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Cortijo del Fraile ( Níjar). Lugar en el se que originó el crimen

Cortijo del Fraile (Níjar). Lugar en el se que produjo la tragedia que inspiró a Lorca su obra "Bodas de sangre"

 

EL CRIMEN DE NÍJAR  (ALMERÍA)

 

 

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Compilación y diseño Web: Milagros Soler Cervantes

14.01.09

 

"BODAS DE SANGRE". La verdadera historia

Artículo de Virginia Calvache

 

el noviola novia

El novio y la novia protagonistas del suceso.

La novia se encerró en vida a purgar su culpa. El novio plantado volvió a casarse y pretendió olvidar amparado en una vida normal. Tres tiros acabaron con la vida del amante, primo hermano de la novia. Han pasado 70 años y los testigos de la tragedia real que inspiró las Bodas de Sangre de Federico García Lorca siguen guardando silencio. Sin embargo, la historia sigue viva entre los campos de Níjar en Almería.

 

 

"Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes"

(La Novia, Acto II Bodas de Sangre).

 

Cuando Francisca Cañada cruzó el umbral de aquella puerta, poco podía imaginar que la boda de la que estaba huyendo escribiría con sangre su historia en las páginas de la literatura española. Y aún menos que, 70 años más tarde, el silencio seguiría cubriendo con su manto oscuro la memoria de aquella tragedia. Estaba muy lejos de saber que la huida que había emprendido la llevaría a protagonizar una de las obras cumbre del teatro español del siglo XX.

 

Las Bodas de Sangre no son sino la recreación de la fuga de Paca Cañada con el hombre que amaba, en vísperas de su boda con otro. El amor y la traición, la tradición y el instinto, el honor y la muerte se conjugaron aquella noche sin luna.

 

Corría el caluroso verano de 1928.  Durante una de sus estancias estivales en su casa de la Huerta de San Vicente, Federico García Lorca descubrió en las páginas de sucesos de El Defensor de Granada la crónica de una tragedia ocurrida dos días atrás en el campo de Níjar (Almería). Poco después, desde la Residencia de Estudiantes, telefoneaba a Margarita Xirgu para comentarle que ya tenía argumento para un nuevo drama. El diario contaba la historia de una mujer de 20 años, Francisca Cañada Morales, que, horas antes de celebrar su boda, se fugó con su primo, Francisco Montes Cañada, diez años mayor que ella, de quien siempre estuvo enamorada. En un cruce de caminos y agazapada detrás de unas palmas, la muerte se abalanzó sobre ellos. Paco Montes recibió tres tiros fatales. Paca Cañada sobrevivió de milagro a las manos de mujer que la intentaron estrangular.

 

"Las veleidades de una mujer, provocan el desarrollo de una sangrienta tragedia que cuesta la vida a un hombre", titulaba en portada el Diario de Almería dos días después de la noche de autos. Y procedía a explicar los rocambolescos detalles de un crimen que viene a constatar, de nuevo, que la realidad va casi siempre más allá de lo que alcanza la imaginación de los hombres.

 

En aquella época y según las costumbres nupciales de los campos de Níjar, las bodas se celebraban de madrugada. La de Francisca Cañada con Casimiro Pérez Pino, un joven de la comarca sin más patrimonio que su carácter noble y recto y sus brazos para trabajar, habría de celebrarse a las tres de la mañana en la iglesia de Fernán Pérez, una pedanía cercana al cortijo donde vivía la novia. Tal y como mandaba la tradición, ella vestiría un traje oscuro y corto y los invitados comerían buñuelos, garbanzos tostados y, en el caso que nos ocupa, dos borregos sacrificados para la ocasión.

José Pérez

     JOSÉ PÉREZ, hermano del novio.

Cumplió tres años de cárcel por la muerte de Paco Montes.

García Lorca dibujó una novia hermosa y heredera de una pingüe fortuna. Pero Paquita Cañada no era ni una cosa ni la otra. Alta, huesuda, desgarbada y coja, tal vez hoy fuera atractiva, pero no respondía a los cánones de belleza de la época. Una paliza propinada por su propio padre la dejó inválida cuando contaba tres años de edad. "Tenía celos de su hermana menor y lloraba mucho. El padre se hartó, le pegó un crujío y la zancó. Guapa no era, tenía los dientes como salidos hacia fuera... pero era una mujer muy primorosa para sus labores", cuenta María Josefa Salinas, de cerca de ochenta años y vecina durante décadas de la familia.

 

Madre: "Mi hijo es hermoso. No ha conocido mujer. La honra más limpia que una sábana puesta al sol".
Padre: "Qué te digo de la mía. Hace migas a las tres, cuando el lucero. No habla nunca; suave como la lana, borda toda clase de bordados y puede cortar una maroma con los dientes"

 

(Bodas de Sangre, acto I).

 

Francisco Cañada, el padre de la novia, le dejó en herencia cuanto tenía: 3.500 pesetas, un cortijo y tierras de labor en El Hualix, a unos cinco kilómetros de Níjar. Era la única forma de mostrar a su hija atractiva a los ojos de un futuro pretendiente. Según el romance popular que aún circula por la comarca, fueron Carmen Cañada, hermana mayor de Francisca, y su marido José Pérez Pino, quienes apañaron la boda con Casimiro Pérez Pino. Dos hermanos para dos hermanas. Y así la herencia quedaría en casa:

 

"Mi cuñada es coja y fea
su padre la tié dotada
te vas a casar con ella
que el dinero no se vaya"

 

Pero nadie tuvo en cuenta los sentimientos de Francisca Cañada, quien hacía tiempo se bebía los vientos por Paco Montes, su primo hermano, apuesto, guapo y sin novia conocida. "Dicen que ella lo quería, pero que él no le hacía caso. Bromas entre primos, pero nada más. "Pero las mujeres somos unos pellejos y aquella noche convenció a mi tío para que se la llevara", relata Rafaela Montes, sobrina de Francisco, quien tenía seis años cuando ocurrió todo.

