cuya máscara pública proclama los disfraces sinónimos de "progresía", "progresistas", "de izquierdas" e "izquierda socialista", hasta con "un poeta comunista" metido entre sus filas prietas, para asuntos intelectuales e ideológico literarios. Milicianos de la cultura, que diríanse parafraseando a don Antonio Machado. Militantes del servilismo de clase sin embargo que la socialdemocracia avala con las razones ideológicas del aideologismo de la literatura, del apoliticismo del trabajo y servicio literarios.

Con alevosía y a las bravas, entre los cuarenta principales hechos desde las filas de la "progresía" y "de izquierdas" socialdemócratas: La lengua de las mariposas, El lápiz del carpintero. Y el que destaca, el no va más hoy por hoy (marzo 2001, septiembre 2002; 19. a edición) entre estos productos y mercancías ideológicas para la socialización de los principios fundamentales de la traición, la complicidad y el entreguismo históricos de la socialdemocracia en España: Soldados de Salamina.

Sí. Léase el panfleto Soldados de Salamina. No importa su verbo y escritura pedestre, de picapedreros, a trompicones. Vénzase la torpeza, la impericia brutal en el manejo parvulario de las palabras escritas. Y acéptese la burda ignorancia de jugar a cartas marcadas entre realidad y ficción literaria: "esto no es una novela, sino una historia real. Como un relato real" [¿!], ¡como si hubiera o hubiese habido en algún tiempo y lugar de la historia material de la literatura una sola, mera ¡palabra escrita que no formara parte de la realidad histórica!

El montaje lo descubre el agente de ventas de turno y oficio: "En principio, la novela se nutre de un hecho histórico, el probable [sic] fusilamiento de Rafael Sánchez Mazas y su milagrosa supervivencia gracias al instantáneo perdón de un soldado republicano [sic]".

Por lo demás, las anotaciones que conforman la novela se caen aún más que ese diario de huido, ideólogo y jerarca del fascismo que no sabe escribir sin faltas de ortografía ni la palabra "Falange". La supuesta investigación hace aguas: ¡con la de facilidades que le daría el manejo del manual Cómo fui ejecutado en Madrid, escrito por J. Miquelarena (El Fugitivo) sin tener ni que mencionar esa antigualla de J. Pascual, Yo fui asesinado por los rojos!

Por aligerar la pesadez del asunto. Sobre la complicidad, y para nada asepsia investigadora: ¿en qué suerte de periódico o de revista de la Falange, anterior a la primavera del 39, habrían visto los comunistas de la Columna Líster alguna fotografía de Rafael Sánchez Mazas, sí, como para "conocerlo. Lo conocíamos todos" (191)? ¡A ver, vamos, que lo diga el investigador novelista!

Por aligerar la burda pesadez del asunto. Las razones y principios fundamentales que denuncio, encuéntranse en un camino de senderos que se bifurcan.

A) El proletariado. Está escrito sin conciencia de clase, sin una conciencia política de clase. Miliciano "encuadrado en un batallón de la Primera Brigada Mixta del Ejército de la República, que estaba al mando de Enrique Líster", pero que "se hizo comunista" por mera simpatía entre "sus compañeros y sus mandos". Y no hay más: sino gruesos retratos de ¿individualidades?, tipos tópicos para hablar de fugitivos y desertores también entre las filas de los milicianos más "crueles", la horda roja, vamos, los rojos.

Solo que al vacío ideológico las tuercas se le pasan de rosca. Por todas partes y ocasiones, estos milicianos escupen ideología fascista. La escupen, porque la mastican y la hacen suya. ¡Hacen suya la ideología del fascismo! "Entonces recordé a Sánchez Mazas y a José Antonio [¡sic!; no hace falta apellidado, lo conoce familiarmente por su nombre propio, como sus camaradas y amigos; ¡y los ha leído! ¡los ha asumido!] y se me ocurrió que quizás no andaban equivocados y que a última hora siempre ha sido un pelotón de soldados el que ha salvado la civilización" (195).

B) El fascismo. Teoricismo socialdemócrata cómplice: 81-89; (127-137). En la práctica, también el texto desprecia, con igual complicidad, novelar la historia real de la "brutal responsabilidad" de esos nuestros adorables fascistas "en una matanza brutal" ejecutada también por ellos entre iguales camaradas contrarrevolucionarios, responsables históricos de crímenes de clase y crímenes de Estado, en la: guerra de clases, 1936-1939, y durante el dominio fascista en España. Novelar, sin ambigüedades que valgan ni cartas marcadas, la realidad material e histórica "de la poesía y el lenguaje revolucionario de la Falange" responsable también de la "matanza brutal" ejecutada. Novelar "los motivos que indujeron al puñado de hombres cultos y refinados [sic] que fundaron Falange a lanzar al país a una furiosa orgía de sangre" tanto en la guerra como en la pax fascista. Y en el vacío real e ideológico, doblemente cómplice, que deja la novela ¡hasta los milicianos comunistas de Líster se ponen a caer más que rendidos, vencidos, convencidos, integrados (como ya lo pregonaba el ideólogo en jefe del fascismo en España, Pedro Laín Entralgo y compañía, encuadrados en el Servicio de Prensa y Propaganda), ante, bajo y cabe el poderío, el señorío del fascismo, el verbo y fuerza de gestos, palabra y obra de la ideología del fascismo, de su intelectualismo y su política, de su revolución pendiente, de su utopía, ¡oh, la utopía revolucionaria de nuestros adorables fascistas, los señoritos, los señores de España!