 

Rafaela sigue ocupando la casa familiar en la cortijada de Los Montes, sabe que un tal García Lorca escribió un libro que ella desconoce y todavía llora al recordar unos hechos que siguen pesando sobre la historia de su familia.

Paca Cañada vivía con varias de sus hermanas en el Cortijo del Fraile, donde su padre, ya viudo, trabajaba como aparcero. La hacienda era una enorme casa de labor. Contaba con varias viviendas menores, ocupadas por labradores, un patio central, numerosos corrales y establos, una pequeña capilla y hasta un osario en el que descansaban los restos de la ascendencia del propietario. El cortijo pertenecía a los Acosta, dueños de buena parte de las tierras que rodean al núcleo urbano de San José, en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar. Hoy el silencio se ha apoderado de sus muros en ruinas tanto como de la memoria de quienes podrían dar fe de los hechos que allí acontecieron.

 

El escenario en el que Federico García Lorca sitúa sus Bodas es una casa-cueva típicamente granadina, en lo que pudo ser una maniobra intencionada por parte del autor para preservar la identidad de los protagonistas reales. Los personajes describen un hermoso paisaje de viñedos, cerezos y nogales, con un río que cruza el valle. Sin embargo, el levante almeriense de principios de siglo sobrevivía a la miseria merced a una pobre agricultura de subsistencia, al espejismo de su industria minera y a la cultura del esparto. La adaptación a un medio hostil, atacado sin piedad por los vientos y las sequías, había endurecido las costumbres de sus gentes. Colinas peladas y lunares sembradas de guijarros amarillos. Pequeños cultivos de cereal, grandes extensiones de pitacos, rebaños de cabras, alguna palmera... éste era el paisaje que rodeaba el Cortijo del Fraile. Un paisaje que permanece intacto, con su palmera, sus colinas amarillas y peladas y su magnífico aljibe. Sólo la abandonada mina de oro se ha comido a dentelladas la ladera norte del Cerro Cinto.

Carmen Cañada

 CARMEN CAÑADA, hermana de la novia.

   Fue condenada por intentar estrangularla.  

 

Entre los invitados a la ceremonia, no podían faltar los principales beneficiarios de aquellas nupcias, Carmen Cañada y José Pérez, quienes se pusieron en camino junto a dos de sus hijos pequeños. El novio, quien, hasta entonces, vivía con ellos en el cortijo El Jabonero, había salido antes para atender los preparativos de la boda. Todos se reunirían en El Fraile para acompañar a la pareja. Pero la hermana mayor ya percibía algo raro en el ambiente. Alguien había visto a la madre de su primo Paco Montes haciendo buñuelos en su propia casa. "Es que esa boda de hoy puede que se celebre aquí", comentó a una vecina.

 

Hay quien piensa que no sólo la boda sino también la fuga había sido apañada de antemano. Las malas lenguas aseguran que el padre de la novia había acordado con su hermana (madre de Paco Montes) la huida de sus hijos. Casimiro, el novio, era honrado pero pobre; Paco Montes -Leonardo en la obra de Lorca- por contra, heredaría las tierras de su padre y, además, haría cualquier cosa que le pidiera su madre.

 

 "Eso es mentira. Nadie sabía que se iban a escapar. Se han dicho muchas cosas, pero no son verdad", ataja la sobrina de los Montes y añade:

"Antes de ir a la boda, Paco, que en paz descanse, estaba con mi padre, que era su hermano, trillando una palva y le preguntó ¿vienes al Fraile?, porque si tú no vas, yo tampoco voy. Mi padre se llevó a mi hermana, que tenía 15 o 16 años, la subió en la mula, y los tres se fueron a la boda".

Cuando llegaron al cortijo, el novio se había echado a descansar un rato en una de las habitaciones. Entre el bullicio de los invitados, Paca Cañada buscó el momento para hablar a solas a su primo. Tal y como cuenta el romance, en palabras de la novia:

 

"Pues mi primo no quería,
no sólo a mí, ni a mi nombre.
Lo invitamos a la boda
pudimos hablar.
Le dije hazme feliz
me dijo vente conmigo
le dije llena de gozo
en la calle espérame.
Salí y me monté en su mulo
empezamos a correr".

 

No llegaron lejos. Al notar la ausencia de la novia, los invitados sospecharon algo. Vieron cómo Paquita, mujer despierta e independiente para la época, se había ido marchitando a medida que se acercaba el casamiento. Una de las hermanas pensó que se había tirado a un pozo. Pero la falta del primo y de su mula despejaron la incógnita.

Cuando Carmen Cañada y José Pérez les fueron a esperar, agazapados tras unas palmas, en aquel cruce de caminos, ya los habían declarado culpables. Había que vengar el honor del novio y el ultraje de la familia. Y estos delitos se pagaban demasiado caros.

 

A unos ocho kilómetros del Cortijo del Fraile, en el camino de la Serrata hay un muro sin sentido, con una cruz de cal pintada sobre las piedras. En el suelo, unos ripios sueltos parecen señalar algo. Ahí murió Paco Montes. Tres disparos de su propia arma le segaron la vida. En la pelea, Carmen agarró a su hermana por el cuello hasta darla por muerta. José Pérez, hermano del novio plantado, arrebató la escopeta a Paco Montes y le pegó tres tiros. Cuentan las crónicas que, cuando ella despertó, pedía a gritos que también le dieran un tiro de gracia. El muro se ha formado a golpe de plegarias. Los caminantes hacen un alto, rezan y arrojan una piedra al suelo.

 

 

Leonardo: (abrazándola)
¡Como quieras
si nos separan, será
porque esté muerto!
Novia: Y yo muerta

(Bodas de Sangre. Acto III)

 

"Mi padre encontró a su propio hermano muerto en el suelo. Mi hermana, que iba con él, pilló un pasmo en la sangre que la dejó mala para siempre. Después, en mi casa nunca nadie se ha referido más a ese asunto", sentencia Josefa Montes. Y, de nuevo, se sumerge en su silencio de años.

 

También en el silencio ha vivido Joaquín Pérez Cañada, hijo de los autores del crimen. "Yo tenía unos ocho años, y claro que estaba allí, en el cortijo, pero no sé nada. Mi padre era un hombre muy recto, de los de antes... Hizo lo que hizo y se lo llevaron a la cárcel de Cartagena. Después de unos años volvieron al Fraile y estuvieron viviendo y trabajando allí", cuenta con dificultad este hombre aquejado de problemas respiratorios y, probablemente, herido también por la soledad del Hualix, el paraje donde habita.

"La coja ha vivido en ese cortijo de enfrente hasta que se murió, pero yo no me he cruzado nunca con ella. Ni mi madre tampoco. Nunca volvieron a hablarse". Es lo único que puede o que quiere decir. "Los que sabían se han muerto y se han llevado el secreto a la tumba. ¿Quién mató a Paco Montes?... cualquiera sabe... Yo sé muchas cosas más, pero no las voy a contar".

 

 

Tras la muerte de Paco Montes detuvieron a Francisca Cañada y a su padre. Pero la novia no delató a su hermana ni a su cuñado. Al principio, declaró que habían sido asaltados por un enmascarado. Poco después, los autores del crimen fueron a entregarse. A José Pérez lo condenaron a siete años de cárcel, de los que cumplió tres. Probablemente fue amnistiado con la República. Carmen Cañada fue encarcelada pero salió pronto.

Casimiro Pérez, el novio, no volvió a ver a Paquita Cañada. Se casó con otra mujer y se fue a trabajar a San José, donde murió en 1990 a los 92 años. Su hija María ratifica, una vez más, la teoría del silencio. "Mi padre no volvió a mencionar ese asunto. Por eso yo tampoco quiero hablar. Si él no lo ha contado, cómo voy yo a faltarle ahora que está muerto... Sólo puedo decirles que hemos vivido una vida tranquila y que las relaciones con mis primos son buenas. Aquello pasó, para qué removerlo más".

Francisca Cañada Morales, Paca la Coja, se encerró en vida en el cortijo que su padre le dejó en herencia y se convirtió en leyenda. Los niños de Níjar se acercaban con miedo para verla. Probablemente murió sin saber que su vida había inspirado la obra de un gran poeta.

 

El 8 de marzo de 1933 se estrenó en Madrid Bodas de Sangre. Dos años antes, la periodista almeriense Carmen de Burgos, Colombine, había publicado Puñal de Claveles, inspirado en los mismos hechos. Colombine presenta un relato con una lectura casi feminista y un final feliz.

 

Eso es la literatura. La realidad ha sido mucho más feroz: aún hoy en los campos desolados de esta comarca almeriense, una mujer capaz de romper las normas y decidir sobre su propio destino está, por lo general, condenada al destierro, a la desesperación o a la locura. Y casos recientes en Níjar así lo atestiguan.

Pero esta es otra historia.

 

 

Ver artículo en su contexto original

 

 

 

EL ORIGEN DE UNA TRAGEDIA. El luto sigue en Níjar

 

Ángeles García

Madrid - 21 / 07 / 1985

Los novios protagonistas del suceso en el que Lorca basó "Bodas de sangre" viven todavía.

 

Todo ocurrió el 22 de julio de 1928 en el Campo de Níjar, en la provincia de Almería. Ya de madrugada, horas antes de que se celebrara la boda, la novia, Francisca Cañada Morales, dejó plantado a su novio, Casimiro Pérez Morales, y huyó con su primo Francisco Montes Cañada a lomos de una mula. En el camino de la Serrata, cuando habían avanzado unos ocho kilómetros, Francisco Montes cayó muerto a tiros. A ella intentaron estrangularla y consiguió salvarse haciéndose la muerta. En 1933, Federico García Lorca publicaba Bodas de sangre. En la famosa tragedia lorquiana, Francisca es la novia; Casimiro, el novio, y Francisco Montes es Leonardo.

 

Los novios, hoy ya ancianos y enfermos, no volvieron a verse nunca más, pese a vivir a unos 25 kilómetros de distancia: él, con 82 años, en el pueblo pesquero de San José, y ella, de 81, en El Hualix, los terrenos heredados de su padre.

 

Aunque Lorca respetó el esquema del drama real, del que tuvo conocimiento por los periódicos, existen algunas diferencias entre el suceso y su obra. Mientras que en Bodas de sangre la fuga se produce después de la boda, en la historia real faltan todavía unas horas para la ceremonia, que tendría que celebrarse en la localidad próxima de Fernán Pérez a las tres de la madrugada del día 23 Mientras que Leonardo era un hombre casado, Francisco Montes era soltero, si bien tenía novia En la obra de Lorca, el novio y Leonardo mueren a causa de mutuos navajazos; mientras que en el crimen de Níjar sólo muere el primo de Paquita con tres balazos en la cabeza disparados por Francisco Pérez Pino, hermano de Casimiro, casado con Carmen, hermana de la novia.