He ahí, a las claras y a las bravas "la pieza que faltaba para que el mecanismo del libro funcionara" (167): la asimilación, la integración del proletariado y comunistas (y todavía más en concreto, los de Líster; los de las Milicias Antifascistas Obreras, los del Quinto Regimiento y de la Primera Brigada Mixta, los de la 11a División; pero vacíos, pero vaciados de toda conciencia de clase, incluso de conciencia histórica), al fascismo. Su integración al fascismo. El seno materno de clase. En donde, todos, fascistas: todos unidos y reconciliados, todos asimilados e integrados bajo y cabe la ideología del fascismo.

C) La brutalidad de tales principios fundamentales de traición de clase (contra el proletariado y campesinado) y de complicidad histórica con el fascismo, propugnados por la socialdemocracia y sus intelectuales orgánicos. Jamás nunca podrían ni escribirse ni menos conjugar con ellos el proselitismo social que ejecutan, sin el cemento que los consolida y les da fuerzas. A saber: el humanitarismo y el populismo. Sus ideologías de base y fundamento, que reduplican y llenan de máscaras sus discursos y sus acciones, que posibilitan y viabilizan socialmente en las clases subalternas y populares el igualitarismo entre los hombres y mujeres por encima de las diferencias sociales y aun culturales, por encima de las diferencias de extracción y formación, de función y aun destino personal incluso. Por encima de las clases sociales. Por encima del espacio y el tiempo, históricos. Por encima de las ideologías. Esto es. El aclasismo, el ahistoricismo, el aideologísmo: como partes indivisibles entre otras tantas ideologías subsidiarias, que tanto montan, montan tanto, dentro del organigrama con que el intelectualismo orgánico socialdemócrata va a falsificar la historia, la tergiversa, y la camufla para su aceptación social popular.

Pese a "la orgía de sangre":' no hay "guerra" ni "responsables". No hay "responsabilidades". Solo queda, la única realidad real relatada que de principio y al fin queda, en esta suerte de perogrullesca tautología escrita: la fuerza espontánea e inconsciente de la mirada entre esos dos hombres buenos que se perdonan la vida, que no matan, que se entienden y comprenden, conocidos, iguales, humanos, los fascistas y los comunistas, los que en "orgía de sangre" estuvieron hasta ayer mismo y hoy ex aequo quedan propuestos por la socialdemocracia para el Premio Nobel de la Paz y de los Luchadores por la Libertad, "pelotón de soldados que ha salvado la civilización" ya en la Cruzada de Salvación Nacional en España, ya en Europa, en el mundo universo global. Fascistas y comunistas, miembros de pleno derecho en la reconciliación nacional.

Fascistas y comunista, hombres, pues, e iguales. Que espontaneízan pese a las circunstancias [sic] la esencia que los une: la raza a la que pertenecen, la naturaleza de que están hechos, el temperamento y temple de la especie de la que forman parte, el espíritu del pueblo español que les recorre y mueve, que les fenomenologiza e identifica. He ahí: no hay más, sino la esencia. Sino: el espíritu del pueblo español. No hay más, sino: los Suspiros de España!

"La música alegre de un pasodoble tristísimo". Ni tan siquiera el neopopulismo. Sino la acción directa de un duro y antiguo populismo. Un "pasodoble famosísimo", "muy triste y muy antiguo". Nuestra bandera de enganche y salvación históricos. Nuestro himno nacional, el espíritu del pueblo español, que hermana en la Vieja Guardia de Hermandad y Destino, bajo la noche clara, arma al brazo y en lo alto, las estrellas, a todos los españoles que no hayan dimitido por entero de tal condición. He aquí la reconciliación nacional, en efecto. He aquí la convocatoria, que la socialdemocracia enarbola: que en todas las plazas públicas de todos los pueblos de España, al unísono toquen los sanes de Suspiros de España, y que todos bailen, abrazados, como en su día bailaron en plena y brutal" orgía de sangre" el fascista y su mujer, también la italiana fascista, igual que el comunista, que "un soldado de Líster" en "el jardín de la improvisada prisión del Collell", más "prisioneros y vigilantes, todos". Como están bailando, todavía hoy, un intelectual socialdemócrata y "una monja", "junto a la tumba de un viejo comunista catalán".

¡Qué vivan los Suspiros de España! ¡Por siempre vivan! ¡Qué viva España! ¡Arriba España! ¡Arriba!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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