 

La auténtica protagonista del drama, Francisca Cañada Morales, conocida como Paquita la Coja, es una mujer sobre la que se fueron acumulando reveses desde su infancia. Paquita vivía en 1928 en el cortijo de El Fraile, en el que su padre era medianero (el encargado del cultivo de la tierra -trigo, esparto-, que repartía beneficios con el propietario). La madre había muerto 12 años atrás y Paquita tenía tres hermanas y dos hermanos.

 

Pese a que algunas versiones afirman que la cojera de Paquita fue consecuencia de una poliomielitis, según ha contado su hermana Consuelo al equipo que prepara el Atlas etnográfico del Campo de Níjar, financiado por la Diputación de Almería, la cojera de Paquita ocurrió "cuando siendo niña de cuna el padre le dio un crujido en el culo y le sacó el hueso de la cadera". La niña Paquita tenía entonces pocos meses y lloraba desconsoladamente en la cuna. El padre, para acabar con el llanto, le dio en el culo repetidas veces. La cojera, ya irreversible, se descubrió cuando la cría intentó dar sus primeros pasos y los médicos no pudieron recuperar la pierna de la niña. Paquita quedaba inútil para trabajar en el campo e impedida para desarrollar una vida normal.

 

Este hecho produjo un fuerte sentimiento de culpa en el padre, Francisco Cañadas, conocido en la zona como el tío Frasco; más aún teniendo en cuenta que en aquellos años un defecto físico suponía la inutilidad total para el que lo sufría. Paquita, a diferencia de sus hermanas y de las otras chicas de la comarca, en lugar de dedicarse a las duras faenas del campo, aprendió a bordar, a coser y a hacer encajes, actividades que entonces estaban reservadas para las mujeres de un cierto nivel económico. El padre decidió que para ella serían las tierras de El Hualix -el cortijo en el que ahora vive con una sobrina- y que la dotaría con 3.500 pesetas.

De la novia protagonista de Bodas de sangre, el padre en la ficción también destaca esas mismas cualidades manuales de su hija al hablar con la madre del novio: "Hace las migas a las tres, cuando el lucero. No habla nunca; suave como la lana, borda toda clase de bordados y puede cortar una maroma con los dientes".

 

 

· Fea y coja

 

Sobre el aspecto físico de Paquita, en el romance que después de suceso creó la gente de la comarca se dice que era una mujer fea y coja, pero parece que esa fealdad desmesurada de la que hablan los vecinos es más producto de los malos ojos con que se vio el plantón que dio a Casimiro que de su auténtica presencia física. Por la descripción de la gente del lugar se sabe que Paquita, al igual que sus hermanas, era una mujer alta y delgada, morena, de facciones grandes y con los dientes grandes y un poco salidos hacia fuera.

 

Un vecino de El Hualix, José Arrada, describe a Paquita y a su hermana Carmen como dos mujeres feísimas, a las que ha visto pasar por el camino siempre de luto. José Arrada, mientras trabaja con los abonos, sonríe cuando se refiere a la escasa gracia física de Paquita y su hermana. "Ya digo, parece que hubo interés en la boda, pero que no fue una disputa por una mujer guapa".

 

El único sí que pronunció Casimiro en la entrevista mantenida con este periódico fue para confirmar la fealdad atribuida a la que fue su novia en el romance que canta el suceso del crimen de Níjar.

 

Fea o no, todos hablan de ella como de una mujer bastante independiente para la época. El hecho de no tener que trabajar hasta caer físicamente agotada en las tareas del campo y de tener todo su tiempo para reflexionar aguja en mano también tuvo que influir en un carácter considerado como demasiado liberal por aquel entonces. La tía María, de 69 años, sobrina de la mujer con la que pasados los años se uniría Casimiro, cuenta ahora que Paquita, acompañada de una moza de la casa, se subía en la mula y sola se iba a los bailes, "estando ya apalabrá con Casimiro y cuando éste guardaba luto por su madre. Luego no volvió a salir nunca, ni jamás dio que hablar, pero antes iba de un lado para otro".

 

Fuera de estas salidas a los bailes, nadie recuerda que Paquita tuviera novio a lo largo de su juventud, ni tampoco nadie se atreve a confirmar que mantuviera encuentros con su primo Francisco Montes Cañada fuera de las tradicionales reuniones familiares.

 

· Boda por interés

 

Las tierras que poseía el tío Frasco y que heredaría Paquita eran en aquella época un signo de riqueza. Aunque los hermanos de Paquita se aguantaron con que ésta fuera la beneficiaria, una de sus hermanas, Carmen, parece que no tuvo la resignación del resto de la familia. Carmen y su marido, Francisco Pérez Pino, habitaban con sus dos hijos pequeños una de las casitas del cortijo El Jabonero, hoy desaparecido, situado en la carretera de Almería a Níjar. Con ellos vivía Casimiro, un hombre al que todos describen como una gran persona, humilde y un poco inocente. Consuelo, hermana de Carmen y Paquita la Coja, dice que Carmen animó a Casimiro para que se casara con su hermana Paquita, "que va a tener mucho dinero". Con la mediación de Carmen, Casimiro y Paquita se hacen novios. Y Carmen empieza ya a hacer planes para trasladarse al cortijo de El Fraile, el más rico de toda la comarca y en el que se iba a instalar el nuevo matrimonio.

 

Todos recuerdan que Paquita nunca mostró el menor entusiasmo por su novio. Nadie le vio un detalle de afecto, al contrario, según avanzaba la fecha de la boda, se la veía cada vez más triste y nerviosa.

 

Pero al margen de los planes de Carmen para participar de la herencia de su hermana, en el cortijo de Los Pipaces vivía una tía de la novia, la madre de Francisco Montes, que pensó que su hijo podría hacer una buena boda casándose con La Coja. A diferencia de la obra de García Lorca, en la que la familia de Leonardo es conocida por su violencia, la gente del Campo de Níjar habla de Francisco Montes como de un muchacho noble, muy guapo, sin demasiada personalidad y muy atado a las faldas y deseos de su madre.

 

Así las cosas, llegó el día 22 de julio, la víspera de la boda. Casi toda la gente de los cortijos de la comarca había sido invitada. En aquellos años, la celebración de la boda duraba dos días. Los invitados salieron de sus casas, montados en las mulas, al atardecer del día anterior. Pese a que las distancias no son largas, el camino es muy duro, y el calor brutal de la comarca, en la que es difícil cobijarse a la sombra de un árbol, obliga a hacer el viaje cuando el sol deja de apretar.

 

Desde por la mañana, en el cortijo de El Fraile, rodeado del paisaje casi lunar al que Lorca atribuye un papel decisivo en Bodas de sangre, comenzaron los preparativos para el festejo: se mataron chotos y se prepararon buñuelos para los invitados.

 

En Los Pipaces, la anciana madre de Paco Montes, que se había negado a asistir a la boda de su sobrina, preparaba también buñuelos, los dulces de harina y miel con los que tradicionalmente se celebraban las bodas. Mientras, en la casa del primo, la madre hacía lo mismo. La tía María recuerda que una vecina entró en la casa y dijo a la madre de Paco Montes: "Chiquilla, ¿qué haces a estas horas?", "Pues mira, que me ha dado la idea de hacer estos buñuelillos, porque no voy a estar de boda ni mucho menos, y además puede que esa boda se celebre aquí". A la vecina, extrañada por la respuesta, le faltó tiempo para contar lo ocurrido a Carmen, la hermana de La Coja. Consuelo, la hermana de ambas, añade que la vieja llegó aún más lejos, asegurando que su hijo se iba a llevar a la novia a su casa esa misma noche.

 

Las grandes estancias y patios del cortijo de El Fraile se fueron llenando de invitados a lo largo de la tarde del día 22. Carmen, su marido y sus dos hijos, uno de pecho, decidieron hacer el viaje por la noche. Mientras, los invitados comen, beben y cantan, y, no muy tarde, deciden retirarse a dormir. La novia es de los primeros en retirarse; ella y Casimiro tendrán que madrugar para confesar antes de la boda. Casimiro cogió una estera y se fue a dormir con otros invitados a uno de los corrales. A Paco Montes le vieron que entraba y salía de los corrales a la casa, pero nadie dio muestras de pensar en nada raro.

 

· Llegan los invitados

 

Avanzada la noche, llegaron al cortijo Carmen y su marido. La gente recuerda que entraron preguntando por la novia y que, después de beber y comer, Carmen insistió en que despertaran a La Coja para que saliera de su habitación. Ahí empezó el desconcierto, porque nadie la encontraba por ninguna parte. No obstante, la desazón de La Coja ante una boda no querida por ella debía ser tal que su hermana Consuelo, al no encontrarla, temió que se hubiera suicidado lanzándose a un pozo o se hubiera ahorcado. Carmen, haciendo alarde de una gran sangre fría, llegó a bromear diciendo que la buscaran en la chimenea, que "a lo mejor se ha escondido ahí". Cuando comprueban que también falta el primo, se da la alarma para ir a buscarlos. Ya a esas alturas, empezaron a desatarse las lenguas, y cuentan que más de uno sugirió que fueran a buscarla a la casa de su primo.

 

Los invitados iniciaron la búsqueda en medio de la noche, y cerca del cortijo, a un kilómetro de distancia aproximadamente, encontraron a la novia. Llevaba las ropas destrozadas y el cuello ensangrentado. Entre sollozos dijo que unos enmascarados habían matado a tiros a su primo y que a ella habían intentado estrangularla, que se había salvado haciéndose la muerta. Al primo le encontraron muerto en la Serrata, a unos 8 kilómetros del cortijo del que huían, en dirección a Los Pipaces.

 

Como sospechosos de haber cometido el asesinato fueron detenidos Paquita y su padre, el tío Frasco. Los dos permanecieron presos en Níjar durante tres días, bebiendo agua como único alimento. La posibilidad de que Casimiro hubiera participado estuvo siempre descartada, porque en todo momento había estado acompañado por los invitados a la frustrada boda. Paquita no llegó a acusar a nadie durante los interrogatorios, pese a que, según se narra en los diarios de la época, sí reconoció las voces de los que a poco acaban con su vida.

 

Los culpables no aparecían, y padre e hija seguían presos en Níjar, hasta que Carmen y su marido, Francisco Pérez Pino, se presentaron voluntariamente y se declararon culpables, si bien José declaró que "él no apretó el gatillo del arma, pero que tenía quien lo hiciera, que él no tenía revólver y que habían llevado a otro del que no podían decir el nombre, porque le matarían a él y a su familia". Pérez Pino, al que rápidamente apodaron el Criminal, pasó siete años en la cárcel, de donde salió para morir poco después a consecuencia del tifus. Su mujer, Carmen, estuvo presa 15 meses.

Según se dijo en las sesiones del juicio, cuando Carmen, avisada por la vecina, supo que su hermana Paquita iba a cambiar de planes, decidió buscarla y sorprenderla en su huida. En la búsqueda, los fugitivos fueron sorprendidos escondidos tras unas de las escasas palmeras que hay en el recorrido, y allí se perpetró el crimen. Pese a la sentencia que condenó a Pérez Pino y a su mujer, la gente siguió hablando y especulando. Unos dijeron que fue Carmen la que disparó y la misma que intentó estrangular a su hermana sin participación del marido; otros, que fue un extraño personaje que huyó después al extranjero. "La gente se hartó de hablar y hablar, y todavía hoy siguen cuchicheando", dice la vieja María.

 

 

· Tragedia familiar

 

El primo, Francisco Montes Cañada, fue enterrado en el cementerio de Níjar, y durante años no faltaron flores junto a la sepultura. Tampoco faltaron flores en el lugar en el que cayó muerto, en la Cañada Honda, y que estuvo hasta hace poco señalado con un montón de piedrecitas y una cruz de palo.

 

La tragedia marcó desde entonces la vida de estas familias. Paquita la Coja dejó el cortijo de El Fraile y se fue a vivir con una sobrina a una casita de El Hualix, las tierras heredadas de su padre y ambicionadas por todos. A escasos metros de ella vivió hasta su muerte, ocurrida hace cuatro años, su hermana Carmen, a quien ninguno de la familia volvió a dirigir la palabra casi hasta el final de su vida. La única vez que Paquita y Carmen volvieron a verse ocurrió una vez que Paquita cayó enferma en cama. Pese a la oposición de la sobrina que la cuida, Carmen logró entrar en la habitación de la enferma y allí, sobre la cama, pidió perdón a su hermana. Ésta respondió que la perdonaba, pero que no quería tener trato con ella.

 

Paquita la Coja ha hecho a lo largo de estos 57 años la misma vida. Encerrada en su casa, sólo ha mantenido breves conversaciones, nunca referidas al suceso, con su sobrina Paquita, que es la persona que la ha cuidado durante todo este tiempo. Los vecinos del cortijo sólo la han visto salir a algún funeral, al que llegaba, rezaba y se volvía a su casa. La casa en la que vive es una típica construcción de la zona con 11 habitaciones blancas. Salvo Paquita (la sobrina), su marido y algún nieto de éstos, nadie más ha visto últimamente a Paquita. Para garantizar su tranquilidad, ocupa una casita pegada al edificio central, con el que se comunica por un pequeño pasillo.

 

Su reducido entorno siempre ha protegido su silencio, y más ahora, que hace meses que no se mueve de la cama.

 

La sobrina que siempre la ha cuidado es una mujer acostumbrada a trabajar en el campo y cuyo físico se aproxima al que dan de La Coja cuando era joven. Las mismas facciones grandes y dientes de conejo característicos de la tía los tiene la sobrina, e incluso una nieta de ésta que también lleva el mismo nombre.

El padre de la novia, el tío Frasco, dejó de vivir en el cortijo de El Fraile, y poco después se casó con una mujer de 22 años, con la que tuvo dos hijos. Son muchas las versiones que aseguran que él estaba enterado de la fuga de su hija y que incluso la ayudó a subir a la mula. Sin embargo, después del suceso tampoco mantuvo muchos contactos con Paquita.

 

 

· Tristeza y soledad

 

A unos 25 kilómetros de distancia de El Hualix vive Casimiro Pérez Pino, el frustrado novio que nunca volvió a encontrarse con Paquita. Casimiro vive con Josefa Segura, la mujer a la que se unió muchos años después de la tragedia, en una casita blanca a las afueras del pueblecito costero de San José, muy cerca del cabo de Gata. Casimiro y Josefa tienen dos hijos.

 

Casimiro cuenta en la actualidad 82 años. Siguió trabajando en el campo, y ahora, cuando recibe a los visitantes con los que no contaba y que interrumpen su silencio, dice que está malo, que tiene una úlcera. en el estómago. Está sentado en una silla de mimbre bajo el porche de la vivienda. Lleva unas gafas negras para protegerse de la luz y sus dos brazos están apoyados sobre una garrota de madera.

 

El anciano Casimiro tiene un aspecto totalmente bonachón. Las arrugas que dibujan su cara son de trazo triste. A través de las oscuras gafas se ven unos ojos que miran hacia el infinito. Su gesto grave no se altera para nada. Solamente en un momento de la conversación responde con un monosílabo afirmativo. El resto del tiempo, su contestación es un reiterativo y casi inaudibe no.

 

No quiere hablar de lo que le ocurrió en El Fraile. No quiere comentar nada. "Ya está todo dicho". Dice no conocer ni Bodas de sangre ni al poeta granadino, si bien poco después dice que la versión teatral es falsa. Del romance popular en el que se canta el suceso, es su mujer la que aprovecha las largas pausas de su marido para decir que una vez las compraron y que se las leyeron. Al volver a oírlas, mientras que a su mujer se le pone piel de gallina en los brazos, él traga saliva visiblemente emocionado, hasta que en un momento dice: "¡Basta! Ya he oído bastante."

 

Josefa Segura, mujer dicharachera y simpática, mira al marido con un profundo respeto y pide que no se hable más del asunto. Casi escondiéndose de la mirada del marido, dice que éste nunca ha querido referirse al tema, ni siquiera con ella, que se le deje seguir en silencio.

 

Si bien Casimiro no ha vuelto a encontrarse con Paquita, Josefa Segura ha narrado que una vez se la encontró en el campo. Cuando ella iba con su hija subida en una mula, una mujer que arrastraba una pierna -ellas no se conocían- la pidió que le permitiera cargar sobre el animal un bulto que llevaba. Josefa ha contado que la mujer le miraba la niña como con envidia y que cruzaron pocas palabras en el trayecto.

 

Sin embargo, otros vecinos de la zona dicen que, de ser cierto el suceso, ocurriría al revés, ya que Paquita, en sus escasas salidas de El Hualix, siempre iba sobre su mula y que jamás nadie la ha visto andando por los campos". La misma tía María, claramente partidaria del novio, dice que a La Coja nunca volvió a vérsela ni en bailes ni en parte alguna, y que nadie tuvo que decir nada de su comportamiento.

 

A poca distancia de la vivienda de Casimiro, cerca de la entrada de San José, viven los que iban a ser los padrinos de la boda: María Jiménez Pérez y Juan Andrés Segura Molina. Ella es sobrina de Casimiro y quiere que sea su tío el único que hable de lo ocurrido, "porque los huesos de los muertos ya se los han comido los gusanos y no hay que remover todo esto. Bastante daño nos hizo a todos".

 

Del mismo daño y sufrimiento habla la tía María, una mujer enlutada, como la mayor parte de las viejas de la comarca, con duras huellas del trabajo del campo en el rostro y en las manos. "Perdieron todos, hasta los hijos, que nadie los quería. Yo lo que digo es que eso pasa muchas veces. Entonces y ahora se ha plantao a hombres y a mujeres ya con los muebles de la casa. Pero ella tenía que haberlo hecho antes y no esperar hasta unas horas antes, con todos los invitados en la casa". A todos los familiares se les consideró como si tuvieran la peste. La ruina cayó sobre todos". Cincuenta y siete años después, el luto por el suceso sigue tiñendo el Campo de Níjar

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NOTICIA APARECIDA EN EL PERIÓDICO "EL PAÍS" INFORMANDO SOBRE EL FALLECIMIENTO DE FRANCISCA CAÑADAS

La novia de 'Bodas de sangre' falleció en Níjar

Francisca Cañadas, el personaje real de la tragedia de Lorca, tenía 84 años

 

ANTONIO TORRES

Almería - 10/07/1987

La verdadera novia de Bodas de sangre, Francisca Cañadas Morales, que contaba 84 años de edad, falleció en la madrugada de ayer en Níjar (Almería), población donde en 1928 ocurrió el crimen de Níjar, que inspiró a Federico García Lorca para escribir varios años después su obra. Según explicó ayer Joaquín Gutiérrez, sacerdote de Níjar, la causa del fallecimiento de Francisca Cañadas fue una arteriosclerosis cerebral, debida a lo avanzado de su edad.

 

El llamado crimen de Níjar ocurrió el 24 de julio de 1928. En la madrugada de ese día, horas antes de que se celebrara la boda, Francisca Cañadas Morales dejó plantado a su novio, Casimiro Pérez Morales, y huyó a lomos de una mula con su primo, Francisco Montes Cañadas. A unos ocho kilómetros, Montes cayó muerto a tiros, mientras que a Francisca intentaron estrangularla, pudiendo salvarse al simular que estaba muerta. Desde aquel día, la familia ha pensado que Francisca había cometido una ofensa irreparable a toda la población. La mentalidad de entonces ha alcanzado hasta el último día de su vida. Periodistas y escritores de todo el mundo han desfilado durante el último medio siglo en busca de algún testimonio de Francisca Cañadas, conocida por el sobrenombre de La Coja, con resultados infructuosos.

 

Hablar con esta mujer suponía enfrentarse a hijos y nietos, quienes celosamente la han tenido apartada. Las evasivas más absurdas se han producido ante periodistas venidos, desde Estados Unidos o Canadá. El paso del tiempo había dejado el vigor de una mujer ilusionada por su boda en un cuerpo reducido y consumido por un silencio voluntario o, quien sabe, sí obligado por la tradición de un pueblo, Níjar, muy sensibilizado por el amor y la sangre. No obstante, el sacerdote afirmó que "Francisca ha sido una mujer piadosa y una catequista que celebraba oraciones diariamente".

 

El novio real

 

El entierro de la novia del crimen de Níjar, previsto para las 19.30 horas de ayer, sirvió para que en la población planeara de nuevo la figura del novio real, Casimiro Pérez, de 87 años, que reside en un barrio de Níjar. Desde el día de la boda Casimiro no ha dirigido palabra alguna a Francisca. En octubre de 1985, durante una conversación de este informador con Casimiro Pérez, éste rechazó ver una foto de Francisca. Pérez vive en la actualidad con Josefa Segura, con la que contrajo matrimonio tras el desengaño amoroso, en una casita baja, situada a escasos metros del mar, en la barriada pesquera y turística de San José. En el cementerio de Níjar, cualquier entierro tiene que encontrarse, a la fuerza, ante la tumba de otro testigo, muerto a cartuchazos durante el día de la boda. Se trata, sin duda, del joven Francisco Montes, que se fugó con su prima Francisca horas antes de que ésta contrajese matrimonio con Casimiro Pérez que desde ayer es el único protagonista real vivo de aquella tragedia, inmortalizada por Federico García Lorca en su obra Bodas de sangre.

 

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- I -

 

ROMANCE ANÓNIMO SOBRE EL CRIMEN DE NÍJAR

- I  -

 

Sagrada Virgen del Mar

Madre de los afligidos,

dame tu divina gracia

de corazón te lo pido,

para poder relatar

el crimen más vengativo (bis)

que ha visto la humanidad.

 

En la provincia de Almería

por toda España es nombrado,

hay un pueblo de importancia

el cual es Nijar llamado.

 

En el cortijo del Fraile

vive Francisco Cañadas

querido por todo el Campo

por ser su familia honrada

 

El hombre sigue su labor

en ese cortijo hermoso;

por no tener mas que hijas

siempre tiene muchos mozos.

 

La hija mayor que tenía

y era una bella mujer

con un mozo se casó

que se llamaba José.

 

Ya que su hija casó

con un hombre honrado y bueno,

en un cortijo los pone

llamado "El  Jabonero"

 

José siembra su cortijo:

se hizo fuerte labrador

por ser sus hijos pequeños

a su hermano recogió.

 

Casimiro, así se llama

el hermano  de José;

lo han criado como a un hijo

lo mismo él que su mujer

 

Casimiro ya creció

Y un día empezaron a hablar:

Te has de poner en estado

con Francisca, mi cuñá

 

Mi cuñá es coja y fea,

su padre la tié dotada;

tú te has de casar con ella,

que el dinero no se vaya.

 

Su hermano toma consejo

y al Fraile se encaminó:

y siendo todos conformes

la boda se preparó.

 

Estando todo completo

dos corderos se mataron

para dar buena comida

a todos los invitados.

 

A las once de la noche

dice Francisco Cañadas:

Se acuesten todos un rato

pa salir de madrugada.

 

Ya que todos se acostaron

y todos dormían bien

a las dos de la mañana

llegó José y su mujer.

 

Padre, abra usted la puerta.

Y el padre se levantó,

y ha conocido en su yerno

que algo malo le pasó.

 

Se levanta el personal

preguntando que ha pasado

y al novio van a contarle

que la novia se ha escapado.

 

Al ver un drama tan feo,

cada cual se preparó,

cada uno con su mulo

toos en busca del ladrón.

 

Todos comentan el hecho,

Manuel Montes se marchó

y a una legua del cortijo

con un hombre se encontró.

 

Se paró a reconocerlo;

Con su hermano se encontró

y oye una vos de mujer

que estas palabra habló:

 

Primo, dame cuatro tiros;

por mí a tu hermano han matado.

Anda y que te mate Dios,

dime quien lo ha fusilado.

 

La novia le contestó:

Ha sido un enmascarado

Se marchó para el cortijo

a contar lo que ha pasado.

 

El mismo hermano del muerto

a Nijar se encaminó,

a dar cuenta a la Justicia

de todo lo que pasó.

 

En el sitio del suceso

al llegar al autoridad

ven a Paco Montes muerto

y a Francisca medio ahogá.

 

Cogen a Francisca presa

a su hermana y su cuñao,

a su novio Casimiro

y al padre que la ha engendrao.

 

 

- I I -

 

En esta segunda parte,

daremos cuenta y razón

la declaración del novio

y lo que la novia habló.

 

A Casimiro Pérez, el novio

le toman declaración:

No se nada, señor Juez

ni fui yo quien lo mató.

 

Yo le juro, señor Juez

si lo hubiera visto yo

a él le hubiera dado un tiro

y a ella le hubiera dao dos.

 

Manda el Juez que entre la novia

y ésta se presentó

dando varias cojetadas

a prestar declaración.

 

Le pregunta el señor Juez:

Por tí han matado a tu primo.

¿Como te fuiste con él

siendo novio Casimiro?

 

A mi primo Paco Montes

señor Juez, siempre he querido,

de él estaba enamorada

y no quería a Casimiro.

 

Si sí palabra a mi padre

de unirme con este hombre

es que Paco no quería

no sólo a mí, ni a mi nombre.

 

Lo invitamos a la boda

y hablé un poco con mi primo;

le dije. Hazme feliz,

me dijo: Vente conmigo.

 

Le dije llena de gozo:

En la calle espérame.

Salí, me monté en su mulo

y apretamos a correr.

 

Media hora de camino,

el mulo a todo correr,

divisamos unos bultos,

y era mi cuñao José

 

¡Paco, mi cuñao y mi hermana,

defiéndete, por favor!

Echó mano a su revolver

y José se lo quitó.

 

José le pegó tres tiros;

Mi hermana a mi me cogió.

Cuando me dejó por muerta

se retiraron los dos.

 

Y es cuanto puedo decirle,

ésta es la pura verdad.

Y entonces el Juez ordena

que le den la libertad.

 

Manda el Juez que entre José

y José se presentó.

De lo que le preguntaron,

al principio se negó.

 

Ya no tuvo mas remedio

que decir: Yo lo maté

después de una gran lucha

que tuve que hacer con él.

 

Yo no llevaba herramienta,

su revolver le quité;

como la vida es amable,

tres tiros le disparé.

 

Mi mujer cogió a su hermana,

porque era su deber;

la cogió de la garganta

porque era de temer.

 

Al otro día de mañana

los sacan en conducción.

Y la mujer de José

en la iglesia se metió.

 

Se hinca Carmen de rodillas

al pie del altar mayor,

y a la Virgen del Carmelo

grande súplica le echó:

 

Sagrada Virgen del Carmen,

a tus plantas yo me humillo,

Dame valor, madre mía

¿Qué hago yo con mi chiquillo?

 

Mi niño de quince meses

sin tener calor de nadie.

A Sorbas nos llevan presos

lo mismo a mí que a su padre.

 

¡Jesús, redentor del mundo,

yo me quisiera morir!

¡Por Dios, quítame la vida,

que mas no puedo sufrir!

 

¡Jesús, redentor del mundo,

dime lo que pasará!

Estando yo en Sorbas presa,

¿Quien le dará de mamar?

 

La sacaron de la iglesia

la llevaron en conducción

y en la cárcel de Sorbas

con su marido ingresó.

 

Ahora el que esto os cuenta

os ruega de corazón

dispensen todas las faltas

que tenga en conversación.

 

 

 

VERSIÓN ILUSTRADA SOBRE EL ROMANCE ANÓNIMO DEL CRIMEN DE NÍJAR

(ENLACE EXTERNO)

 

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